La huella de Jorge Eliécer Gaitán y las consecuencias y ecos presentes de su asesinato, siete décadas después
Hay sucesos que marcan hitos de tal magnitud y profundidad que es posible recordarlos una y otra vez y siempre tendrán algo que decir sobre nuestro presente. En la historia de nuestro continente, uno de ellos son los sucesos del 9 de abril de 1948 en Bogotá, Colombia, con el asesinato del dirigente y referente político Jorge Eliecer Gaitán y la enorme revuelta popular que desató. Un repaso a los hechos que se cruzaban en dicho acontecimiento explican la importancia y la presencia actual de las consecuencias de dichos hechos.
Se realizaba por esos días en la capital colombiana una nueva versión de la Conferencia Panamericana, controlada por un Gobierno de Estados Unidos triunfante tras la Segunda Guerra Mundial y con la voluntad de constituir una institucionalidad de nivel continental que plasmara su dominio hemisférico, iniciativa que luego daría vida a la Organización de Estados Americanos.
Una delegación estadounidense de alto nivel bajo la dirección del General George Marshall, en ese momento ya nombrado en la jefatura de la reconstrucción de una Europa destruida por el desatre bélico, tenía la tarea de cumplir los mandatos de la superpotencia en la región. No por nada, las sospechas acerca de los autores del asesinato de Gaitán se dirigieron al poco andar hacia los aparatos de inteligencia militar del imperio estadounidense y en particular a la recién formada Agencia Central de Inteligencia, CIA, tantas veces unida al siempre presente paramilitarismo, sicariato, y la violencia política oligárquica que ha caracterizado a la historia colombiana y latinoamericana.
Gaitán, contra el imperialismo y la oligarquía
La trayectoria y pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán estuvo siempre marcada por su defensa de los intereses y anhelos populares y su enfrentamiento con los imperiales y oligárquicos. Incorporado desde muy temprano en el Partido Liberal Colombiano, se hizo parte de los más sectores plebeyos y progresistas que convivían con no poca tensión con una elite partidaria dominada por los sectores altos de la sociedad colombiana.
Su primera aparición pública, siendo un adolescente de al parecer sólo 11 años (existe duda sobre su fecha de nacimiento), fue, vaya presagio, dando un discurso en los funerales del General liberal Rafael Uribe Uribe, asesinado en octubre de 1914 a pocos metros de donde se daría muerte a Gaitán cuatro décadas después, presumiblemente en una conspiración de la entonces llamada «Unión Republicana» (una alianza entre conservadores y liberales «moderados»).
Rafael Uribe Uribe había sido parte del bando liberal derrotado en la «Guerra de los Mil Días» entre 1899 y 1902, que allanó el paso al Gobierno del conservador José Manuel Marroquín (1900-1904), que asumió pasivamente la «independencia» de Panamá (en rigor, separada de Colombia en una operación de injerencia estadounidense con miras a asegurar el control del futuro Canal transoceánico que se construiría en los años posteriores).
El General Uribe Uribe fue luego uno de los dos representantes de Colombia en la Tercera Conferencia Panamericana realizada en el mismo país en 1906, en la que se reafirmó el dominio estadounidense sobre el continente, en años donde además del desmembramiento de Panamá, se constituían los protectorados estadounidenses en Cuba y Puerto Rico.
Eran años donde el impulso de la Doctrina Monroe se hacía cada vez más patente en cada uno de los territorios ubicados al sur de la emergente potencia norteamericana, y en especial en sus más directas proximidades, dentro de las que estaba sin duda Colombia. Tras doctorarse en Derecho en Colombia y Italia, en 1929 es electo congresista y desde ahí encabeza las denuncias por un crudo episodio de represión y matanza de trabajadores de la estadounidense «United Fruit Company», cuya huelga, apoyada por trabajadores ferroviarios y portuarios además de pequeños propietarios bananeros, produjo la violenta respuesta del Gobierno conservador quien movilizó al Ejército para ponerle fin.
El trágico episodio queda en la historia como la «masacre de las bananeras» y la defensa de Gaitán le hace merecedor del título de «Tribuno del Pueblo» que lo acompañará desde entonces. Sería uno de los primeros sucesos criminales y de sometimiento laboral atribuibles a la «United Fruit Company», propietaria de grandes extensiones de tierra en todo el Caribe y Centroamérica.
Tras estos sucesos, Gaitán en 1933 formaría la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR), movimiento con el que se manifestaban las diferencias que tenía con la elite del Partido Liberal, aunque tras la derrota electoral luego volvería al año siguiente. El episodio mostraba el alineamiento ideológico de Gaitán, de un liberalismo de izquierda que guardaba ciertas simpatías y afinidades con los movimientos típicamente antiliberales de esa época, tanto el marxismo por izquierda (Gaitán había hecho su tesis en Derecho sobre «Las ideas socialistas en Colombia»), como el fascismo por derecha (el que había conocido en su estadía en Italia, y con el que simpatizaban algunos de sus profesores como el referencial penalista y criminólogo «positivista» Enrique Ferri).
Pero Gaitán se inclinaba más hacia su izquierda y rechazaba el totalitarismo de Estado de los fascismos, aunque solía también criticar al marxismo desde las posiciones ideológicas positivistas que había adoptado con sus estudios en Derecho. Fue, siempre, un ferviente nacionalista y antiimperialista, lo que iría quedando cada vez más patente en años marcados por el crecimiento de la influencia e injerencia estadounidense en América Latina y el Caribe.
Tras la masacre de las bananeras, se sucedería un ciclo de gobiernos liberales, que tendrían su punto alto en la en la Reforma Constitucional de 1936, que entre otras cosas estableció la función social de la propiedad, la instauración y protección de derechos laborales y sindicales, y una mayor intervención del Estado en la economía. Pero luego, en el transcurso de la década de 1940, la tensión interna al interior del Partido Liberal se fue haciendo cada vez más patente, entre el ala liberal de izquierdas encabezada por Gaitán, y el ala oligárquica y conservadora de Gabriel Turbay.
Para las elecciones presidenciales de 1946 ambas facciones fueron divididas, posibilitando el triunfo de la candidatura del Partido Conservador, de Mariano Ospina Pérez, a pesar de obtener sólo el 40 por ciento de los votos, versus un 32 de Turbay y un 27 para Gaitán. En las elecciones legislativas del año siguiente, los conservadores subirían a un 44 por ciento, pero lo más significativo se dio en la crecida de los apoyos al ala disidente del liberalismo liderada por Gaitán, pasando a superar con mucho a la facción más conservadora del liberalismo «directorista» (22 versus 13 esaños en el Senado, 44 versus 30 en la Cámara de Representantes). Con esto, el sector Gaitanista queda posicionado como el muy posible liderazgo para un futuro Gobierno.
Gaitán, contra el imperialismo y la oligarquía
La trayectoria y pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán estuvo siempre marcada por su defensa de los intereses y anhelos populares y su enfrentamiento con los imperiales y oligárquicos. Incorporado desde muy temprano en el Partido Liberal Colombiano, se hizo parte de los más sectores plebeyos y progresistas que convivían con no poca tensión con una elite partidaria dominada por los sectores altos de la sociedad colombiana. Su primera aparición pública, siendo un adolescente de al parecer sólo 11 años (existe duda sobre su fecha de nacimiento), fue, vaya presagio, dando un discurso en los funerales del General liberal Rafael Uribe Uribe, asesinado en octubre de 1914 a pocos metros de donde se daría muerte a Gaitán cuatro décadas después, presumiblemente en una conspiración de la entonces llamada «Unión Republicana» (una alianza entre conservadores y liberales «moderados»).
Rafael Uribe Uribe había sido parte del bando liberal derrotado en la «Guerra de los Mil Días» entre 1899 y 1902, que allanó el paso al Gobierno del conservador José Manuel Marroquín (1900-1904), que asumió pasivamente la «independencia» de Panamá (en rigor, separada de Colombia en una operación de injerencia estadounidense con miras a asegurar el control del futuro Canal transoceánico que se construiría en los años posteriores). El General Uribe Uribe fue luego uno de los dos representantes de Colombia en la Tercera Conferencia Panamericana realizada en el mismo país en 1906, en la que se reafirmó el dominio estadounidense sobre el continente, en años donde además del desmembramiento de Panamá, se constituían los protectorados estadounidenses en Cuba y Puerto Rico.
Eran años donde el impulso de la Doctrina Monroe se hacía cada vez más patente en cada uno de los territorios ubicados al sur de la emergente potencia norteamericana, y en especial en sus más directas proximidades, dentro de las que estaba sin duda Colombia. Tras doctorarse en Derecho en Colombia y Italia, en 1929 es electo congresista y desde ahí encabeza las denuncias por un crudo episodio de represión y matanza de trabajadores de la estadounidense «United Fruit Company», cuya huelga, apoyada por trabajadores ferroviarios y portuarios además de pequeños propietarios bananeros, produjo la violenta respuesta del Gobierno conservador quien movilizó al Ejército para ponerle fin. El trágico episodio queda en la historia como la «masacre de las bananeras» y la defensa de Gaitán le hace merecedor del título de «Tribuno del Pueblo» que lo acompañará desde entonces. Sería uno de los primeros sucesos criminales y de sometimiento laboral atribuibles a la «United Fruit Company», propietaria de grandes extensiones de tierra en todo el Caribe y Centroamérica.
Tras estos sucesos, Gaitán en 1933 formaría la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR), movimiento con el que se manifestaban las diferencias que tenía con la elite del Partido Liberal, aunque tras la derrota electoral luego volvería al año siguiente. El episodio mostraba el alineamiento ideológico de Gaitán, de un liberalismo de izquierda que guardaba ciertas simpatías y afinidades con los movimientos típicamente antiliberales de esa época, tanto el marxismo por izquierda (Gaitán había hecho su tesis en Derecho sobre «Las ideas socialistas en Colombia»), como el fascismo por derecha (el que había conocido en su estadía en Italia, y con el que simpatizaban algunos de sus profesores como el referencial penalista y criminólogo «positivista» Enrique Ferri). Pero Gaitán se inclinaba más hacia su izquierda y rechazaba el totalitarismo de Estado de los fascismos, aunque solía también criticar al marxismo desde las posiciones ideológicas positivistas que había adoptado con sus estudios en Derecho. Fue, siempre, un ferviente nacionalista y antiimperialista, lo que iría quedando cada vez más patente en años marcados por el crecimiento de la influencia e injerencia estadounidense en América Latina y el Caribe.
Tras la masacre de las bananeras, se sucedería un ciclo de gobiernos liberales, que tendrían su punto alto en la en la Reforma Constitucional de 1936, que entre otras cosas estableció la función social de la propiedad, la instauración y protección de derechos laborales y sindicales, y una mayor intervención del Estado en la economía. Pero luego, en el transcurso de la década de 1940, la tensión interna al interior del Partido Liberal se fue haciendo cada vez más patente, entre el ala liberal de izquierdas encabezada por Gaitán, y el ala oligárquica y conservadora de Gabriel Turbay. Para las elecciones presidenciales de 1946 ambas facciones fueron divididas, posibilitando el triunfo de la candidatura del Partido Conservador, de Mariano Ospina Pérez, a pesar de obtener sólo el 40 por ciento de los votos, versus un 32 de Turbay y un 27 para Gaitán. En las elecciones legislativas del año siguiente, los conservadores subirían a un 44 por ciento, pero lo más significativo se dio en la crecida de los apoyos al ala disidente del liberalismo liderada por Gaitán, pasando a superar con mucho a la facción más conservadora del liberalismo «directorista» (22 versus 13 esaños en el Senado, 44 versus 30 en la Cámara de Representantes). Con esto, el sector Gaitanista queda posicionado como el muy posible liderazgo para un futuro Gobierno.
El contexto del asesinato: La IX Conferencia Panamericana, la creación de la OEA, y la arremetida de la hegemonía del Imperio estadounidense
A inicios de 1948, varios asesinatos de dirigentes y militantes del Partido Liberal ocurrieron en diversas localidades del país en manos de fuerzas gubernamentales y de partidarios conservadores, suscitando enfrentamiento en varias regiones, en una nueva ola de la repetida violencia política en el país. Gaitán lidera la convocatoria de la referencial «Marcha del Silencio» del 7 de febrero, que sólo en Bogotá convocó a unas 100 mil personas (en una ciudad de unos 400 mil habitantes), más tantas más en otras ciudades.
La extraordinaria convocatoria muestra la fuerza popular que encabeza Gaitán, quedando con ello claro que se trata del más que posible ganador de las próximas elecciones presidenciales a realizarse en 1950. En ese contexto, el Gobierno realizaba los preparativos para la Novena Conferencia Panamericana, de alta importancia por ser la primera tras la Segunda Guerra Mundial, y con ello, la instancia de conformación de una institucionalidad continental donde se consagrará lo que pasaría a ser la Organización de Estados Americanos dominada por Estados Unidos, que envió a una delegación de alto nivel con presencia incluso del General Marshall, ya nombrado como jefatura del plan de reconstrucción de Europa que quedará nombrado con su apellido.
Numerosas dirigencias populares, progresistas y de izquierdas habían arribado a Bogotá para ser parte de una especie de contrapeso. Hay que señalar que en dicho escenario, en toda América Latina habían surgido fuerzas populares que habían luchado contra las oligarquías y la presencia imperial y derrocado gobiernos dictatoriales en varios países de Centroamérica (con las referencias de Augusto César Sandino en Nicaragua, o Agustín Farabundo Martí en El Salvador), el ascenso de gobiernos populistas como los de Juan Domingo Perón, Lázaro Cárdenas y Getulio Vargas, en Argentina, México y Brasil, respectivamente, y diversas fuerzas nacional-desarrollistas con distintos niveles de radicalidad programática, como el APRA peruano (Alianza Popular Revolucionaria Americana), o la Acción Democrática en Venezuela, o el conglomerado del Frente Popular en Chile.
En tal escenario, la creación de la OEA hacía parte del plan por evitar que dichas tendencias antiliberales, antioligárquicas, y antiimperialistas, tendiesen hacia posturas más a la izquierda y se alinearan con la «amenaza comunista», en el contexto de una URSS que había tomado un significativo protagonismo con su crucial rol en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. El propio General George Marshall, por cierto, encabezó tanto el plan de reconstrucción de Europa, la conformación de la OEA, y, cuestión no muchas veces no conocida, la creación de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y del Consejo de Seguridad Nacional, ambas en 1947.
En lo referido al continente americano, lo que venía a coronar la Novena Conferencia Panamericana en Bogotá ya había sido delineado en importante medida en la «Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz» de Chapultepec, en marzo de 1945, y en la la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro de agosto de 1947, que instituyó el «Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca» (TIAR), que reafirmaba el principio de «solidaridad» panamericana defendido por Washington, en función de enfrentar cualquier situación que «amenazara la paz» en América y el permiso para adopción de las medidas necesarias para restaurarla, incluida el uso de la fuerza militar.
Es desde este múltiple proceso de creación de instancias gubernamentales, convenciones internacionales y redes, que se fue conformando lo que más tarde sería conocido como «Doctrina de la Seguridad Nacional» que fue la base ideológica y político-militar del ciclo de dictaduras oligárquico-militares que asoló la región desde mediados de la década de los 60s.
Es el escenario en que se realiza la IX Conferencia Panamericana en Bogotá. Un tiempo antes, un estudiante cubano aún sin la fama posterior, Fidel Castro, aprovechando la visita de un par de estudiantes argentinos en La Habana, solicitó el contacto con Juan Domingo Perón, para que éste colaborara en convocar y financiar lo que sería un Encuentro continental de Jóvenes en paralelo a la cumbre panamericana. Perón aceptó. Es por eso que el propio Fidel Castro estaría presente en Bogotá. Y es por eso, entre otros antecedentes, que son más que sospechas las que permiten afirmar que el asesinato de Gaitán tuvo la participación protagónica de la agencia de inteligencia estadounidense, en lo que, como ha acusado posteriormente la inteligencia cubana, tuvo como nombre la «Operación Pantomima», al conocerse tiempo después la confesión que hiciera el agente de la CIA de nombre John Merkless Espirito (Ver «Gaitán, Jorge Eliecer a 70 años de su asesinato«, Atilio Borón).
La huella de Gaitán, las consecuencias del Bogotazo y el presente de Colombia y nuestra América
El asesinato suscitó de inmediato una ferviente respuesta popular en Bogotá y otras ciudades de Colombia. Quema de tranvías, de instalaciones de edificios públicos, barricadas y saqueos en una convulsión general en todo el país pero localizada especialmente en una Bogotá con un centro semidestruido, como atestiguan numerosos registros gráficos del momento y en los días posteriores. Luego, unos funerales con una multitud inédita en la historia colombiana y continental. Tras todo esto, se desataría con estos sucesos un período de aún mayor intensificación de la violencia, conocido en la historiografía colombiana con el elocuente nombre de «La Violencia» (1949-1957).
Pero el fin de este período de cruda violencia entre liberales y conservadores no decantó tampoco en una pacificación genuina, si no más bien en un pacto bipartidista de carácter oligárquico y excluyente, conocido como «Frente Nacional«, y que decantaría en una Reforma Constitucional y un régimen de gobernabilidad elitista bajo el cual se mantendrían las causas más profundas de la violencia: la desigualdad y exclusión social, la concentración de la propiedad de la tierra, la mantención de un régimen político fundado en la violencia ejercida contra las disidencias y fuerzas sociales y populares. Esto provocaría la irrupción de las organizaciones político-militares de izquierdas desde entonces, conocidas genéricamente como «guerrillas».
Al conflicto armado entre las fuerzas regulares (estatales) e irregulares (paramilitares) de la oligarquía colombiana, se añadiría un nuevo elemento en los años 70s y 80s: con la nueva política prohibicionista frente a las drogas proveniente de Estados Unidos (en un brusco viraje tras un período previo de permisividad), el crecimiento exponencial del narcotráfico, en particular de cocaína, marcaría la realidad del campo colombiano y del conjunto de las problemáticas políticas y militares del país. Es tal el escenario de un conflicto multipolar que configuraría las causas del proceso y Asamblea Constituyente de 1990 y la nueva Constitución de 1991 (Ver «Claves para entender la Colombia actual. El proceso y Asamblea Constituyente y la Constitución de 1991«).
Como es sabido, dicho proceso constituyente y la nueva Constitución producida por él, sólo logró modificar algunas claves y dimensiones del problema colombiano, sin alterar las causas más profundas de la violencia, el carácter oligárquico y excluyente del orden social, y el sometimiento e injerencia a la potecia estadounidense, que acrecentaría su presencia militar-policial bajo la excusa de la «guerra contra las drogas», y su dominio sobre la política colombiana a duras penas disimulado, y muchas veces explícito, como queda claro con las sucesivas y recurrentes sumisiones de los gobiernos colombianos a las decisiones e intereses del Gobierno estadounidense.
Lo anterior es particularmente notorio en la participación de las elites y gobiernos colombianos en los asedios y agresiones contra Venezuela en los últimos años, y más en general, en el rol central que cumple hasta el presente la oligarquía y el Gobierno de Colombia como actor subordinado a los intereses del Gobierno estadounidense en la región. Por su parte, el paramilitarismo, el sicariato, y la violencia hacia los sectores populares campesinos y urbanos del país ha seguido sumando muertes y sufrimientos, como si la historia encarnada por Jorge Eliécer Gaitán se repitiera trágicamente, una y otra vez.
Fuente y enlaces relacionados:
El relato de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán en la prensa. Panorama Cultural.
La Guerra Fría llega a América Latina: La IX Conferencia Panamericana y el 9 de abril. Juan Sebastián Salgado.
«Jorge Eliécer Gaitán era castrochavista», Alexander Klein.
9 de abril de 1948. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el Bogotazo y sus consecuencias, Leonardo Ixim.
El Imperio en el asesinato de Gaitán, Gloria Gaitán.
Jorge Eliécer Gaitán: 65 años, José Fernando Ocampo T.