«La última noche en Tomás Moro. El tardío referéndum». Joan Garcés sobre el último día del Gobierno de la Unidad Popular
Un nuevo 11 de Septiembre y siempre habrá muchas cosas que decir, siempre con una carga especial adicional, una vez más, con sucesos muy presentes que recuerdan lo tanto que nos marca esta fecha.
En este día previo, recomendamos el texto “Allende y la experiencia Chilena. Las armas de la política”, de Joan Garcés, por entonces, integrante del equipo asesor presidencial, y que estuvo hasta casi los últimos momentos con el compañero y Presidente de la República Salvador Allende Gossens. Aquí va un fragmento extraído de las últimas páginas de un libro que debiese ser más leído y difundido de lo que está, en especial, entre los circuitos más militantes en los que este testimonio y reflexión desde el primer anillo del Gobierno de la Unidad Popular está muy desconocido y subvalorado.
Por las multitudes que dieron su vida y su muerte, por su vocación de lucha por un mundo y un país distinto, por el legado que dejaron,
Venceremos.
“LA ÚLTIMA NOCHE EN TOMÁS MORO: EL TARDÍO REFERÉNDUM
Tomás Moro es desde 1970 la residencia oficial del presidente de la república. En medio de un pequeño jardín, su interior es de hecho una suerte de museo. Sus muros están repletos de cuadros, donados en distintas épocas por amigos de la familia Allende: Siqueiros. Portocarrero, Miró, Guayasamín, Picasso, Matta… Uno de los de Siqueiros lleva en la parte posterior una dedicatoria fechada en la cárcel. Junto a la puerta principal, una enorme imagen medio difuminada en la que destacan con nitidez los ojos y una especie de fusil en la parte inferior. Contemplada desde lejos se identifica al Che Guevara. Obra de José Balmes, Allende gustaba comentarla a los generales que llegaban allí, divertido en su interior por la propia escena que ello significaba. En el gabinete de trabajo, en estantes adosados a la pared, se alinea un centenar de huacos precolombinos. Antes de llegar al gabinete, en la biblioteca, fotografías dedicadas de Ho Chi Minh y Che Guevara, junto a la de Velasco Alvarado con la inscripción: “Al «chicho» Allende, el «chino» Velasco”, con la que el presidente peruano recordaba los nombres familiares de ambos. Una carta manuscrita del príncipe Sihanouk de Camboya, junto a las fotografías de los presidentes chilenos Arturo Alessandri Palma, restaurador del régimen presidencial en 1925, y Aguirre Cerda, portavoz del Frente Popular en 1938…
Aquella noche, los primeros en llegar somos Olivares y yo. Letelier está terminando en el Ministerio de Defensa una conferencia de prensa sobre la posición del gobierno en materia de seguridad nacional y en relación con las Fuerzas Armadas, resumiendo la doctrina del gobierno de la Unidad Popular hacia estas últimas: respeto por su personalidad institucional, mejoramiento de su nivel de preparación y equipamiento profesional, voluntad de acabar con su aislamiento respecto de la sociedad civil, atribución de los medios para evitar el estallido de la guerra civil y el derrumbe de las instituciones democráticas… Es la política que se ha puesto en práctica a lo largo de tres años. Pero ya a estas alturas el contexto sociopolítico original ha cambiado, el antagonismo entre los bloque sociales en pugna se plantea también en el terreno militar, y no solo político, económico o ideológico. Y la oficialidad conservadora se halla plenamente convencida de ello, preocupada tan sólo de asegurar que las organizaciones obreras y el gobierno no cuenten con respaldo militar orgánico en el momento de la insurrección que se prepara.
Augusto Olivares se pasea inquieto:
– Quiero decirte algo que me tiene muy preocupado. La situación es muy grave, y es mucha la responsabilidad que asumimos hoy, tú y yo, al participar en estas circunstancias en las definiciones del presidente, sin discutir previamente sus bases. Los trabajadores se sienten indefensos, como desamparados.
– Coincido contigo. Hace tres semanas que presenté mi renuncia al presidente.
– No lo sabía.
– Los errores militares que se han cometido en el mes de agosto son una catástrofe para el gobierno. No tenía otro medio más elocuente para llamar la atención sobre ellos.
– Yo siempre he tenido una sospecha: ¿qué pasó realmente dentro de las FFAA el 29 de junio….?
– Durante el mes de agosto – continúo yo- me da la impresión de que al Gobierno lo han tenido engañando los militares en quienes se tiene confianza. En mi informe del viernes pasado he expuesto todo esto, para concluir preguntando cuántas horas nos quedan.
– Yo ya tengo hecho el testamento…, sonríe levemente Olivares.
– Yo no. No tengo nada que dejar.
– No, si mi testamento es más que nada lírico… Por cierto, he venido escuchando la conferencia de prensa del Ministro de Defensa. No me ha acabado de gustar.
Al llegar Letelier, Olivares le hace el mismo comentario. El ministro responde que era una intervención pensada y dirigida más hacia el interior de las Fuerzas Armadas que hacia el público en general.
Había traído conmigo la disposición legal de 1945 que regulaba la defensa civil. Se la dí a leer a Letelier. Se llevaba varios años de retraso en desarrollar una línea de acción semejante. Pocas horas después entraba el Ministro del Interior, y por último, pasadas las nueve horas, Allende.
Olivares orientó la conversación hacia su tema de inquietud:
– Presidente, acaba de hacerse pública una declaración del Partido Comunista describiendo la situación como muy grave, mencionando el peligro inmediato de un golpe. He pedido al canal de televisión que me la hagan traer.
Una declaración. Pero, ¿con qué medios cuentan a estas alturas el Partido Comunista y los trabajadores para prevenir o responder a un golpe de Estado?
Como a las 9:30 llaman desde la secretaría privada. Olivares recibe el siguiente mensaje: a La Moneda acaba de llegar la noticia de que dos camiones con tropas han salido de la ciudad de Los Andes en dirección a Santiago.
¿Qué significa esto? Es la hora de cenar. Nos están esperando la señora de Allende -Tencha- e Isabel, su hija, que acaban de retornar de un viaje oficial a México. Tencha hace comentarios sobre el viaje. La acogida de los mexicanos ha sido afectuosa, pero en cambio había recibido varias amenazas de muerte de fuente chilena. Elogia el comportamiento del comandante Sánchez, edecán aéreo del presidente, que le acompañaba.
La conversación se desvía después hacia nuestro medio. En un momento dado comento el contraste que se observaba entre el uso que la derecha estaba haciendo del terrorismo y de acciones violentas contra el Estado, buscando cambiar la forma de .gobierno, mientras que este último se hallaba atado por la legalidad. Allende responde:
-Tiene Ud. razón, pero nosotros no podemos romper la legalidad porque somos precisamente el gobierno. Siempre hemos luchado en favor de que el respeto por la ley en un estado democrático corte el paso al despotismo o la arbitrariedad, evitando que los chilenos acaben matándose unos a otros, así como para asegurar a los trabajadores sus conquistas. Entre la ley o la fuerza bruta, siempre hemos sostenido que el país sea regido de acuerdo con las leyes.
Briones asiente:
– Así es.
Tencha insiste en que los atentados terroristas están haciendo cada día víctimas inocentes:
-En los tres meses últimos llevamos un promedio de un acto terrorista cada hora.
Isabel le contesta:
-Al terrorismo la Unidad Popular no puede responder con el terrorismo, pues eso sería el caos.
Allende hace un gesto afirmativo.
Mi observación va dirigida en otra dirección:
– El gobierno puede probar mayor capacidad de reacción y de presencia frente al terrorismo. Por ejemplo, en relación con los atentados organizados por los comandos de barrio de la derecha, haciendo investigar en profundidad en las manzanas de alrededor. ¿Por qué el ministro del Interior no imparte esta orden? El gobierno puede tener una respuesta distinta de las declaraciones verbales que acostumbra hacer la izquierda, sin necesidad de dejarse arrastrat tampoco a cometer atentados, que es lo que desearía la derecha por lo demás.
Letelier argumenta en el mismo sentido. El presidente se manfiesta de acuerdo. Briones concluye:
– Conforme, así lo haré mañana. Ahora será el Ministerio del Interior quien impartirá órdenes de allanamiento.
Demasiado tarde. La legalidad hacía tiempo que era desconocida por la oposición en todo aquello que dejaba de proteger sus intereses. Sólo la conjunción de la fuerza social del movimiento popular, por un lado, y de la disciplina del aparato armado del estado, por otro, había logrado mantener el imperio de la ley hasta aquella noche. Al día siguiente, sin embargo, la pérdida del control de las instituciones armadas no sólo implicaría la caída del gobierno, sino la del Estado democrático y su legalidad como forma de organización de la convivencia en la sociedad civil. La violencia sin contrapeso y la arbitrariedad iban a tener franco el camino, hasta que un nuevo poder coercitivo se impusiera al servicio del sector social cuya fuerza armada resultara predominante. La referencia a la Constitución y las leyes como marco de definición del uso de la fuerza y como norma del comportamiento colectivo tenían, aquella noche, su última invocación. Un período se estaba cerrando en la historia del país: el del desarrollo de la socialización del poder mediante la creciente democratización de la sociedad dentro de un estado de derecho. El estado de guerra -de la burguesía contra los trabajadores primero, y de éstos contra la burguesía después-, se iniciaba en Chile. Por varias generaciones, probablemente.
Terminada la cena, la última de varios de los presentes, Tencha e Isabel se retiraron y los restantes nos reunimos en el gabinete de trabajo. Allende comenta que, por fin, la Armada se ha hecho a la mar y ha partido de Valparaíso.
-…de algo parece que podemos estar seguros, el golpe no será de la totalidad de las Fuerzas Armadas…
Después pasa a considerar la importancia del mensaje a la nación del día siguiente y los temas que debe contemplar;
-Voy a dar el trámite de urgencia a la discusión en el Parlamento de los proyectos legislativos considerados durante las negociaciones con el Partido Demócrata Cristiano (PDC). El período ordinario de sesiones termina el próximo día 15. Para el 20 de septiembre convocaré a las Cámaras en legislatura extraordinaria, y sólo figurarán en tabla de deliberaciones los mencionados proyectos de ley. Entre los días 15 y 20 me reservo la implantación eventual del estado de sitio que hasta la fecha me ha negado el Congreso, según la evolución de los acontecimientos. Si en el PDC hay acuerdo en legislar sobre los proyectos indicados, de inmediato promulgaré las dos reformas constitucionales que ha aprobado últimamente el Parlamento. Si no hay acuerdo, convocaré un referéndum. Ya le he dicho al Ministro de Justicia que prepare el articulado del texto, dándole como coordenadas los criterios que manifesté al presidente del PDC en mí carta del 2 de agosto. Sobre la convocatoria de un referéndum, el Partido Comunista me ha entregado a mediodía esta carta. Está de acuerdo, así como también en concederme poderes de decisión en los próximos meses, hasta que superemos la presente emergencia. No voy a hacer publico el contenido exacto del referéndum, que es una baza que me reservo. Pero ello despeja la tensión entre los militares. Ayer los generales me abrieron los ojos como platos cuando le sdije que iba a convocar a un referéndum al comenzar esta semana.
– Presidente, -me preguntaron asombrados-, ¿es una decisión que está tomada?
– Sí, -les contestó- mañana la voy a hacer pública.
Allende prosigue su exposición:
– Medidas económicas de emergencia para asegurar la realización del plan de 1974. Todos los esfuerzos de producción, organización, dirección y control deben concentrarse en asegurar la disponibilidad de los productos esenciales para la mayoría de la población, garantizando el abastecimiento a precios oficiales. Se requiere incrementar la inversión en un sentido favorable a consolidar la reorientación de la producción en beneficio de los trabajadores, dándoles más oportunidades de empleo productivo en el futuro. Se asegurará el pleno empleo actual. Aquí tengo la síntesis de las medidas concretas que me ha hecho llegar Vúskovic [las lee, y prosigue]:
– Ninguna concesión a los gremios en huelga. Las direcciones de los colegios profesionales en paro deben ser desconocidas por los colegios que trabajan. Ofensiva total contra los terroristas, a los de Patria y Libertad, los vamos a aplastar. Para el pueblo ha llegado la hora de ser yunque o martillo.
Olivares entiende que el mensaje debe ser dirigido especialmente hacia los trabajadores, la oposición democrática y las FFAA y ser combativo en lo restante.
Briones señala:
-En lo que se refiere a los proyectos legislativos, aquí traigo el acuerdo convenido con la dirección del PDC. Están resueltas las divergencias y están de acuerdo en todo. La DC ha dado su conformidad en los términos especificados en estos documentos, así como sobre el modo de promulgar la reforma constitucional de las Áreas de Propiedad.
Horas después, el PDC aplaudía y rendía pleitesía a la Junta Militar, guardando silencio sobre estos acuerdos. De haber fracasado la sublevación, no me cabe duda que habríamos asistido a las habituales profesiones de fe democristiana, de “reafirmación de nuestra inquebrantable voluntad de respetar la legalidad, el régimen institucional, la democracia…, y de condenar la violencia, venga de donde venga”, al tiempo que habrían esgrimido los acuerdos a que aludía Briones para probar “nuestra voluntad generosa y desinteresada de contribuir a superar la crisis presente”. Triste papel el de los democristianos.
La carta de la comisión política del PC al presidente mencionaba la convocatoria de elecciones para una Asamblea Constituyente y posible reducción del período presidencial a cuatro años.
– ¿Qué alcance tiene esta proposición, -pregunté-. No acabo de entender. Hasta la semana pasada, siempre los comunistas han rechazado la convocatoria de un plebiscito. Ahora se desplazan al extremo opuesto. Otro gallo cantara si hubieran formulado esta misma proposición hace dos años. Ahora, creo que no hay tiempo sino para plantear a través del referéndum las opciones políticas y económicas más inmediatas que se debaten en el país. En cuyo caso, el gobierno no puede poner en cuestión de modo directo su continuidad.
Allende lee en voz alta la carta firmada por Luis Corvalán: “La Asamblea Constituyente sería elegida para introducir reformas limitadas o amplias en la Constitución y, eventualmente, para elaborar un nuevo régimen institucional. Depende de las circunstancias. Funcionaría simultáneamente con el Parlamento ordinario actual […] Este punto -dice Allende- debe incluirse en el discurso de mañana.”