Sobre los contextos históricos, la Memoria, y los Derechos Humanos. Polemizando hacia la derecha y ciertas izquierdas

Cada cierto tiempo alguna coyuntura vuelve a asomar el debate sobre la Memoria de las violaciones graves y sistemáticas a los Derechos Humanos cometidas por la Dictadura pinochetista, y una idea tantas veces repetida por las derechas que la apoyaron: el argumento de que cierto contexto las haría entendibles y hasta justificables. En el último rato, ocurrió hace un tiempo con la designación de Mauricio Rojas en el Ministerio de la Cultura y las Artes por parte del Gobierno de Piñera, que se vio forzado a renunciar a los pocos días al recordarse una opinión pública en que trataba al Museo de la Memoria como «un montaje».
Y ahora, nuevamente, con la fallida designación del Rector de la Universidad San Sebastián, Carlos Williamson, en el cargo de Subsecretario de Educación Superior, al recordarse una columna en que criticaba a dicho Museo como «una brutal distorsión de la realidad histórica», calificando como “inaceptable que esa memoria quede corta y las futuras generaciones conozcan una grosera falsificación de lo sucedido en esos años” («Próximo Subsecretario de Educación Superior también criticó Museo de la Memoria, tal como exministro Rojas«, Radio Bío-Bío, el miércoles pasado).
Al abortarse su designación, el Rector de la Universidad San Sebastián publicó hoy una carta en El Mercurio, en la que se defiende con la aludida idea del contexto: “la tesis principal de mi planteamiento en aquella oportunidad fue que un museo que sólo recordaba lo sucedido con posterioridad al 11 de septiembre de 1973, sin contextualizar el origen del golpe de Estado, era una memoria corta, incompleta, que no permitía entender cómo se había llegado al descalabro social, político y económico y a una inminente guerra civil entre chilenos como lo decía don Patricio Aylwin al declarar que ‘Chile estuvo al borde del golpe de Praga, que habría sido tremendamente sangriento’”. Concluye su carta: ‘al pedir que el Museo de la Memoria arranque desde los orígenes no es para justificar las violaciones, sino para sentir el contexto‘”.
Nada muy nuevo. La derecha pinochetista suele acudir a la idea de «contexto» para intentar justificar las brutales acciones que perpetró sistemáticamente desde la mañana del martes 11 de septiembre. Y muchas y muchos en las izquierdas y progresismos, responden, a mi juicio, con algo de entreguismo ideológico y abandono político e histórico, que es mejor no debatir ni conversar de los contextos, que cuando se habla de Derechos Humanos el contexto no cuenta, reduciéndolos, por cierto, a sólo algunos, los más esenciales y vitales.
Me parece que desde una izquierda que no rehuye debates ni disputas necesarias de dar, es importante polemizar tanto con una como la otro argumento. Pues, hablemos de contexto. ¿Qué tememos?. Hablemos de que antes de asumir el Gobierno de la Unidad Popular, la ultraderecha en complicidad con la CIA ya había cometido el asesinato de René Schneider, nada menos que el Comandante en Jefe del Ejército. Que el alto mando político-militar imperial (en ese momento, con los protagonistas Richard Nixon y Henry Kissinger) ponían su atención en evitar a toda costa que Salvador Allende asumiera la Presidencia (cosa sabida, de la que han salido nuevas pruebas, «Desclasifican nuevas conversaciones entre Nixon y Kissinger para derrocar a Allende«).
Hablemos de la violencia política y los cientos de atentados del grupo «Partria y Libertad», que echaban abajo torres de alta tensión generando perjuicios incalculables, que cortaban vías férreas, que asediaban las movilizaciones del movimiento popular. De las agresiones económicas externas, de los paros de camioneros y de los mineros de El Teniente financiados desde Estados Unidos con la acción protagónica de Agustín Edwards cabildeando desde territorio estadounidense. Hablemos de contexto regional también, de ese escenario en que ya habían dictaduras ejecutoras de terrorismo de Estado en Brasil y Bolivia desde 1964, y en Uruguay desde Junio de 1973. Que el Imperio no sólo destinaba millonadas de dólares para financiar a todo lo que pudiera contener el avance de las izquierdas, si no que preparaba a militares de todos los países en guerra sucia, en desaparición, en torturas, en la por entonces llamada «Escuela de las Américas» (aún hoy operativa bajo el nombre de «Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad«).
Que se aborde la violencia política institucionalizada de las oligarquías y los aparatos represivos del Estado durante toda la historia de Chile, y en las décadas y años previos a la Unidad Popular, violencia que volcó a parte de las izquierdas a las conocidas tesis de imposibilidad de conseguir cambios sustantivos por las vías sólo pacíficas o electorales. Que abordemos, también, cierta conciencia política e histórica con distintas dimensiones de ingenuidad y falsedad, que descononocía o subvaloraba lo anterior, creyendo en mitos como aquella de la «limpia tradición de las Fuerzas Armadas» o de que Chile era aquel país idílico «donde la discriminación racial no tiene cabida» o «en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la carta constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada» (Discurso de Allende ante la ONU), cuando la verdad es que había habido innumerables hechos de altísima violencia política y masacres de las elites y el Estado, entre ellas una vulneración absoluta a los derechos de un pueblo entero como el Mapuche con una guerra invasiva no declarada y una usurpación violenta de sus territorios a partir de fines del siglo XIX, y la suspensiónoh innumerables veces repetida de la vigencia constitucional (cosa, además, expresamente facilitada en la Constitución de 1833), bajo, por lo demás, un orden constitucional autoritario, oligárquico y altamente excluyente del que poco debieran haberse enorgullecido las izquierdas.
Que se aborde y se debata sobre cómo el Poder Judicial, la Contraloría y el Congreso de mayoría opositora le negaban al Gobierno las facultades y normativas que se le habían reconocido a los gobiernos anteriores. Que se hable sobre ese contexto en que los gremios empresariales y las derechas ejecutaban actos que apuntaban al desabastecimiento, el mercado negro y la especulación con los bienes básicos, en una estrategia sistemática de sabotaje económico.
Hablemos de ese contexto en que con la «Ley de Control de Armas» que la oposición logró dictar tras el paro patronal de Octubre de 1972, se entraba a reprimir duramente al movimiento popular en pleno Gobierno de la UP. Hablemos de las torturas a marinos constitucionalistas que denunciaban los preparativos de Golpe, ante una conducción del Gobierno popular lenta y dubitativa sobre qué hacer, aún después de la intentona fallida de Golpe de Estado del 29 de Junio de 1973.
Así, en la negativa de hablar del contexto del Golpe Militar hay una especie de falsa conciencia culpógena y un abandono ideológico de parte de las izquierdas. Como si de las atrocidades abominables de las derechas y el Imperio previas a esa mañana de Septiembre no fueran graves. Como si tuviéramos que avergonzarnos del contexto de esos mil días de la Unidad Popular, y fuera mejor no hablar de ellos.
Tales rendiciones políticas, históricas, e ideológicas, que decantan en la omisión de la evaluación de los contextos, son las que fundan, también, desvaríos varios en juicios sobre situaciones y escenarios de la historia presente. Hablamos particularmente sobre el caso de Nicaragua y Venezuela, a los que nos hemos referido extensamente (Ver «Nicaragua quiso Paz. La derrota del intento de desestabilización y Golpe de Estado contra el Gobierno Sandinista el 2018«, y «¿Y los Derechos Humanos de las y los Chavistas y del Pueblo de Venezuela? Acerca del Informe Bachelet y la acción de actores no estatales y de otros Estados«).
Por cierto que las violaciones sistemáticas y graves a los Derechos Humanos por parte de la Dictadura a partir del Golpe se deben juzgar, también, en contexto, y en eso no hay espacio para justificación alguna, si no más bien un listado de agravantes: ese contexto de una guerra declarada a un enemigo prácticamente sin armas y escasísimos apoyos externos, ese de una asimetría extrema entre Fuerzas Armadas gobernando en casi toda la región, y apoyadas sistemicamente por la superpotencia mundial que controlaba este hemisferio. Pues sólo desde el oportunismo político se podía aludir al «Golpe de Praga» ocurrido en 1948 en Checoslovaquia, como excusa para sentirse amenazado por un eventual «autogolpe» del Gobierno de la Unidad Popular en el Chile de 1973, en circunstancias que la URSS nunca hizo ninguna operación político-militar alguna fuera de su área directa de influencia y área de ocupación con ocasión de la Segunda Guerra Mundial, y no, tampoco Cuba, por si algún desprevenido desconoce que los vínculos del Gobierno revolucionario cubano con la URSS comenzaron mucho después de su triunfo político y militar.
Resumiendo y concluyendo: Desde las izquierdas, no hay nada que debamos temer ni ocultar sobre el tema de los contextos históricos, ni aún en los peores errores y horrores que hayan cometido quienes nos precedieron, tanto en Chile como en otras partes del Mundo.
Como dijera Antonio Gramsci: «La verdad es siempre revolucionaria». O parafraseando al barbudo mágico y gigante hoy que es 26 de Julio: Con la verdad, con la razón, con la moral.
Nada ni Nadie está ni será olvidado.
*** Imagen: Concentración de la Unidad Popular en la Alameda. Extraida de Revista Ramona.