Pedro Castillo consolida ventaja y mantiene discurso y programa radical de cara a la segunda vuelta presidencial en Perú

Quien fuera una sorpresa en la primera vuelta presidencial y prácticamente nadie conocía fuera de Perú, el candidato presidencial Pedro Castillo dirigente del profesorado peruano y militante del partido Perú Libre, ha mantenido una posición de ventaja sobre la candidata de las derechas y el fujimorismo, Keiko Fujimori, hija del ex presidente preso por numerosos y graves crímenes y referente de la imposición del modelo neoliberal.
Así lo ha informado nuevamente la encuesta IPSOS Perú, donde se mantiene la ventaja mostrada en la encuesta anterior, siendo esta la segunda tras la primera vuelta:

La encuesta también se da en el contexto del día posterior al primer debate tras la primera vuelta entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, en el que la candidatura de izquierdas mantuvo su discurso y programa de transformaciones radicales, y directas interpelaciones hacia Keiko Fujimori y todo lo que ella representa.
El eventual triunfo de Pedro Castillo representa un suceso que podría nuevamente «mover la aguja» hacia la izquierda en la región, además de ser un proceso novedoso que marca distancias con otras referencias progresistas en el continente.
Como resumió bien el sociólogo argentino, Lautaro Rivara:
«No es exactamente parte de una «segunda oleada progresista» en la región. Me atrevo a pensar que Pedro Castillo es otra cosa, así como otra cosa muy distinta al progresismo es el Perú sureño, las rondas campesinas, y este capilar movimiento social que viene de lejos, aunque recién ahora lo hallamos visto auparse del caballo.
Su posicionamiento en el debate electoral frente a Keiko Fujimori no se olvidó nada en el tintero. Castillo no suavizó consigna alguna ni maquilló su programa, como parecen demandar los manuales tácitos de las candidaturas cada vez más descafeinadas, centristas, tecnocráticas y liberalizadas que proliferan en la región. Castillo habló de referéndum constituyente; denostó frente a su rival las esterilizaciones forzosas bajo la dictadura de Alberto Fujimori; puso sobre el tapete la necesidad de una (segunda) reforma agraria que a la vez complete y rectifique la de Velasco Alvarado; propuso políticas económicas de industrialización soberana; habló de la necesidad de poner coto a las corporaciones y de la necesaria reapropiación de la renta minera y agraria; manifestó el inicio de una coordinación geopolítica con Rusia y otras naciones para la obtención de vacunas; y se refirió en extenso a la lucha anticorrupción -quizás una de las principales demandas populares del Perú, aunque a algunos les genere cierto escozor-, pero no para cazar perejiles ni hacerle el caldo gordo al lawfare, sino a través de una cruzada «que comience por arriba».»
La irrupción de Pedro Castillo proviene de lo que podría llamarse como el Perú profundo, principalmente desde las provincias y de las franjas populares. Hizo camino en los últimos años en el marco de la organización y movilizaciones del profesorado peruano, y se hizo conocido a nivel nacional en la Huelga Magisterial de 2017. En términos de militancia política, Castillo pasó por el partido del ex presidente Alejandro Toledo («Perú Posible»), hasta ese año, e ingresó al partido Perú Libre el 2020. El partido Perú Libre se declara como marxista, leninista, y mariateguista, en referencia al referencial dirigente e intelectual peruano, José Carlos Mariategui.
La campaña presidencial de Castillo se ha abierto paso en torno a ese tejido social y alejado de los grandes medios e incluso con una presencia menor en redes sociales, hasta el día de las elecciones de primera vuelta. Desde entonces, una feroz campaña de las derechas, que intentan hacer resurgir los miedos derivados del conflicto armado y la «guerra sucia», ha vuelto a provocar el conocido «terruqueo», es decir, las acusaciones de terrorismo y violentismo hacia todo actor que critique desde las izquierdas y fuerzas populares al orden oligárquico y extremadamente desigual existente en Perú.
Como muestra de el intento de generar un clima «anti comunista» que logre desplazar el muy mayoritario rechazo al fujimorismo, en Lima han aparecido numerosos y grandes carteles pagados haciendo referencia a los posibles peligros que implicaría la victoria de Castillo: «El comunismo genera miseria y pobreza”, «Piensa en tu futuro. No al comunismo», «¿Sabes que el voto blanco le suma al comunismo?», y otras consignas similares.
Como contrapartida, la memoria popular recuerda la tragedia que significó a la larga la proclamada «guerra contra el terrorismo» de Fujimori y su gobierno, además de la extendida corrupción, la degradación institucional, y un autoritarismo repleto de horrores, delitos y crímenes. De hecho, Alberto Fujimori cumple condenas por las matanzas de Barrios Altos en 1991 y La Cantuta en 1992, además del secuestro de un empresario y un periodista, y por los delitos de peculado doloso, apropiación de fondos públicos y falsedad ideológica en agravio del Estado. También, casos de las miles de esterilizaciones forzadas ejecutadas durante su gobierno, o acciones de los organismos estatales en el marco de la guerra interna con las guerrillas, han llegado a la instancia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, siendo condenado el Estado peruano por múltiples causas: ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas, torturas y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes, denegación de justicia, etcétera. Junto con sus graves violaciones a los derechos humanos más básicos, Fujimori encabezó la instalación del modelo neoliberal bajo extendidas dinámicas de corrupción y captación del Estado para negocios e intereses privados, con prácticas mafiosas en buena medida capitaneadas por su propio aparato de inteligencia, principalmente a cargo del también tristemente conocido Vladimiro Montesinos.
En suma, la contendora de Pedro Castillo representa todos los males que la degradación de la política peruana viene mostrando cada vez más nítidamente, y que ha devenido en numerosas sucesiones y destituciones de presidentes y gobiernos, y que, nuevamente, ha abierto la posibilidad de un proyecto nacional-popular y de izquierdas en la región.