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La campaña Teletón, el dolor y sufrimiento como campaña de manipulación y lavado de imagen de la farándula, poderosos y empresas

No es que se tenga algo en contra del espíritu de solidaridad y fraternidad que surge de nuestro Pueblo en tantas circunstancias de desgracias, catástrofes y tragedias en nuestro país, y que encuentra, sin duda, en las campañas de la Teletón uno de sus símbolos colectivos más ilustrativos. Dejemos esto claro desde el inicio: valorar los sentimientos colectivos y populares que sostienen estas campañas, que han llegado a formar parte de esos rituales comunes que construyen, aunque sea de forma breve, una cierta “comunidad nacional” en este largo territorio de más de 4 mil kilómetros, o el constatar que efectivamente la Fundación Teletón realiza una colaboración sustantiva a mitigar la carencia de cobertura del sistema público de salud, no es algo contraditorio con la necesidad de formular las muy fundadas críticas a la modalidad con que opera la Teletón y a la carencia apuntada. Nadie con sensatez podría ser indiferente ante el dolor y el esfuerzo que los niños con discapacidad y sus familias deben soportar.

Es importante conocer aquella otra cara de la historia. ¿Cómo no mencionar los vínculos entre el nacimiento de esta campaña y la situación histórica de nuestro pueblo bajo una dictadura brutal y opresiva? ¿Cómo ignorar las muestras de ambición personal y corporativa que impulsan a muchos de los participantes en estos eventos? ¿Cómo no criticar el afán de lucro, la publicidad “humanitaria” y el lavado de imagen que las grandes empresas, poderosos y farándula llevan a cabo utilizando el dolor ajeno y la solidaridad popular como telones de fondo?¿O el desfalco y la corrupción que también han estado presentes en la Fundación Teletón y los empresarios articuladores de sus campañas, como por ejemplo, Carlos Alberto Délano o la familia Luksic?

Mario Kreutzberger y Augusto Pinochet. La Teletón se dio inicio en 1978 con apoyo del régimen, en plena época de terror dictatorial.

Vayamos más al fondo de la cuestión. ¿Por qué un tema de salud pública tan extendido debe ser asumido por una corporación privada financiada principalmente a través de campañas que recaen en las capas populares de nuestra sociedad? ¿No debería ser el Estado de Chile quien se ocupara de esto, como con cualquier otro problema de salud pública, financiándolo mediante aportes proporcionales de quienes más tienen, en lugar de depender de quienes menos tienen, como ocurre con la Teletón? ¿No es contradictorio que esta causa termine dependiendo de una campaña publicitaria que beneficia a grandes empresas y a la farándula mediática?

¿Cómo omitir el «lavado de imagen» que hacen no sólo empresas, si no que entidades, personajes nefastos, y hasta organizaciones como la «Comunidad Judía de Chile» abiertamente pro Sionista y que constantemente apoya y justifica el apartheid y genocidio que perpreta Israel contra el pueblo de Palestina?

Visto así, parece el mundo al revés, pero esta es la realidad en Chile desde 1978. Desde entonces, se han recaudado, principalmente con el aporte de las clases populares y medias de nuestro país, más de 200 mil millones de pesos chilenos (sumatoria de todas las campañas ajustada a valores actuales). A primera vista, esta cifra impresiona, pero si la comparamos con lo que debería destinar el Estado de Chile a una política de salud pública integral, como parte de su estructura tributaria, no parece tan elevada. Si se lo mira desde un punto de vista estrictamente económico y tributario, las campañas de la Teletón son una especie de impuesto regresivo, que además permite a los grandes conglomerados económicos y grandes riquezas a realizar «donaciones» que les permiten rebajar impuestos dada la regulación legal a estas donaciones.

Carlos Alberto Délano, cabeza del Grupo Penta, Director Ejecutivo de Teletón por años, y Mario Kreutzberger.

Digamos las cosas como son. En Chile, un aspecto fundamental de los gastos de salud pública ha sido asumido por las clases populares y medias desde hace más de tres décadas. Tristemente, esto se ha asociado a una campaña televisiva que sirve de plataforma mediática y publicitaria para grandes empresas y para la farándula nacional. Y, lamentablemente, esas empresas y personajes de la farándula han —como es obvio— obtenido su tajada en este negocio, una ganancia privada a costa de las contribuciones que las grandes mayorías hacen a estas campañas y de los programas de rehabilitación que benefician a los niños y adolescentes atendidos en los centros de la Fundación Teletón.

Así, detrás del espectáculo levantado sobre el dolor de niños y familias, de los llamados a comprar y consumir los “productos de la Teletón”, y de las convocatorias a ir al banco a “depositar solidaridad”, existen en torno a innumerables contradicciones que, hablando mucho del país en que vivimos —el que más relevancia otorga a esta campaña en la región—, han pasado extrañamente desapercibidas y sin debate durante años. Basta recordar con que nada menos que Carlos Alberto Délano, empresario que encabeza el poderoso Grupo Penta, investigado y condenado con una inverosímil condena rebajada a unos pocos meses de prisión y a «clases de ética», fue Presidente Ejecutivo de la Fundación Teletón por 17 años.

Más allá de las sonrisas y el esfuerzo de esos niños, adolescentes y jóvenes; de los profesionales y trabajadores honestos que entregan lo mejor de sí en sus procesos de rehabilitación; de las familias que encuentran en la institución un sentido de pertenencia, y de los millones de chilenas y chilenos que, tras tantos años de campañas, sienten que la Teletón forma parte de sus vidas, sus recuerdos colectivos y su calendario, no es posible ignorar lo que hay al otro lado. En esa otra cara de la Teletón, con una mirada descarnada, todo se ve muy feo, y lo es. Nuevamente hemos sido testigos del mismo espectáculo de siempre, y esta historia se repetirá. Y, con el máximo respeto hacia la adhesión popular que genera y los sentimientos colectivos que inspira, una pregunta surge de esta reflexión: ¿Hasta cuándo se lucra y abusa con un tema tan sensible que debiera ser abordado como un problema de políticas públicas y no de caridad, espectáculo publicatario, propaganda política e ideológica y lavados de imagen varios?


Gladys Marín sobre la Teletón, a propósito del ofrecimiento de ayuda a la Fundación realizada por Joaquín Lavín, a cambio de «un abrazo y beso» con ella. «Un fin loable necesita medios loables»:

Las acusaciones de la periodista Laura Landaeta en contra Mario Kreutzberger, «Don Francisco», contenidas en su biografía no autorizada sobre el famoso animador chileno:

Publicación del año 2015 acerca de Carlos Alberto Délano, Director Ejecutivo de Teletón por años, y cercano a Mario Kreutzberger:


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