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El “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe: La nueva “Estrategia de Seguridad Nacional” del imperialismo de Estados Unidos y su impacto en América Latina 

La publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) por el gobierno de Donald Trump la semana pasada constituye más que un ajuste de política exterior; es una declaración estratégica que abandona las pretensiones discursivas de supuesta “democracia, derechos humanos y valores occidentales” para abrazar un nacionalismo agresivo sin tapujos y con una clara vocación de acrecentar el control del hemisferio occidental y el continente americano. Este documento no solo declara el fin del orden “liberal” internacional liderado por Estados Unidos, sino que, de manera más inmediata y tangible, reclasifica a América Latina como un espacio vital de control exclusivo. Lejos de la retórica de «socios» o «comunidad de democracias», la región reaparece en la mentalidad de Washington bajo la lógica decimonónica de la Doctrina Monroe, pero potenciada con herramientas del siglo XXI: un «neomonroísmo» que combina presión militar asimétrica, coerción económica cruda y una guerra cultural y política reactiva. El impacto para América Latina es sistémico y amenaza con reconfigurar sus relaciones internacionales, su modelo de desarrollo y su soberanía. Todo esto, en un abierto contraste con la también recién publicada política de la República Popular China hacia América Latina y el Caribe.

Desarrollamos aquí los contenidos e implicancias del nuevo documento de Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno estadounidense y su régimen imperialista.

1. El Repliegue hemisférico y el fin de la distracción global

Históricamente, la atención intermitente de EE.UU. ofreció a América Latina márgenes de maniobra. El nuevo repliegue estratégico revierte esta dinámica. Al declarar que «América es primero» y retirarse de compromisos onerosos en Asia Occidental o Europa del Este, Washington redirige su enorme aparato de seguridad, diplomático y económico hacia lo que históricamente ha considerado su «patio trasero». Esta no es una atención benévola, sino una vigilancia intensiva. Para los gobiernos latinoamericanos, se pretende que no les sea posible navegar en los intersticios del desinterés estadounidense o equilibrar alianzas de forma discreta. Estados Unidos exige sumisión y exclusividad. La región pasa a ser el principal escenario operativo para una superpotencia que se percibe a la defensiva a nivel global, pero ofensiva en su esfera inmediata. Esta concentración de poder proyectado sobre el continente reduce drásticamente el espacio de autonomía.

2. La exclusión forzosa de China y gobiernos del proyecto multipolar (BRICS)

El mandato de excluir a potencias extra-hemisféricas (China, Rusia, Irán) no es una preferencia, sino el núcleo duro de la estrategia. Para América Latina, esto se traduce en una coerción abierta para deshacer alianzas y cancelar proyectos. Con ello, se puede anticipar, entre otras aristas, una mayor presión hacia las relaciones con China, un mayor asedio a gobiernos, y la militarización de la presión y presencia estadounidense en nuestra América.

Una presión sobre la Inversión China: Los proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la infraestructura portuaria y las inversiones en minería y energía enfrentarán sanciones secundarias de EE.UU., acusaciones de «deuda trampa» y campañas de desprestigio. Países como Brasil, Argentina o Perú que han incrementado su comercio con China serán forzados a «elegir bando».

Presión y ssfixia a Gobiernos «Adversos»: A Venezuela, Cuba y Nicaragua se sumarán otros gobiernos que, independientemente de su signo ideológico, prioricen alianzas con competidores de Washington. La herramienta no será solo el embargo, sino el aislamiento financiero total, el bloqueo de envíos de alimentos y medicinas bajo pretextos de seguridad, y el apoyo legalizado a fuerzas opositoras.

La Militarización de la competencia geoeconómica: La presencia comercial china será enmarcada como una amenaza de seguridad nacional para EE.UU., justificando cualquier respuesta. El acceso a puertos o la adquisición de tierras con fines agrícolas podrán ser interpretados como «posicionamiento de fuerzas», activando cláusulas de defensa mutua o justificando acciones unilaterales.

3. El «Corolario Trump» a la Doctrina Monroe: Intervencionismo en la era de la Guerra Híbrida

El intervencionismo abandona la excusa de la “democracia y los derechos humanos y los valores occidentales”  para adoptar una lógica de puro interés nacional. El «Corolario Trump» de la Doctrina Monroe opera en múltiples niveles:

Guerra política y judicial: Se institucionaliza aún más el apoyo a sectores políticos afines, no solo mediante fondos para la «sociedad civil», sino a través de alianzas directas con partidos y líderes específicos, muchos de ellos de la derecha populista y conservadora. Los sistemas judiciales y los medios de comunicación serán arenas de influencia, utilizando casos de corrupción (amplificados o selectivos) como armas para desestabilizar gobiernos incómodos.

Presencia militar y «Policía Vecinal»: La reorganización de tropas y el refuerzo de bases en Colombia, Perú, Ecuador y el Caribe no es disuasiva, sino operativa. Se anticipan operaciones encubiertas contra «amenazas transnacionales» (narcotráfico, migración) que, en la práctica, otorgan a EE.UU. capacidad de acción militar en territorios soberanos de países de nuestra región. La frontera colombo-venezolana, el Triángulo Norte de Centroamérica y el Darién corren un grave riesgo de convertirse en zonas de intervención permanente.

La amenaza del «Caso Venezuela» como precedente: La retórica y las acciones planificadas contra Venezuela (bloqueo naval, sabotaje, apoyo a invasiones) sirven como señal clara a otros gobiernos. Es un manual de operaciones que demuestra la disposición a traspasar líneas rojas de la soberanía cuando un régimen es considerado un «estado fallido» o un «aliado de potencias hostiles».

4. El control y saqueo de los bienes comunes recursos naturales estratégicos y una dependencia renovada

La visión de América Latina como «reserva de recursos» se actualiza para la transición energética y la guerra tecnológica. El control no busca solo beneficio económico, sino seguridad de suministro para la industria estratégica estadounidense y la denegación a sus rivales.

El Litio y los Minerales Críticos: La presión sobre Argentina, Bolivia y Chile amenaza con acrecentarse. Washington exigirá contratos de extracción y procesamiento directo con empresas estadounidenses, marginando a capitales chinos, europeos o nacionales. Se impulsarán reformas legales que desmonten monopolios estatales (como YLB en Bolivia) y se condicionará la ayuda o el alivio de deuda a la firma de estos acuerdos. El concepto de «soberanía sobre los recursos naturales» será atacado como un obstáculo a la «seguridad hemisférica».

Agua, Biodiversidad y Tierras Raras: La atención se expandirá al agua de los acuíferos guaraníes, a la biodiversidad amazónica (como reserva genética) y a otros minerales esenciales. La seguritización de estos recursos implicará que cualquier proyecto de desarrollo local o asociación extranjera sea visto a través del lente de la competencia estratégica, sujeto a veto o interferencia.

5. La Batalla Cultural y Política en el continente: Pragmatismo, «Deswokenización» y el nuevo orden ideológico

El abandono de la agenda de derechos humanos es profundo. El «pragmatismo» significa que gobiernos autoritarios, corruptos o violadores de derechos serán aliados preferentes si garantizan exclusividad a EE.UU. y reprimen la influencia china. Esto legitima y fortalece a las fuerzas más regresivas del continente, erosionando décadas de avances en justicia transicional, igualdad de género y derechos indígenas.

Paralelamente, la «deswokenización» es una ofensiva cultural y valórica. Se promoverá activamente una alianza transnacional de actores conservadores, evangélicos y nacionalistas para combatir agendas de derechos sexuales y reproductivos, promover una narrativa de «familia tradicional» y soberanía nacional en oposición al «globalismo liberal», y deslegitimar el ecologismo y los derechos de la naturaleza como «obstáculos al desarrollo”, entre otros objetivos de orden ideológico con directas implicaciones políticas en la agenda pública de los países. Todo esto crea una fractura social más profunda dentro de los países, donde las élites gobernantes alineadas con Washington enfrentarán a sus propias sociedades civilmente activas.

6. La intención explícita de acrecentar la subordinación regional

La Estrategia de Seguridad Nacional de Trump no ofrece a América Latina una asociación, sino una nueva servidumbre. Consolida un modelo de relación basado en una jerarquía rígida: Washington como poder hegemónico; gobiernos locales dóciles como administradores intermedios; y la población y los recursos como objetos de explotación y control. Este neomonroísmo, lejos de traer desarrollo o estabilidad, estimulará la carrera armamentística regional, ahondará las desigualdades, criminalizará la disidencia y convertirá a los estados en campos de batalla de una nueva Guerra Fría continental.

Para las élites, gobiernos y pueblos latinoamericanos, el camino corto del alineamiento promete beneficios inmediatos, pero a un costo existencial: la renuncia a un proyecto de integración autónoma y la condena a un rol de proveedor primario y cliente cautivo. 

Para los pueblos, el precio a pagar es erosionar aún más la soberanía de nuestros países, conflictos sociales exacerbados y un futuro donde las riquezas del continente, una vez más, pueden fluir hacia el norte para alimentar la fortaleza de una potencia que ha decidido que su seguridad se construye, precisamente, sobre la inseguridad y la subordinación de sus vecinos, repitiendo las características de dependencia y subdesarrollo históricas en nuestra América hacia el imperialismo y el colonialismo estadounidense y europeo. El «Gran Garrote» del siglo XXI no es solo militar; es financiero, tecnológico, cultural y judicial. Y está siendo esgrimido con una determinación que América Latina no había visto en décadas con el “Corolario Trump”.


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