«La DC en el golpe». Por Manuel Salazar Calvo, sobre el rol del Partido Demócrata Cristiano durante la Unidad Popular y su rol en el Golpe de Estado

Por: Manuel Salazar Calvo, Punto Final (septiembre de 2017).
A mediados de 1969 Radomiro Tomic aceptó ser candidato del PDC en las elecciones de septiembre de 1970 y competir con Allende y el derechista Jorge Alessandri. Tomic propuso el “socialismo comunitario” y un programa parecido al de la UP.
A fines de 1969, el senador Renán Fuentealba denunció ante el Parlamento que la CIA estaba preparando un golpe en Chile. El embajador de Estados Unidos en Santiago, Edward Korry, no hablaba con el canciller Gabriel Valdés ni tampoco con el cardenal Raúl Silva Henríquez. Sí lo hacía con Eduardo Frei en su casa de calle Hinderburg.
En agosto de 1966, los disidentes a la conducción de Frei habían formado dos grupos: los “rebeldes”, liderados por Rafael Agustín Gumucio y los diputados Alberto Jerez, Julio Silva y Vicente Sota; y los “terceristas”, encabezados por el diputado Bosco Parra y el vicepresidente de Indap, Jacques Chonchol. Los dos sectores compartían aspectos teóricos, aun cuando a nivel táctico los “terceristas” fueron más conciliadores con Frei. Los oficialistas -aquellos que apoyaban a Frei y sus estrategias de gobierno- integraron la tercera facción, que era la más grande.
Cuando Salvador Allende se impuso por escaso margen en las elecciones de septiembre de 1970, sin alcanzar la mayoría absoluta, el Congreso Pleno debió decidir entre él y Jorge Alessandri quién sería el nuevo mandatario. El candidato de la derecha anunció que renunciaría si era nominado y que bajo ninguna circunstancia repostularía. Era un claro mensaje al PDC: la derecha apoyaría a un candidato falangista en una segunda elección para impedir la llegada de Allende al gobierno.
El 23 de septiembre de 1970, la mesa directiva, encabezada por el senador Benjamín Prado, inició conversaciones con Allende. Ese mismo día, en cambio, el ministro de Hacienda, Andrés Zaldívar, habló por cadena de radio y televisión afirmando que en la economía se observaban desequilibrios “propios de la anormalidad política que el país comenzaba a vivir…”.
EL PRIMER INTENTO
Bombas explotaron en diversas ciudades, numerosas familias adineradas abandonaron el país y algunas unidades militares empezaron a ser visitadas discretamente por civiles.
Políticos hasta ahora no identificados presionaron a varios generales para que los militares tomaran el poder. Grupos de ultraderecha intentaron que el general (r) Roberto Viaux diera un golpe de Estado.
El general Carlos Prats cuenta en sus memorias que el viernes 25 de septiembre un destacado democratacristiano le planteó directamente que “ante la intransigencia de (René) Schneider -el comandante en jefe del ejército- para detener a la UP, el presidente Frei estaba dispuesto a que él encabezara un movimiento que lo derrocara y lo enviara al extranjero”. Prats agrega que había que “apoderarse de noche de La Moneda, enviar a Frei al extranjero, cerrar el Congreso, suspender la vigencia de los partidos políticos, utilizar en cargos claves a gente de confianza que ellos podrían señalar y, normalizada la situación, llamar de nuevo a elecciones”.
Los intentos de golpe culminaron con la tentativa de secuestro y el asesinato del general René Schneider, una operación en la que estuvo involucrada la embajada de Estados Unidos apoyando con armas a los conjurados que perpetraron el crimen.
El 3 de octubre de 1970 se realizó una Junta Nacional del PDC. Benjamín Prado entregó su cuenta afirmando que el camino para Chile seguía siendo el de “la revolución democrática y popular”, por lo que no cabía acercamiento alguno con la derecha. Hubo dos votos políticos. Uno, presentado por Rafael Moreno, marcó la posición progresista de unos 50 parlamentarios (de un total de 75), de la juventud, del núcleo sindical, de la mayoría de los presidentes provinciales y profesionales y técnicos de la DC. El otro voto, levantado por Juan de Dios Carmona, representó al sector freísta o “guatón”.
Moreno propuso apoyar en el Congreso a Allende, tras acordar un Estatuto de Garantías Constitucionales. Su voto fue defendido por Tomic, Renán Fuentealba, Bernardo Leighton, Luis Maira, Luis Badilla y Benjamín Prado. El voto de Carmona fue respaldado por Patricio Aylwin y Jaime Castillo, apoyados por Jorge Santibáñez, Héctor Galaz y Manuel Fernández. Postulaba presentar el proyecto de garantías constitucionales pero sin mediar acuerdo ni conversaciones previas con la UP.
Los ministros DC presentes en la Junta tomaron posiciones distintas. Gabriel Valdés, Gustavo Lagos y Máximo Pacheco se alinearon con Moreno; Patricio Rojas, Andrés Zaldívar y Carlos Figueroa, con Carmona. La Junta, por 271 votos contra 191, se inclinó por la postura de Moreno.
Los delegados tenían claro que el PDC iba a la oposición a la UP, pero había diferentes modos de asumir ese rol. Se visualizaban tres tendencias: una se inclinaba a la derecha y agrupaba a los hombres de Frei. Entre ellos, Edmundo Pérez Zújovic, Patricio Aylwin, Andrés Zaldívar, Juan Hamilton, Juan de Dios Carmona, Patricio Rojas, Carlos Figueroa, Jaime Castillo y Enrique Krauss. Una segunda corriente se ubicaba en el centro y aglutinaba a dirigentes como Prado, Renán Fuentealba y Bernardo Leighton. La tercera línea era francamente de Izquierda y reunía, entre otros, a Bosco Parra, Luis Maira, Luis Badilla y Pedro Felipe Ramírez. Pese a las diferencias, los parlamentarios DC votaron disciplinadamente y Allende llegó a La Moneda.
Los días 12 y 13 de diciembre de 1970 se efectuó una nueva Junta Nacional de la DC. Allí se enfrentaron dos pensamientos expresados en votos políticos. Uno de Renán Fuentealba y el otro de Zaldívar. Este último insistió en que el PDC debía oponerse al gobierno de Allende, argumentando que en Chile existían sólo dos fuerzas alternativas de poder: UP y Democracia Cristiana. El voto de Fuentealba expresó que había grandes coincidencias entre el programa que había defendido Tomic y el de la UP.
El 4 de abril de 1971 se realizaron elecciones municipales y, simultáneamente, una complementaria en la Circunscripción de Valparaíso para llenar la vacante senatorial dejada por Allende. Los comicios municipales entregaron el siguiente resultado: UP: 1.404.186 (50,86%). La oposición: 1.356.919 (49,14%). En las complementarias porteñas ganó el socialista Adonis Sepúlveda, con 25.521 votos, seguido por Andrés Zaldívar, del PDC, con 16.401.
Casi dos semanas después, el 18 de abril, la Juventud DC realizó su Junta Nacional. En los acuerdos se indicó: “En manos de la DC está la posibilidad de dar un impulso final y definitivamente irreversible a la revolución chilena, democrática y popular”.
Un consejo del PDC fue convocado para el 7 y 8 de mayo, en Cartagena. En sus resoluciones se destacó que “la DC no desestima la posibilidad de acuerdos con la UP para objetivos determinados y específicos; pero cree que su misión es proponer sus propias soluciones para que los chilenos adviertan las diferencias y coincidencias fundamentales entre la DC y la UP”. Estos acuerdos, sin embargo, comenzaron a ser rebasados por las dirigencias medias del partido, más sensibles a la influencia del freismo.
El 8 de junio de 1971 fue asesinado por la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP) el ex ministro del Interior de Frei, Edmundo Pérez Zújovic. Hasta hoy, ese crimen está rodeado de oscuras sospechas. Socialistas que ayudaban a la policía civil detectaron a un japonés y una monja brasileña que asesoraban a miembros de la VOP. Fueron detenidos por Investigaciones, pero extrañamente salieron en libertad y dejaron el país. Otra consecuencia inmediata del crimen fue que Frei asumió en los hechos la conducción del PDC.
EL PDC SE UNE A LA DERECHA
Enfrentado a una elección complementaria de diputado en Valparaíso, en julio, el PDC postuló al médico Oscar Marín, ex militante del sector más conservador del radicalismo, a quien la derecha apoyaría. Luis Badilla, presidente de la JDC, señaló que “es un deber denunciar ante el país la estrategia oportunista de la derecha que, aprovechándose de los últimos acontecimientos, trata de enfrentar a la DC con el gobierno”. Marín ganó la elección con 141.450 votos (50,16%), contra 136.813 (48,5%) del candidato de la UP.
Allende había pedido meses antes a la UP que apoyara a Marín como un gesto de acercamiento al PDC, pero el PS rechazó la propuesta del presidente y levantó la candidatura de Hernán del Canto.
A fines de julio de 1971, Bosco Parra, uno de los ideólogos de la Izquierda DC, pidió que se prohibiera cualquier tipo de alianza con la derecha, lo que fue rechazado. “He llegado al convencimiento de que las posiciones cristianas de Izquierda no tienen perspectivas reales dentro del partido”, manifestó Parra al comunicar su renuncia al PDC. Le siguieron otros seis parlamentarios -Fernando Buzeta, Jaime Concha, Alberto Jaramillo, Luis Maira, Pedro Urra y Pedro Videla- a los que se sumaron Osvaldo Giannini y Pedro Felipe Ramírez, además de Luis Badilla y numerosos cuadros juveniles y militantes de otros estamentos.
A comienzos de agosto, Narciso Irureta afirmó que el PDC seguía siendo “un partido de Izquierda y revolucionario que lucha por los cambios” y que las renuncias eran una advertencia para que nunca más toleraran fracciones al interior de la colectividad.
No obstante la persistencia de algunos dirigentes de la DC para que el partido llegara a acuerdos con el gobierno, la renuncia de los sectores más de Izquierda, que dieron forma al Mapu y luego a la Izquierda Cristiana, debilitaron al progresismo democratacristiano y los “guatones” rápidamente coparon todas las dirigencias intermedias de la Falange.
En abril de 1972 Frei Montalva -según su biógrafo Cristián Gazmuri- escribió a su amigo Rafael Caldera, presidente de Venezuela: “Bajo una apariencia de respeto a las formas legales y a la democracia, de la manera más tortuosa y sin escrúpulos se está tratando de conducir al país a una dictadura similar a la de Cuba”.
Dos nuevas elecciones complementarias -en enero de 1972, una de senador por O’Higgins y Colchagua y otra de diputado por Linares- sirvieron para que la derecha cautivara a los “guatones” del PDC. En el primer caso, Rafael Moreno recibió el apoyo del Partido Nacional, de la Democracia Radical y de Patria y Libertad. En el segundo, el PDC decidió apoyar al nacional Sergio Diez en Linares. Ambas decisiones provocaron la renuncia de decenas de militantes falangistas.
A comienzos de marzo de 1972 se conoció una reunión en la chacra El Arroyo de Chiñigüe, en Melipilla, a la que asistieron Francisco Bulnes y Sergio Diez (PN); Patricio Aylwin y Andrés Zaldívar (PDC); Julio Durán (DR); Jaime Guzmán, Arturo Fontaine, Orlando Sáenz y algunos miembros del Poder Judicial. El anfitrión, Sergio Silva Bascuñan, sólo reconoció a El Mercurio que se habían conversado “problemas que afectan a todos los chilenos”.
La nueva directiva del PDC, encabezada por Renán Fuentealba, Bernardo Leighton y Belisario Velasco, en tanto, extremaba esfuerzos para llegar a entendimientos con Allende y la Unidad Popular.
En junio, la Democracia Cristiana Universitaria rechazó aliarse con la Juventud Nacional en las elecciones de la Fech. Ese mismo mes, Juan Hamilton, Carmona, Pareto, Orrego, Zaldívar y otros “guatones” figuraron cotidianamente en El Mercurio, La Segunda, Tribuna y La Prensa en claro acuerdo con la derecha. Privadamente, por su parte, Aylwin y Francisco Bulnes preparaban el lanzamiento de la Confederación Democrática (Code), que se efectuaría públicamente en el mes de julio.
En agosto, cuando se preparaba el Consejo del PDC para discutir la estrategia electoral que el partido seguiría en los comicios parlamentarios de marzo del 73, Frei escribió a Renán Fuentealba: “No vamos a detener este proceso de destrucción del país sólo con declaraciones, con actos públicos o con actuaciones parlamentarias (…) lo fundamental es la organización y la movilización de las fuerzas sociales ejercida en la base social”.
En septiembre, el senador Juan Hamilton, uno de los incondicionales de Frei, solicitó en una declaración pública en el diario La Tercera que Allende dimitiera a su cargo de presidente porque el gobierno “ha violado reiteradamente las normas básicas de la convivencia democrática y ha manchado irreparablemente la legitimidad con que iniciara su mandato constitucional”.
A continuación, con la excusa de las próximas elecciones, los freistas lograron reorganizar el partido: colocaron gente suya en los departamentos sindical y agrario, reestructuraron el frente de propaganda y designaron un nuevo comité político. En las semanas siguientes se sumaron al paro de octubre de 1972. Ese mismo mes, a través de Canal 13, Frei planteó que las elecciones parlamentarias de marzo debían ser consideradas como un verdadero plebiscito para la continuidad del gobierno de la UP. Paralelamente, surgió el eslogan para su candidatura a senador por Santiago: “A Chile lo salva… Eduardo Frei Montalva”.
LOS TRAMOS FINALES
En las elecciones de marzo de 1973 la Code consiguió 54,70% y la UP 43,39. La UP aumentó sus senadores y diputados y la Code los bajó. Por lo tanto, no se logró quorum para acusar constitucionalmente a Allende. Frei señaló a la prensa italiana que “Chile se precipita a una dictadura marxista”; Carmona y Hamilton empezaron a apelar a las Fuerzas Armadas y nueve senadores -Moreno, Carmona, Hamilton, Musalem, Papic, Foncea, Gormaz, Zaldívar y Lavandero- pidieron a Aylwin que postulara a presidir el PDC.
El 9 de abril de 1973, Renán Fuentealba entregó su informe político al consejo del PDC. Enfatizó que “la DC debe insistir en su propia revolución” y que la existencia de la Code sólo era una coyuntura electoral y que “su futura subsistencia se prestaría para inducir a errores”. También en abril el gobierno anunció su proyecto de Escuela Nacional Unificada (ENU), que fue ferozmente resistido por la oposición, la Iglesia Católica y las fuerzas armadas; en especial por la Armada, cuyos oficiales expresaron sin ambages su molestia por la iniciativa. Casi al mismo tiempo, los mineros de El Teniente, liderados por sus supervisores, casi todos del PDC, iniciaron un paro que duró semanas.
Un mes después, el 10 de mayo, Fuentealba, Leighton y Velasco anunciaron que no se presentarían a la reelección en su partido. El día 13, los “guatones” ganaron la presidencia con Patricio Aylwin. Frei, en tanto, obtuvo la presidencia del Senado. Dos días más tarde, Aylwin delineó el nuevo estilo de la DC al declarar que el gobierno estaba destruyendo “la economía y llevando al país a la miseria y al hambre, desencadenando una ofensiva totalitaria caracterizada por ilegalidades, abusos, mentiras, injurias, odio y violencia en la búsqueda de la totalidad del poder para imponer una tiranía comunista”.
De allí en adelante, la dirección del PDC se inclinó definitivamente por la opción del golpe para derrocar a Salvador Allende.
Sólo algunos dirigentes del partido mantendrían presente las palabras que Tomic pronunció en el consejo ampliado efectuado en abril del 72: “¿Hay bases para creer que el gobierno de la Unidad Popular es ahora un gobierno marxista-leninista empeñado en preparar la lucha armada y la dictadura del proletariado? Estoy convencido que no es así. Y creo que una apreciación errónea de la Democracia Cristiana en este asunto crucial, sería un trágico error para Chile y, además, para nuestro partido”.
MANUEL SALAZAR SALVO
Fuente: Publicado en “Punto Final”, edición Nº 883, 1º de septiembre 2017.



Eduardo Frei al diario ABC: La rebelión se convirtió en deber
10 de octubre de 1973
(Entrevista al ex Presidente Eduardo Frei Montalva, realizada por el periodista Luis Calvo del diario español ABC).
La gente no se imagina, en Europa, que este país está destruido. No saben lo que ha pasado. Los medios informativos, o callaron lo que estaba ocurriendo desde 1970, en que Salvador Allende, rompiendo todas sus promesas, y alejándose de la legalidad, inicia una obra de destrucción sistemática de la nación, o dieron noticias falsas al mundo, porque eran, acaso, sin saberlo, cómplices de esta enorme falsedad: que se estaba haciendo un raro experimento político, consistente en la implantación del marxismo por métodos legales, constitucionales, civilizados. Y eso no ha sido verdad, ni es verdad. Y el mundo entero ha contribuido a la destrucción de este país, que hoy no tiene más salida salvadora que el gobierno de los militares.
El marxismo, con conocimiento y aprobación de Salvador Allende, había introducido en Chile innumerables arsenales, que se guardaban en viviendas, oficinas, fábricas, almacenes. El mundo no sabe que el marxismo chileno disponía de un armamento superior en número y calidad al del Ejército; un armamento para más de treinta mil hombres, y el Ejército chileno no pasa normalmente de esa cifra. Los militares han salvado a Chile y a todos nosotros, cuyas vidas no son ciertamente tan importantes como la de Chile, pero que son vidas humanas, y muchas, y todas amenazadas perentoriamente. Y no puedo decir que estemos aún a salvo, porque -ya lo ve usted día tras día- las Fuerzas Armadas siguen descubriendo reductos y arsenales. La guerra civil estaba perfectamente preparada por los marxistas. Y esto es lo que el mundo desconoce o no quiere conocer.
Los militares fueron llamados, y cumplieron una obligación legal, porque el Poder Legislativo y el Judicial, el Congreso y la Corte Suprema habían denunciado públicamente que la presidencia y su régimen quebrantaban la Constitución, los acuerdos votados en el Parlamento y las sentencias dictadas por jueces absolutamente extraños a la política.
Allende vino a instaurar el comunismo por medios violentos, no democráticos, y cuando la democracia, engañada, percibió la magnitud de la trampa, ya era tarde. Ya estaban armadas las masas de guerrilleros y bien preparado el exterminio de los jefes del Ejército. Allende era un político hábil y celaba la trampa. Pero -ya sabe usted- no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo. Las armas requisadas en virtud de la ley Carmona demostraron que la guerra civil se preparaba desde la presidencia de la República. Arrogantemente encarado con todos los poderes constitucionales, el presidente tuvo que reconocer su “inconstitucionalidad” propia. El país recibía armas para el “ejército paralelo” y eran armas rusas.
¿Por qué se ha mentido en el mundo? ¿Por qué en Europa, donde no conocían a Salvador Allende ni estaban al tanto de nuestros dramas -que son muchos dramas-, se idealiza a un hombre tan frívolo, más frívolo políticamente que moralmente, como Allende? Yo sé que Allende era inteligente, orador fácil y superficial, simpático de trato, chistoso, político del verbo politiquear. Pero Allende ni era un ideólogo ni era un estadista. Buscaba el modo de seguir en la cima del Poder, y también ocurrió que el Poder lo deslumbró, e hinchó su congénita arrogancia, y tuvo que pactar con sus enemigos políticos, es decir, los compañeros marxistas, y quizás rendirse a ellos, y quiso pactar, pero no tuvo éxito alguno, con nosotros, con la Iglesia y con las Fuerzas Armadas.
Cuando un Gobierno se niega a cumplir las leyes sociales, desatiende las advertencias del Colegio de Abogados, insulta y desobedece al Tribunal Supremo, menosprecia la inmensa mayoría del Congreso, provoca el caos económico, detiene y mata a los obreros que se declaran en huelga, arrolla las libertades individuales y políticas, “desabastece” el mercado para entregar los productos alimenticios y de toda clase a los monopolizadores marxistas del mercado negro; cuando un Gobierno procede así, cuando se producen en un país condiciones que no se han producido nunca como en Chile tan claras y abundantes en la Historia del mundo, el derecho a la rebelión se convierte en deber. Es un derecho jurídico proclamado por todos los tratadistas e historiadores, como el padre Mariana en España.
El programa de los marxistas era inexorable: la conquista de todo el Poder para ellos, poniéndose fuera de la ley, porque se consideraban los autores únicos de una nueva ley, de una nueva constitución. Y eran realmente la minoría. Todos ellos, toda la unidad popular, sumaban un 34 por 100 de los votos. Las críticas a la democracia cristiana vienen de este hecho: que nosotros agotamos todos los medios para lograr una rectificación de la política de la Unidad Popular. Queríamos que se volviera a la legitimidad. Encontramos dilaciones, ausencia de franqueza y nunca pudimos llegar a resultados concretos y positivos. En estas condiciones, la Democracia Cristiana ofreció la renuncia de todos, absolutamente todos, sus parlamentarios para que se procediera a una consulta popular o plebiscito que evitara a Chile la tragedia de la guerra civil que vislumbrábamos en el horizonte. Todo lo que le digo, todo, es historia veraz de Chile, y hay documentos sobrados que lo demuestran.
La Unidad Popular seguía conscientemente una política que condujera al caos y a la locura colectiva. Segundo, que las fuerzas militares han salvado realmente al país de su total aniquilamiento. Tercero, que la Democracia Cristiana no deseaba esto, naturalmente. Usted no desea operarse de un cáncer, pero llega un momento en que usted tiene que operarse el cáncer. Nuestros cirujanos son las Fuerzas Armadas, y el pueblo solicitó su intervención insistente, estruendosa y heroicamente.
Todo estaba estatizado, los bancos, las industrias, las minas, la agricultura, y pensaban estatizar los quioscos de periódicos para impedir que circularan aquellos “no marxistas”. El comercio era suyo. Al tiempo que se creaba un ejército clandestino y paralelo se metodizaba el mercado negro, en poder de la burocracia marxista y de los obreros.
La gente de Europa no se imagina lo que era esto. Viven ofuscados por la gran mentira del experimento de la democracia hacia el comunismo. Pero si eso no es posible. Es una contradicción en los términos, una antinomia. Si Allende, que no era ideólogo, pero sí maniobrero, sabía que no era posible, y por eso utilizaba, para engañarnos, “la muñeca”. Es alarmante que en Europa no se enteren. Este país está destruido. Necesita que se fijen en él. Necesitamos que prevalezca la verdad con documentos irrebatibles, con la divulgación de hechos vergonzosos. Este país está destruido hoy, hoy
[Nota de EyS. Una vez publicada esta entrevista, Frei realizó una declaración pública en que reconoció haber hablado con el periodista Luis Calvo del ABC. También señaló que la entrevista no reflejó exactamente sus palabras, sin aclarar cuáles fueron esas imprecisiones. Más tarde, en una carta a Bernardo Leighton del 22 de mayo de 1975, Frei se refiere específicamente a que no hizo la dura descripción de Allende que se le atribuye en esa entrevista. En su respuesta del 21 de junio de 1975, Leighton le acepta esa retracción sobre Allende, pero le dice que “en el resto la entrevista corresponde sustancialmente a lo que yo mismo te oí sostener en Santiago, antes y después del golpe militar”].
Fuente: Eduardo Frei al diario ABC: La rebelión se convirtió en deber.