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«Amnistía Internacional»: Entre los Derechos Humanos, el «poder inteligente», y las políticas imperiales de Estados Unidos y Occidente

«Amnistía Internacional» o Amnesty International es la ONG de Derechos Humanos más influyente y legitimada como tal a nivel mundial. Creada en 1961 en Reino Unido por un grupo de abogados a partir de unas acciones en relación a la Dictadura en Portugal, tiene un significativa legitimidad pública en buena parte del planeta, siendo una especie de «marca» para señalar opiniones o señalamientos supuestamente incontrovertibles o muy difíciles de controvertir. Cómo se produce tanta legitimidad pública, quiénes son quienes dirigen esta ONG, de dónde proviene su financiamiento, cuáles son los lazos políticos de la organización, son cuestiones en general oscuras y muy poco conocidas por el público en general.

La imagen con que se encabeza esta nota es de una polémica campaña de Amnesty International en los últimos meses del año 2012, y en específico, está tomada en Chicago, en el marco de la Cumbre de altos representantes de los gobiernos y grandes poderes para abordar la invasión y ocupación de Afganistán.

Recopilemos la historia previa para después volver a aquélla campaña de Amnistía Internacional sobre la situación afgana, que en estos momentos vuelve a estar en estado crítico.

El terrorismo y la política imperial occidental en Afganistán

Hace casi 20 años, en específico tras los extraños y no aclarados sucesos del 11 de septiembre de 2011, el Gobierno de Estados Unidos encabezado por George W. Bush declara la «Guerra contra el Terrorismo» e inculpa directamente a los talibanes afganos en los hechos, antiguos aliados del Gobierno de Estados Unidos desde la Guerra de Afganistán (1978-1992), una especie de guerra civil cruzada por la disputa geopolítica global bipolar entre las dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética.

Ante una arremetida de la izquierda comunista apoyada desde la URSS junto a cierto progresismo cultural que tenía importante presencia en el mundo árabe en general, Estados Unidos y sus aliados europeos apoyan a los extremistas fundamentalistas islámicos, en una promoción y alianza que se aprecia, mirado con el tiempo y desde hoy, en prácticamente toda una gran área geográfica que va desde el Norte de África, Medio Oriente y el Sur de Asia.

No era nada nuevo: Ya desde antes de la avanzada comunista en Irán, el Gobierno de Estados Unidos, junto al del Reino Unido, habían conspirado sistemáticamente para desestablizar al Gobierno iraní en función de intereses petroleros y geopolíticos, tal como se detalló en una nota de la revista Time («The Oily Americans», 2003), para lo cual empoderó a estos actores que luego serán declarados como enemigos.

En cuanto a Afganistán, termina triunfando, tras una larga guerra, y donde tras la retirada del Ejército soviético los fundamentalistas islámicos tardan 3 años en tomar el control del país, el bando la insurrección de los «muyahidines», que puede señalarse como uno de los últimos conflictos bélicos desatados en el marco de la época de la «Guerra Fría». Pero el triunfo mayahidine no acabaría el escenario bélico, pues este mutaría a un enfrentamiento entre distintas facciones del polo de fuerzas islamistas,  en una nueva Guerra Civil entre 1992 y 2001.

Pantalla final en la película hollywoodense «Rambo 3», dedicado a los Muyaidines afganos, antecedente directo de los Talibanes.

El bando talibán, esto es, una de las vertientes más extremas del fundamentalismo islámico, aliado de la clase dominante y monarquía de Arabia Saudita (otro aliado del Gobierno de Estados Unidos), obtuvo una victoria relativa y encabezó lo que se conoce como «Estado Islámico de Afganistán» que dominó la escena de buena parte del territorio afgano con relativa hegemonía, desde la derrota de la socialista «República Democrática de Afganistán«, hasta noviembre del año 2001, menos de 2 meses después de los sucesos del 11 de septiembre en territorio estadounidense..

Retomemos. El Gobierno de Estados Unidos inculpa al Talibán por los hechos del «September Eleven» del 11 de septiembre de 2001, e invade y ocupa militarmente Afganistán desde Octubre de ese año. Se inicia una nueva Guerra en Afganistán entre el 2001 y el 2014, aunque el escenario bélico mutó en nuevas variantes, enfatizando elementos previos, como la puesta de Afganistán como uno de los escenarios centrales de las «guerras por las drogas», en particular por el amplísimo cultivo de amapola, extendido a una cantidad de tierras superior al que, para poner otro ejemplo, existe en Colombia para el cultivo de coca.

«Extrañamente» (comillas subrayadas), tras la ocupación estadounidense el cultivo de amapola ha aumentado de manera exponencial, convirtiéndose en uno de las principales actividades económicas del país, y poniendo a Afganistán como el principal productor de amapola en el planeta.

Otras actividades extractivas hacen particularmente estratégico a este país de Asia Central: extracción de petróleo, de gas, y cuantiosas reservas de litio.

Suzanne Nossel, Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional, integrante del equipo de la Secretaría de Estado de Hillary Clinton durante el Gobierno de Barack Obama.

El «poder inteligente» de Suzanne Nossel y la política exterior de Estados Unidos

Volvamos a la campaña de Amnesty International antes mencionada. En ese momento, la Secretaria Ejecutiva de Amnistía Internacional (en adelante, también AI) era Suzanne Nossel. Resulta pertinente detallar algunas cosas sobre esta alta «personera de los Derechos Humanos», que permite no sólo develar cuestiones relativas a Amnistía Internacional, si no que de la verdadera «industria de los DDHH», y su relación con el poder político y geopolítico de Occidente, en especial, de Estados Unidos.

Suzanne Nossel e desempeñó como Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional entre enero de 2012 a enero de 2013.  Bajo su conducción, Amnistía Internacional promovió la llamada «Ley de Seguridad y Promoción de Mujeres y Niñas Afganas» de 2012, y encabezó la campaña internacional a favor de las Pussy Riot, cuyos vínculos con la ultraderecha rusa, ucraniana, y el poder estadounidense y occidental hemos detallado anteriormente (ver «Las «amistades» de Pussy Riot: Hillary Clinton, el Imperialismo occidental, y la ultraderecha de Rusia, Ucrania y Venezuela»).

Antes de su cargo en Amnistía Internacional, desde el 2009 Suzanne Nossel fue Subsecretaria de Estado Adjunta de la Oficina de Asuntos de Organización Internacional de Estados Unidos. Bajo el Gobierno de Barack Obama, la Secretaria de Estado, máximo cargo de la política exterior estadounidense, equivalente a un Ministerio de asuntos o relaciones internacionales de otros países, en ese entonces era Hillary Clinton. Desde ese cargo asesor y de relación estrecha con Hillary Clinton, Suzanne Nossel fue responsable de temas como los derechos humanos, asuntos humanitarios, asuntos de la mujer, diplomacia pública, prensa y relaciones con el Congreso.

Desde el Departamento de Estado, Nossel desempeñó un rol central en la participación de Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en el período señalado, esto es, entre el 2009 y el 2011 período. Al revisar las políticas estadounidenses «de derechos humanos» impulsadas en ese tiempo, destacan las propuestas de resoluciones sobre Afganistán, Irán, Siria, Libia, y Costa de Marfil. Tres de esos países, con un marcado conflicto geopolítico y agresión de Estados Unidos.

Retrocediendo en el tiempo, se ve con mayor nitidez aún una continuidad en sus dedicaciones. Entre los años 1999 a 2001, se desempeñó en el cargo de Delegada para la Gestión y Reforma de la ONU en la Misión de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas bajo la conducción del Embajador de Estados Unidos ante la ONU de ese entonces, Richard C. Holbrooke, uno de los hombres más cercanos a HIllary Clinton. Holbrooke, de hecho, era el principal asesor de Hillary Clinton en asuntos internacionales, y ella lo consideraba como su seguro Secretario de Estado en el caso de que triunfara en las elecciones presidenciales de 2008.

Como Barack Obama derrotó a Hillary Clinton en las Primarias Demócratas de entonces, y Clinton se quedó con el crucial cargo de la Secretaría de Estado, ella propuso a Holbrooke para que lo acompañase como Subsecretario. Obama lo vetó («The Inside Story of How the White House Let Diplomacy Fail in Afghanistan», Foreign Policy), pero de todas formas Holbrooke fue designado Encargado especial de Estados Unidos para Afganistán y Pakistán.

Suzanne Nossel también ha sido operadora de «Human Rights Watch», otra de las ONGs de alto poder simbólico a nivel internacional. También, en la Fundación Century , el Centro para el Progreso Americano y el Consejo de Relaciones Exteriores. Fue vicepresidenta de Desarrollo de Negocios de Estados Unidos para el poderoso consorcio mediático alemán Bertelsmann Media (2001–2005) y anteriormente, en la gran empresa de asesorías comunicacionales y gestión estratégica McKinsey and Company .

Es pertinente señalar el currículum de Nossel pues permite mostrar toda la gama de vínculos enlazados en las más altas esferas de poder imaginables, que configuran toda una trama que, como se aprecia, va mucho más allá de un interés por las luchas por los derechos humanos. Pero vamos más allá, y centrémonos en las ideas que ha defendido.

En la edición de marzo-abril de 2004 de la influyente Revista «Foreign Affairs», Suzanne Nossel publicaría un artículo que será muy citado en el campo de la intelectualidad relacionada con los temas de política internacional, bajo título «Smart Power» (o «poder inteligente»). Citaremos en extenso parte de este texto, pues muestra claramente la intención de la labor de Nossel:

«Desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, los responsables de la política exterior conservadora se han unido en torno a un programa claro: combatir el terrorismo, adelantarse agresivamente a las amenazas percibidas y hacer valer el derecho y el deber de los Estados Unidos de actuar en solitario. Los progresistas, en cambio, han parecido desconcertados. Atascados en el terreno de juego, abogan por tácticas que difieren enormemente de las de la administración Bush. Pero no han articulado de manera consistente un conjunto distinto de objetivos progresistas de la política exterior de los Estados Unidos.

Esto es un error. Los progresistas tienen ahora una oportunidad histórica de reorientar la política exterior de los Estados Unidos en torno a una ambiciosa agenda propia. La fuerza sin parangón de los Estados Unidos, la ausencia de conflictos entre grandes potencias, los temores despertados por el 11 de septiembre y el creciente escepticismo público sobre el militarismo de la administración Bush han creado una apertura política para una alternativa convincente y visionaria a la política exterior del presidente».

Más adelante, insinúa cuáles son los referentes de su propuesta:

«El gobierno de Bush ha secuestrado una doctrina progresista otrora orgullosa -el internacionalismo liberal- para justificar el militarismo de fuerza y el unilateralismo arrogante. Los progresistas deben reclamar el legado de Wilson, Roosevelt, Truman y Kennedy con una política exterior que refuerce el poderío de EE.UU. y que una al mundo detrás de él«.

La cita es elocuente. Quien la escribe no está cuestionando al imperialismo o el injerencismo estadouniense en sí, si no el cómo lo estaba ejerciendo el Gobierno de Bush. Por lo de más, hablando de las referencias que pone como ejemplos, alguien como Suzanne Nossel no podría desconocer que durante la Presidencia de Woodrow Wilson (1913-1921) fue que  éste hizo partícipe a Estados Unidos de la interimperialista Primera Guerra Mundial, y de la imposición de las extremas condiciones impuestas a la Alemania derrotada, que fueron una causa fundamental en la quiebra de la economía alemana y la irrupción Nazi.

O de su muy radical racismo: En 1915, Wilson proyectó por primera vez un film en la Casa Blanca: Se trató de la abiertamente racista “El nacimiento de una nación”, película en la que se retrataba el período de la «Reconstrucción» como se le llama a la época posterior a la Guerra Civil estadounidense presentando al Ku Klux Klan como héroes y a los afroamericanos como bárbaros incivilizados. En la película se citaba al propio Wilson en una cita textual: «Los hombres blancos fueron despertados por un mero instinto de autoconservación […] hasta que por fin surgió un gran Ku Klux Klan, un verdadero imperio del sur, para proteger a la Nación del sur».

Wilson, además, impuso nuevamente la segregación racial en el Gobierno federal, despidiendo a miles de cientos de trabajadores afroamericanos de él. En el llamado “Verano Rojo” de 1919, en el que turbas blancas atacaron vioentamente a los afroamericanos con resultado de cientos de muertes, el Gobierno federal se mantuvo pasivo y complaciente con la situación.

O que bajo la Presidencia de Harry Truman (1945-1953) se lanzaron las bombas atómicas a Hiroshima y Nagasaki, se inició la larga Guerra de Corea sin autorización del Congreso, se comenzó la arremetida de persecución anticomunista conocida como «macarthysmo» (por el Senador Republicano Joseph McCarthy), o la desatada intervención en Grecia contra la izquierda de ese país con apoyo de la ultraderecha griega, en el marco del intervencionismo que se dio en llamar «Doctrina Truman».

O que bajo el Gobierno de John F. Kennedy se ejecutó el intento de invasión a Cuba en la frustrada operación en Playa Girón o «Bahía de Cochinos» y la «Operación Mangosta» y «Operación Northwoods» de intervencionismo y agresión hacia el Gobierno y pueblo cubano, o que, continuando con la Guerra de Vietnam iniciada en el Gobierno de Eisenhower, se autorizó la «Operación Ranch Land» de criminal guerra química contra el pueblo y territorio vietnamita.

Sigamos con otra parte del texto que describe el «poder inteligente» por parte de Suzane Nossel:

«Hablo del poder inteligente en términos de varias dimensiones diferentes.

Una es combinar el poder duro, la fuerza militar, la coerción, con lo que se ha llamado poder blando, la diplomacia, el atractivo de la cultura estadounidense, su gente, sus lazos económicos, y el hecho de ver esos dos elementos no como alternativas en un sentido u otro, sino más bien como elementos complementarios del poder de los Estados Unidos, que deben aplicarse en conjunto.

Una segunda pieza clave es saber cuál de estos elementos aplicar en qué momento, y ser creativo e innovador en términos de combinar diferentes fuentes de poder de los Estados Unidos para influir en una situación. Por lo tanto, elegir sabiamente entre una amplia gama de herramientas diferentes.

Y la tercera parte de lo que hablo es la idea de que el uso del poder estadounidense debe ser sostenible y renovable. Necesitamos desplegar nuestro poder de manera que nos haga más fuertes, no más débiles».

La similitud con un artículo de la propia Hillary Clinton es notorio: «Ya no basta con ser fuerte. Los grandes poderes también tienen que ser inteligentes y persuasivos… A este enfoque lo llamo poder inteligente» (Hillary Clinton, The art of smart power, NewStatesMan, julio de 2012).

En un artículo previo, del año 2004 («The Hymn of the Battle of Democrats», El Himno de Batalla de los Demócratas), Suzanne Nossel iba más allá, y proponía una serie de estrategias políticas y comunicacionales al Partido Demócrata en el contexto de la arremetida del Gobierno de George Bush en su llamada «Guerra contra el Terrorismo»:

«Al distanciarse del Presidente, un factor clave es que los Demócratas deben ser vistos como tan duros de mente como sus oponentes. La reinvención de los demócratas como «partido de la paz» conduce a un callejón sin salida político. Así como Pearl Harbor silenció a los aislacionistas de esa época de la noche a la mañana, el 11 de septiembre marginó a la facción anti-guerra a los ojos de una nación herida, lista y ansiosa de luchar.

Además, hasta ahora la Guerra contra el Terrorismo y la guerra en Irak que la Administración promete, son relativamente limpias, asuntos incruentos en lo que respecta a los Estados Unidos. Se necesitaría un buen número de bolsas de cadáveres para poner al público en contra de lo que se ve como el justo y con bajo riesgo enjuiciamiento de enemigos jurados. Tampoco es una política inteligente tratar de desviar la atención a «nuevos» problemas de seguridad como el SIDA y el calentamiento global. Aunque son importantes y desatendidas sin escrúpulos por los republicanos, estas cuestiones nunca movilizarán al público como lo hacen los asuntos de la guerra y la paz».

Para aportar otros elementos, Suzanne Nossel trabajó como funcionaria del Departamento de Estado para desacreditar el Informe Goldstone (Misión de Investigación de las Naciones Unidas sobre el conflicto de Gaza, 2009), que acusaba a Israel de crímenes de guerra contra el pueblo de Palestina. Como representante del Gobierno de Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU dijo que «lo primero en nuestra lista es nuestra defensa de Israel, y el derecho de Israel a un trato justo en el Consejo de Derechos Humanos». Ni una palabra sobre los palestinos. Ha abogado por ampliar la intervención armada en países como Siria y Libia. Solicitó en su momento un ataque militar contra Irán si no detiene su programa de enriquecimiento nuclear.

En un artículo de The Washington Quarterly titulado «Battle Hymn of the Democrats», escribió: «Los demócratas deben ser vistos como tan duros como sus oponentes. La reinvención demócrata como «partido de la paz» es un callejón sin salida político». «En un entorno de guerra o casi guerra, el público buscará un liderazgo audaz y estridente, más contundente, resuelto y pugnaz de lo que se toleraría en otras circunstancias», sentenció («When War Hawks Become Human Rights Officials»).

Peter Benenson, a la izquierda, con George Ivan Smith en 1966, en un seminario del Instituto del Norte de África. Uppsala-Bild.

Amnistía Internacional y el poder atlántico. Peter Benenson y Luis Kutner

Como dijimos al inicio, la creación formal de Amnesty International fue en 1961, en Londres, a partir del caso de detenciones y represión por parte de la Dictadura portuguesa de entonces, aunque su historia previa se remonta unos años antes, y dice relación con el exilio español tras la Guerra Civil en la que triunfó el bando fascista encabezado por Francisco Franco, que obtuvo una oportuna pasividad de las fuerzas liberales occidentales. Amnistía Internacional fue fundada por dos abogados vinculados al Partido Laborista, aunque al poco andar se incorporaron integrantes del Partido Conservador y otros personeros sin militancia explícita. Estos abogados fueron Peter Benenson y Luis Kutner.

Peter Benenson era un hijo de militar y había sido parte del servicio de inteligencia británico desde inicios de la Segunda Guerra Mundial, y existen numerosos indicios de que tal relación nunca se cortó. Tenía, además, un marcado perfil anticomunista, siendo parte de los sectores más conservadores del Partido Laborista británico, donde se vivía una disputa interna vinculada a su relación con los sectores más de izquierda tanto en el Reino Unido como fuera. Por entonces, el Partido Laborista en Australia se había quebrado en dos en relación a esa controversia, y en el Partido Laborista británico se hacían intentos para evitar algo similar.

Situémonos en esa época. Tras la posguerra, el Imperio Británico estaba en franco repliegue y muchas de sus colonias comenzaban a pujar para su independencia.  En tal escenario, el Ministerio de Asuntos Exteriores («Foreign Office») y la Oficina Colonial («Colonial Office») estaban ávidos de información sobre activistas en general y activistas de derechos humanos en particular, sobre las distintas situaciones en sus colonias. En tal contexto, en 1963, el Ministerio de Asuntos Exteriores instruyó a sus agentes en el extranjero el proporcionar «apoyo discreto» a las campañas de Amnistía.

Existe documentación de que Benenson escribió al Ministro de la Oficina Colonial, Lord Lansdowne, una propuesta para constituir un «consejero de refugiados» en la frontera entre la actual Botswana y la Sudáfrica del apartheid. Ese consejero debía ayudar sólo a los refugiados y evitar colaborar con las organizaciones y militantes contra el apartheid: «No se debe permitir que la influencia comunista se extienda en esta parte de África y, en la delicada situación actual, Amnistía Internacional quisiera apoyar al Gobierno de Su Majestad en cualquier política de este tipo», escribió Benenson. Al año siguiente, Amnistía dejó de apoyar al icono anti-apartheid y posteriormente primer presidente de una Sudáfrica libre de la segregación racial, Nelson Mandela (detalle del proceso constituyente en Sudáfrica, acá).

En 1965, Bennenson consiguió de parte del Ministerio de Asuntos Exteriores británico un visado para viajar a Haití, escribiéndole a su representante en Haití, Alan Elgar, diciendo que Bennenson «apoyaba los objetivos de Amnistía Internacional«. Allí, Benenson fue encubierto como pintor, ya que el Ministro de Estado Walter Padley le dijo antes de su partida que «Tendremos que ser algo cuidadosos para no dar a los haitianos la impresión de que su visita está realmente patrocinada por el Gobierno de Su Majestad». El diario estadounidense The New York Times descubrió el asunto y lo publicó, provocando cierta polémica y declaraciones de explicación («Peter Bennenson», por Kristen Sellars, «Enciclopedia de los Derechos Humanos», página 162-165).

En 1966, un informe de Amnistía sobre la colonia británica de Aden, una ciudad portuaria en el actual Yemen, detalló con alto detalle las torturas del gobierno británico a los detenidos en el centro de detención de Ras Morbut. Sin embargo, el informe nunca fue publicado. Benenson dijo que el secretario general de Amnistía Robert Swann (también muy cercano al Ministerio de Asuntos Exteriores) lo había censurado para complacer al Gobierno británico, pero el entonces Secretario general de Amnistía Eric Baker dijo que Benenson y Swann se habían reunido con el Ministerio de Asuntos Exteriores y acordaron mantener el informe en secreto, a cambio de reformas.

En ese momento, el Canciller británico Laborista Gerald Gardiner (en tal cargo entre 1964 y 1970), escribió al Primer Ministro Harold Wilson que «Amnistía mantuvo el [informe] tanto tiempo como pudo [sin publicar] simplemente porque Peter Benenson no quería hacer nada para perjudicar a un gobierno laborista». Benenson luego viajó a Aden y se horrorizó por lo que encontró allí, escribiendo «Nunca encontré una imagen más fea que la que se veía en Aden», a pesar de sus «muchos años dedicados a la investigación personal de la represión» («Amnesty International’s Troubling Collaboration with UK & US Intelligence»).

Entretanto, un escándalo de financiamiento produciría una nueva tensión en la organización y su reputación pública. La después escritora y periodista británica Polly Toynbee, por entonces una voluntaria de Amnistía de 20 años, se encontraba en Nigeria y en Rodesia del Sur, la colonia del Reino Unido en Zimbabwe, que en ese momento estaba gobernada por la minoría de colonos blancos. Allí, Toynbee entregaba fondos a las familias de los prisioneros con un suministro de dinero en efectivo, que Benenson luego le reconoció que provenía del gobierno británico.

La joven Toynbee fue forzada a dejar Rhodesia en marzo de 1966. Al salir, tomó documentos de una caja fuerte abandonada, incluyendo cartas de Benenson a altos funcionarios de Amnistía que trabajaban en el país que detallaban la petición de dinero de Benenson al Primer Ministro Wilson.

En 1967 se reveló que la CIA había estado financiando de manera encubierta a otra organización de derechos humanos fundada a principios de los 60s, la «Comisión Internacional de Juristas» (CIJ) a través de una filial americana, el «Fondo Americano para los Juristas Libres Inc». Benenson había fundado, junto con Amnistía, la rama británica de la CIJ, llamada «Justice». El secretario general de Amnistía Internacional, el irlandés Sean MacBride, era también el secretario general de la CIJ (y posteriormente fue condecorado con el Premio Nobel de la Paz y el Premio Lenin de la Paz que entregaba la URSS, algo inusual, además de luego ser director de la UNESCO).

Por entonces, las cartas entre Benenson y Wilson («cartas Harry») llegaron a la prensa. Oficialmente, Amnistía negó tener conocimiento de los pagos del gobierno de Wilson. Pero Benenson admitió que su trabajo en Rhodesia había sido financiado por el gobierno, y devolvió los fondos de su propio bolsillo. Escribió al Lord Canciller Gardiner que lo hizo para no «poner en peligro la reputación política» de los involucrados. Benenson devolvió entonces los fondos no gastados de sus otras dos organizaciones de derechos humanos, Justice (la rama británica de la CIJ fundada por la CIA) y el Servicio de Asesoría de Derechos Humanos. La conducta de Benenson tras las revelación de las «cartas Harry» enfureció a sus colegas de Amnistía. Algunos de ellos afirmaron que sufría de una enfermedad mental o un desequilibrio tras su viaje a Aden.

Ese mismo año, Benenson renunció a la presidencia de Amnistía, según él, en protesta por la vigilancia de su oficina en Londres y la infiltración de la inteligencia británica. Eso produjo que Sean MacBride, el Secretario General de Amnistía y operativo de la CIJ, presentara un informe en ante Amnistía que denunciaba las «acciones erráticas» de Benenson. Benenson boicoteó la conferencia en que se se presentaría el informe, presentando una resolución exigiendo la renuncia de MacBride por la financiación de la CIA a la CIJ que conducía. La seguidilla de escándalos hicieron que, al menos en lo público, tanto Amnistía como el Gobierno británico declararan suspendidos sus vínculos.

Velatorio de Fred Hampton, integrante de los Panteras Negras asesinado tras la delación del cofundador de Amnistía Internacional.

Luis Kutner y el asesinato del líder de los Panteras Negras

El 4 de diciembre de 1969, el líder de los Panteras Negras de Illinois, Fred Hampton, y Mark Clark, un miembro del partido de 22 años de edad en ese momento, fueron brutalmente asesinados en la residencia de los Hampton por la policía de Chicago en una operación conjunta con el FBI. La operación se llevó a cabo a través del Programa de Contrainteligencia COINTELPRO, un programa de contrainteligencia creado por el primer director del FBI y quien permaneció en tal cargo por 37 años (1935-1972), John Edgar Hoover, cuya experiencia incluía todas las prácticas ilegales necesarias para eludir los «impedimentos» legales impuestos por la justicia estadounidense: La clandestinidad, la infiltración en movimientos pacifistas, los robos, las escuchas telefónicas, los allanamientos de morada, la violencia y el asesinato.

Eso era lo que se conocía sobre el asesinato de Fred Hampton hasta octubre de 2018. En ese momento, el Presidente Donald Trump decidió desclasificar 19 millones de documentos relacionados con el asesinato de John F. Kennedy en 1963. Entre los archivos, se conoció un asunto desconocido sobre el asesinato del dirigente de los Panteras Negras.

Resulta que Luis Kutner, cofundador de Amnistía Internacional, asistió el 23 de noviembre de 1969 a un discurso de Hampton pronunciado en la Universidad de Illinois. Los documentos desclasificados muestran que Hampton comunicó al FBI tal circunstancia. Dice uno de los documentos: Kutner «indicó que el partido tiene armas para ser utilizadas para la paz y la autodefensa, y estas armas están en la residencia de Hampton así como en la sede del AFF (…) Kutner ha llegado al punto en que le gustaría tomar acciones legales para silenciar al BPP (Black Panthers Party) (…)Kutner concluyó afirmando que creía que los oradores como Hampton eran psicóticos, y sólo cuando se enfrentan a una acción judicial dejan de «despotricar y desvariar», entre otras afirmaciones.

Luis Kutner, cofundador de Amnesty International.

El informe interno del FBI sobre el testimonio de Kutner citado anteriormente fue emitido el 1 de diciembre de 1969, dos días antes de la redada policial a la residencia de Hampton, en la que fueron asesinados él y un guardia de los Panteras Negras. Hampton estaba en la cama durmiendo con su prometida embarazada de nueve meses, quien logró sobrevivir a la balacera. Más de 90 tiros fueron disparados en la habitación.

Kutner aparece además como parte de una asociación de «Amigos del FBI», una entidad «formada para combatir las críticas a la Oficina Federal de Investigaciones», entre ellas de dirigir sus acciones a desbaratar organizaciones de izquierdas, tal como se relata en una nota de The New York Times de 1971. Además, se le vincula con el Movimiento independentista de Taiwán, cuyos vínculos con la CIA aparecieron de manera nítida en esta desclasificación. En otras aristas polémicas relacionada con Kutner, se señala que éste participó de la dessestabilización y ataque al líder anticolonialista y Primer Ministro del Congo, Patrice Lubumba (derrocado en 1960 y asesinado en 1961 con una clara intervención occidental), además de una directa relación con el tibetano Dalai Lama en colaboración con la CIA, quien recibió al menos 1.7 millones de dólares de parte de ella. Luis Kutner fue el representante legal del Dalai Lama, y Amnistía Internacional fue uno de los puntales de la campaña de posicionamiento mundial del líder tibetano («Amnesty International’s Troubling Collaboration with UK & US Intelligence»). También fue abogado defensor en numerosos y mediáticos casos judiciales como los de József Mindszenty, Ezra Pound, o Moise Tshombe, todos, liderazgos con marcado perfil antiizquierdista («Caso Kutner: Os brios da Anistia Internacional em xeque»).

Zbigniew Brzezinski y el «internacionalismo liberal»: La doctrina de los derechos humanos en la cabeza de la política imperial de Estados Unidos

Asociado al mundo en el que se han generado y movido las redes y altos personeros de Amnistía Internacional, y de hecho, afiliado a ella, hay un referente cuya importancia en el fenómeno de captación del discurso de los derechos humanos por parte del Gobierno de Estados Unidos y la OTAN: el polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski. Puesto como «cara pública» de la política exterior estadounidense en tiempos del Gobierno de Jimmy Carter, Brzezinski es señalado como figura central en la utilización del relato de los derechos humanos en la geopolítica imperialista («Zbigniew Brzezinski, national security adviser to President Carter, dies at 89», The Guardian).

Brzezinski, afiliado a Amnesty International, hace parte de la misma línea ideológica antes reseñada con ocasión de la trayectoria de Suzanne Nossel: militancia y redes en el Partido Demócrata, ideólogo de sus políticas exteriores, y defensor del intervencionismo, injerencismo, e imperialismo bajo formas aparentemente distintas de las de sus pares del Partido Republicano, pero que en lo más profundo, coinciden en los propósitos de supremacía imperial e imposición geopolítica a nivel planetario (ver «Zbigniew Brzezinski, referente del orden liberal internacional», Pedro Rodríguez, web Política Exterior).

Aquí, en este video, se puede ver a Brzezinski con los Muyahidines, celebrando su avance frente a la izquierda de Afganistán:

En medio de una Guerra Civil desatada y una correlación de fuerza militar tendencialmente favorable a las fuerzas insurrectas, directa y fuertemente apoyadas por las potencias occidentales y en particular por Estados Unidos, el 20 de octubre de 2011, Muammar Gaddafi es asesinado en una operación con notorio apoyo desde Estados Unidos. Hillary Clinton, la Secretaria de Estado del Gobierno de Barack Obama, festejaría ante las cámaras el logro: «fuimos, vimos, y él murió» («we came, we say, he dies»).

Al poco tiempo después, incluso la prensa occidental se veía forzada a reconocer los horrores del bando que habían apoyado sólo un breve tiempo atrás. Sólo para citar un ejemplo, el medio español RTVE informaba en octubre de 2013: «La ONU denuncia la práctica habitual de la tortura en las prisiones de Libia», y detallaba que «alrededor de 8.000 personas permanecen detenidas por las milicias», reconociendo que «La ONU no dispone de una cifra definitiva y fiable sobre el número de prisiones». Entre medio, por cierto, una cuantiosa cantidad de activos del Estado de Libia de varias decenas de miles de millones de dólares fueron o bien literalmente robados desapareciendo con el relato de que se trataba de riquezas individuales de Gaddafi, o congelados hasta el día de hoy.

En octubre de 2011, se inicia la invasión y ocupación del país, iniciándose un período de guerra, degradación, pobreza y muerte, que perdura hasta el presente.

Ronald Reagan, Presidente de Estados Unidos, reunido en el Salón Oval de la Casa Blanca, Washington DC., con los por entonces presentados como «Afganos Luchadores por la Libertad».

Palabras finales, a propósito del desastre humanitario en Afganistán 

Dentro de las responsabilidades que hay tras este nuevo megacrimen internacional, de lesa humanidad, y violación gravísima y masiva de derechos humanos que está ocurriendo en Afganistán (y lo siento, pero le moleste a quien le moleste), están las de esas organizaciones «de derechos humanos» que han convertido a los derechos en coartada y parte de operaciones injerencistas, intervencionistas, y directamente imperialistas y coloniales, contribuyendo a poner y sacar gobiernos y «cambios de régimen», utilizando de manera oportunista y muchísimas veces altamente sesgada la evaluación de escenarios políticos, humanos y humanitarios en numerosos lugares del planeta.

De ejemplo, el relato de que las operaciones del Gobierno y Ejército de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán se deben a una supuesta «guerra contra el terrorismo» y de defensa de derechos del pueblo afgano, entre él de sus mujeres, como se muestra en la imagen con la que se encabeza esta nota, muestra una vez más ser una pura máscara y operación de encubrimiento de otros objetivos e intereses.

Y así, con sucesos como los descritos en esta nota y otros tantos más que quedan fuera por razones de espacio, es como Amnistía Internacional termina como un factor más de despliegue de una hipócrita mirada sobre los derechos humanos y la política internacional, donde particular importancia tienen ciertos sectores liberales que a la hora de evaluar las responsabilidades y autorías reales en torno a los peores crímenes contra la Humanidad en distintos escenarios del planeta, terminan por sumarse a la política imperial y neocolonial. Y así es operan cómo operan, también, las formas de colonialismo o neocolonialismo político, informativo, e intelectual en partes de los progresismos e izquierdas en muchas partes del mundo.


El resultado: Intensificación del militarismo de EEUU – OTAN, degradación de países completos, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, violaciones graves y masivas de derechos humanos, urgencias humanitarias, empeoramiento generalizado.


Referencias:

Amnesty International And Its Double Mission In Nigeria, The Nigerian Voice.

«La industria humanitaria (I): Amnistía Internacional», Juanlu Gonzalez, Piensa Chile.

Ver «Las «amistades» de Pussy Riot: Hillary Clinton, el Imperialismo occidental, y la ultraderecha de Rusia, Ucrania y Venezuela»,

Amnistía Internacional: su actuación en la guerra de agresión sobre Libia, Mikel Itulain, Ojos para la Paz.

Amnesty International’s Troubling Collaboration with UK & US Intelligence, Alexander Rubinstein, Mint Press News.

SourceWatch. The Center for Media and Democracy.

«Zbigniew Brzezinski, referente del orden liberal internacional», Pedro Rodríguez, web Política Exterior.

Respuesta – explicación de Amnistía Internacional de Estados Unidos, por publicidad sobre la OTAN en Afganistán.

Amnesty on NATO in Afghanistan: ‘must preserve the modest human rights gains of the past 12 years’.

Afghan children killed in ‘NATO airstrike’, Al Jazeera.

Conflict leads to Afghan displacement, but which side most to blame?, abril de 2011.

La industria humanitaria (I): Amnistía Internacional, Revista La Comuna, marzo de 2019.

How Amnesty International Criminalizes Palestinians for Their Inferior Weapons, Nicola Perugini, abril de 2015.

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Amnístia Internacional es una multinacional que forma parte de los mecanismos de acción de las grandes potencias imperalistas, Kaos en la Red.

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