Miguel Ángel Toledo, ex carabinero denunciante de corrupción institucional y robo de madera, fue encontrado muerto en su domicilio en Victoria

Miguel Ángel Toledo Cancino, el ex capitán de Carabineros que se atrevió a denunciar desde dentro las redes de corrupción que vinculan a la institución policial con el robo sistemático de madera en La Araucanía, fue hallado sin vida en su domicilio en Victoria (Provincia de Malleco, Región de la Araucanía) el jueves 20 de noviembre de 2025. Su muerte, ocurrida en circunstancias aún no aclaradas por las autoridades, no es una tragedia personal aislada, sino el epílogo siniestro de un sistema podrido que silencia a quienes desafían la injusticia e impunidad campeante.
Toledo no fue un denunciante cualquiera. Tras su paso por Carabineros, se convirtió en empresario maderero, lo que le permitió descubrir y documentar con lujo de detalles una maquinaria delictiva que involucraba, afirmó en numerosas ocasiones, a altos mandos activos de la policía. Sus querellas, presentadas desde 2021 en tribunales de Temuco, acusaban a funcionarios de fabricar evidencias, falsificar partes policiales y ejecutar montajes para encubrir el hurto de madera, un multimillonario negocio que marca la realidad de las regiones del sur con masivas plantaciones forestales.
Sus revelaciones, emitidas sin temores en programas como «Pauta Libre» de La Red o «Cable a Tierra» de El Ciudadano, encendieron las alarmas sobre una simbiosis criminal: «Vengo denunciando estos hechos desde 2017; hay carabineros activos en guardias privadas de forestales, cobrando por protección ilícita», declaró en febrero de 2021. Pero Toledo no se quedó en generalidades; entregó nombres y describió un modus operandi preciso.
Denunció al comandante Hernán Benavides (Fuerzas Especiales, Cañete), al capitán Juan Carlos Ojeda, y señaló como pieza clave al coronel Marcelo Teuber, a cargo de inteligencia en La Araucanía. Incluso relató una conversación con Juan Carlos Espinoza, jefe de inteligencia de Malleco, quien le habría reconocido que “arriba hay un oficial que lidera el hurto de madera”.
El corazón de su denuncia fue el llamado «autoatentado» en el Fundo Canihual. Toledo narró cómo, tras pedir protección para sus faenas, Carabineros le impuso condiciones extrañas, como marcar con GPS la madera en miles de hectáreas. Él propuso usar drones para perimetrar la zona, pero su propuesta fue rechazada: “Yo tenía drones, que tenía 15 kilómetros para poder demostrar que tenía todo perimetrado … el comandante no quiso, eso me pareció más sospechoso. Fue el mismo día del atentado.” («Montaje, autoatentado y robo de madera: Detalles sobre el testimonio de ex capitán que confirma red de corrupción de Carabineros en La Araucanía», El Ciudadano).
Ese día, escuchó ráfagas de disparos y, por su expertise en armamento, supo de inmediato que se trataba de armas de uso exclusivo policial: “Yo soy especialista en armamento, yo dije al tiro esas ráfagas fueron Uzi. Las únicas personas que usan Uzi son los Carabineros, nadie más.” Sostuvo que se trató de una falsa emboscada para justificar el robo de madera, ya que “Carabineros sabía perfectamente dónde estaba la madera, la cantidad de toneladas. Solo ellos contaban con esa información.” («Ex capitán denuncia que dentro de guardias privados de las forestales «hay carabineros y funcionarios PDI activos”, El Ciudadano).
Más grave aún, Toledo aseguró que el cabo segundo Manuel Colipán, quien apareció como herido en el parte policial, le confesó que su lesión fue causada por un compañero y no en un «asalto mapuche», y que el parte fue falsificado para inculpar a la comunidad mapuche Colipi. Esta práctica, según Toledo, no era sino la punta de lanza de un negocio mayor: “A mayor incremento de montajes, es mayor la producción de exportación (de madera)… Esta madera la compra un exportador y la madera (robada) sale de Chile, con todos los papeles al día. Blanquean la madera robada.”
Su audacia llegó al extremo de cuestionar la versión oficial de ataques con resultado mortal contra Carabineros, afirmando: “Yo sé quiénes son. Ojo, no son mapuche … ¿de dónde salió el ataque, viejo? … Quieren involucrar a un grupo terrorista, … ¡que eso es falso! Es mentira.”, apuntando a “gente metida adentro” de la institución policial.
La muerte de Miguel Ángel Toledo, en este contexto, es una advertencia política. Es la evidencia brutal de que desafiar a estas redes corruptas, enquistadas en el corazón del Estado, cuesta la vida. Su legado no es solo el de un denunciante, sino el de un síntoma de una regresión autoritaria: un sistema donde la justicia no actúa, la impunidad es la norma y la violencia institucional se viste de legitimidad para proteger sus privilegios. Exigir una investigación exhaustiva de su muerte no es solo un acto de justicia para su familia y su comunidad, es una trinchera en la defensa de la democracia contra el cáncer de la corrupción.






