El «Financial Times» reconoce fragilidad del «contrato social» neoliberal y necesidad de reformas radicales
Tal como se viene señalando desde los inicios de esta coyuntura planetaria surgida a partir da la extensión de la pandemia del Coronavirus, una nueva era histórica se está abriendo paso a pasos acelerados, y dicha tendencia dice relación con el fin del orden de la segunda posguerra mundial, junto con el declive o final decadencia del neoliberalismo como paradigma económico dominante, y la hegemonía del eje Estados Unidos – Europa.
Numerosos actores que han dominando en esa escena lo vienen reconociendo, generalmente de manera parcial y a medias, pero de manera lo suficientemente nítida como para percatarse de la profundidad e irreversibilidad del proceso histórico abierto. En este caso, compartimos uno más de estos reconocimientos, esta vez, de uno de los medios de prensa económica y financiera más influyentes del Mundo, el británico «Financial Times«, que formula en la editorial que aquí traducimos una serie de afirmaciones que corroboran el declive del neoliberalismo y del orden económico y financiero dominante desde mitad del siglo pasado Analogías con la «Gran Depresión» post crisis de 1929, referencias a la situación de fines de la Segunda Guerra Mundial, y la necesidad de un giro en «reformas radicales» que dejen atrás el dominio de las ideas neoliberales, en esta editorial de un medio que ha sido protagonista en dichas políticas y en todo este largo período histórico.
El Virus pone al descubierto la fragilidad del contrato social, 3 de abril de 2020.
Se requieren reformas radicales para forjar una sociedad que funcione para todos
Si hay un lado positivo en la pandemia de Covid-19, es que ha inyectado un sentido de comunidad en sociedades polarizadas. Sin embargo el virus, y las paralizaciones económicas necesarios para combatirlo, también arroja una deslumbrante luz sobre las desigualdades existentes, e incluso crea otras nuevas. Más allá de derrotar la enfermedad, la gran prueba que todos los países enfrentarán pronto es si los sentimientos actuales de propósitos comunes, darán forma a la sociedad después de la crisis. Como los líderes occidentales aprendieron en la Gran Depresión, y después de la Segunda Guerra Mundial, para exigir sacrificios colectivos debes ofrecer un contrato social que beneficie a todos.
La crisis de hoy pone al descubierto hasta qué punto muchas sociedades ricas no alcanzan este ideal. De la misma manera que la lucha por contener la pandemia ha puesto de manifiesto la falta de preparación de los sistemas de salud, la fragilidad de las economías de muchos países ha quedado expuesta, a medida que los gobiernos luchan por evitar quiebras masivas y hacer frente al desempleo masivo. A pesar de los llamativos inspiradores para la movilización nacional, en realidad no estamos todos juntos en esto.
Las paralizaciones económicas están imponiendo el mayor costo a los que ya están en peor situación. De la noche a la mañana, se han perdido millones de empleos y medios de subsistencia en la hostelería, la industria del ocio y los sectores relacionados, mientras que los trabajadores mejor remunerados a menudo se enfrentan solo a la molestia de trabajar desde casa. Peor aún, aquellos en trabajos de bajos salarios que aún pueden trabajar a menudo arriesgan sus vidas, como cuidadores y trabajadores de apoyo de la salud, pero también como reponedores, conductores de reparto y personal de aseo.
El extraordinario apoyo presupuestario de los gobiernos para la economía, aunque necesario, en ciertos sentidos empeorará las cosas. A los países que han permitido la aparición de un mercado laboral irregular y precario les resulta particularmente difícil canalizar la ayuda financiera a los trabajadores con un empleo tan precario. Mientras tanto, la gran relajación monetaria de los bancos centrales ayudará a los más ricos en activos. Detrás de todo, los servicios públicos con fondos insuficientes están crujiendo con la carga de aplicar políticas de crisis.
La forma en que libramos la guerra contra el virus beneficia a unos a expensas de otros. Las víctimas de Covid-19 son abrumadoramente viejas. Pero las mayores víctimas de los encierros son los jóvenes y activos, a quienes se les pide que suspendan su educación y renuncien a sus preciosos ingresos. Los sacrificios son inevitables, pero cada sociedad debe demostrar cómo ofrecerá restitución a aquellos que soportan la mayor carga de los esfuerzos nacionales.
Será necesario poner sobre la mesa reformas radicales, que inviertan la dirección política predominante de las últimas cuatro décadas. Los gobiernos tendrán que aceptar un rol más activo en la economía. Deben ver los servicios públicos como inversiones en lugar de gastos, y buscar formas de hacer que los mercados laborales sean menos inseguros. La redistribución volverá a estar en la agenda; los privilegios de los ancianos y ricos en cuestión. Las políticas hasta hace poco consideradas excéntricas, como los impuestos básicos sobre la renta y la riqueza, tendrán que estar en la combinación.
Las medidas que están tomando los gobiernos rompiendo tabúes para sostener negocios e ingresos durante la paralización se comparan correctamente con el tipo de economía en tiempos de guerra que los países occidentales no han experimentado en siete décadas. La analogía va más allá.
Los líderes que ganaron la guerra no esperaron la victoria para planificar lo que seguiría. Franklin D Roosevelt y Winston Churchill emitieron la Carta del Atlántico, estableciendo el curso para las Naciones Unidas, en 1941. El Reino Unido publicó el Informe Beveridge, su compromiso con un estado de bienestar universal, en 1942. En 1944, la conferencia de Bretton Woods forjó la arquitectura financiera de posguerra. Ese mismo tipo de anticipación se necesita hoy. Más allá de la guerra de la salud pública, los verdaderos líderes se movilizarán ahora para ganar la paz.
Editorial de Financial Times, 3 de abril de 2020. Las negrillas y enlaces fueron agregadas por La Marejada.