Sobre la acusación de «narcoterrorismo» y una nueva acción del Gobierno de EEUU y la oposición contra Venezuela
A propósito de los últimos anuncios y acciones del Gobierno de Donald Trump contra Venezuela y sus más altas autoridades gubernamentales, aquí presentamos una serie de elementos para juzgar la situación de una nueva arremetida política injerencista y desetabilizadora impulsada y ejecutada por el Gobierno de Estados Unidos y la oposición extrema venezolana, incluyendo, nuevamente, el hallazgo y desbaratamiento de un nuevo intento de preparación e ingreso de una acción armada de alto impacto desde territorio colombiano, que es el trasfondo no declarado por Trump en el anuncio de sus acusaciones de «narcoterrorismo» hacia el alto mando político venezolano, y omitido y ocultado en las informaciones de los medios de comunicación oligopólicos dominantes.
El contexto general
Lo primero es señalar el momento en que se hace este anuncio: El mismo día en que Estados Unidos ha pasado al primer lugar de los contagiados de la pandemia del Coronavirus COVID 2019, pasando a más de 1.200 muertos, y en circunstancias de una notoria incapacidad del Gobierno de Estados Unidos por contenerla, incluyendo la carencia de insumos básicos para su control y un escenario altamente complejo para su privatizado y mercantilizado sistema de salud, cuestión que, no está de más decirlo, ha sido uno de los principales temas de debate político en los últimos años, con la incapacidad del anterior Gobierno de Obama por avanzar en reformas sustantivas que aborden tal situación (logrando una a medias ley conocida como «Obamacare»).
El contexto un poco más general: Todo indica que la pandemia mundial está implicando la aceleración de un proceso de más largo aliento, en el que la hegemonía global estadounidense se muestra en franco declive y retirada, con, además, un escenario altamente delicado a sus principales aliados geopolíticos y geomilitares en Europa. Como se viene señalando por numerosas voces, una hegemonía «atlantista» occidental en abierta crisis e impugnación en un hecho que implica un cambio histórico de altísima significación, que pareciera estar cerrando un largo ciclo epocal iniciado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (Ver un abierto reconocimiento estadounidense de esto en ««El coronavirus podría remodelar el orden global». Artículo en revista estadounidense «Foreign Affairs»«, y en un análisis más amplio, en «La coyuntura de la pandemia del Coronavirus en contexto histórico. Elementos para abordar un presente crítico e incierto«).
En cuanto al escenario venezolano. Aquí se trata de una nueva arremetida en un proceso de escalada de agresiones y asedios que, si bien tiene un inicio desde el comienzo de los gobiernos chavistas hace ya dos décadas, tiene un punto de intensificación tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, y en especial, con el hito de la dictación de la «Ley de Emergencia Nacional» referida a Venezuela en el 2015 por parte del Gobierno de Obama y que ha sido ampliada en sucesivas ocasiones hasta el presente.
Señalar que las «leyes de emergencia nacional» hacen parte central de la altamente agresiva, extraterritorial, hiperpresidencialista y «de excepción» legislación con la que en Estados Unidos suele «regular» su actividad injerencista fuera de sus fronteras, si es que puede señalarse que la acción gubernamental estadounidense tiene algo así como un interior y un exterior (Ver «La Constitución y legislación imperial de los Estados Unidos y su violación al Derecho Internacional contra Venezuela«).
Un poco más en particular. Como es sabido, esta escalada ha tenido el último tiempo una seguidilla de acciones explícitamente dirigidas a derrocar al Gobierno encabezado por Nicolás Maduro en el último par de años. Entre ellas, el atentado con drones de agosto del 2018 en Avenida Simón Bolívar, la autoproclamación de Juan Guaidó como supuesto «presidente encargado» en enero de 2019, el intento de construcción de una intentona desestabilizadora un mes después bajo el señuelo de entrada de «ayuda humanitaria» principalmente desde Cúcuta, el ataque electromagnético contra el sistema eléctrico venezolano, la intentona golpista del 30 de abril, una serie de medidas y acciones de asedio y ataque directo contra la economía impulsadas por el Gobierno de Estados Unidos y un puñado de países tanto de la Unión Europea como de América Latina que ha incluido un cuantioso robo de activos y bienes del Estado venezolano.
El desbaratamiento de cada uno de los planes de acciones armadas y demás acciones desestabilizadoras y de agresión han sido presentados en sucesivas conferencias de prensa de las autoridades venezolanas, principalmente bajo la vocería del Ministro de Comunicaciones, Jorge Rodríguez, donde en éstas se ha detallado con lujo de pruebas y numerosas confesiones los distintos planes que han fraguado entre los sectores más extremos de la oposición venezolana y agentes estadounidenses y colombianos (que más abajo compartimos con una reseña de sus respectivos momentos).
El hallazgo de la policía de tránsito colombiana, el grupo de Clíver Alcalá, y la alta dirigencia opositora venezolana
Señalado todo esto a modo de contexto, aquí los hechos más puntuales. El pasado domingo 22 y lunes 23, la vocería del Gobierno de Venezuela anuncia que sus aparatos de inteliencia han detectado el intento de una nueva operación armada en vías de preparación desde Colombia. El martes 24, diversos medios de la prensa colombiana informan que en un operativo rutinario de la policía de tránsito se había hecho el hallazgo de un cuantioso arsenal de guerra en una camioneta de propiedad pública: «36 culatines para fusil, 28 visores nocturnos de dos ojos, 9 visores nocturnos de un ojo sin marca, 8 silenciadores de fusil y 21 unidades de mira para fusil marca sigsauer (…) El automotor era conducido por Jorge Alberto Morales Duque, oriundo del municipio de Ciénaga. Esta persona, al ser interrogado por las autoridades sobre la procedencia y destino de las armas, respondió que las había recibido en Barranquilla y debía transportarlas hasta Riohacha, donde se encontraría con un sujeto identificado con el alias de ‘Pantera’.
Rioacha es el municipio capital del departamento de La Guajira, en la costa del Mar Caribe, a unos pocos kilómetros de la frontera con Venezuela. El hecho suscita una obvia preocupación en ambos países por el alto poder de fuego de lo incautado, pero por la recurrencia de estos hechos, no pasa a noticia internacional (sobre la relación entre la violencia en Colombia y el escenario venezolano, ver «La violencia en la Venezuela profunda: Paramilitarismo, sicariato, latifundio, y la lucha campesina«).
Y se da el anuncio en la mañana de este jueves 26 donde el Gobierno de Trump acusa a un grupo de altas autoridades venezolanas como partícipes de una trama «narcoterrorista», ofreciendo una millonaria suma de dinero por sus cabezas. La acusación no es nada nueva, desde hace años que tanto autoridades estadounidenses como la prensa corporativa la han formulado sin pruebas ni antecedentes que la hagan plausible.
Lo nuevo es que se ponga una recompensa por las cabezas de las autoridades señaladas, en algo que remite a otras tantas ocasiones en que desde el Gobierno de Estados Unidos se ha acusado a actores incómodos para su autoridad imperial. En esta ocasión, entre las personas del listado, se encuentra Clíver Alcalá Cordones, un ex militar venezolano desertor desde hace el 2013, y que vive en Colombia desde entonces, operando públicamente en las redes que vienen articulando un grupo de venezolanos con el objetivo de desestabilizar y derrocar al Gobierno Bolivariano de Venezuela, y que tienen lazos directos con Juan Guaidó.
Clíver Alcalá, naturalmente preocupado por el anuncio del Gobierno de Trump, hace un nervioso llamado a la Radio colombiana «W Radio», y da una entrevista con una completa confesión donde da detalles de la red política y militar en la que viene participando, con el objeto no declarado pero obvio, de blindarse ante un más que posible atentado a su vida. Luego, sube un video a su cuenta de tuiter desde su domicilio, reiterando lo señalado. En resumen, lo que señala Clíver Alcalá es que le parece sorprendente que el Gobierno de Estados Unidos lo implique a él en el listado mencionado, pues viene hace mucho participando de manera protagónica en los esfuerzos que intentan conformar un grupo armado para «liberar Venezuela de la dictadura de Maduro», según sus declaraciones.
Da más detalles: él ha participado en al menos 7 reuniones con altos agentes estadounidenses y el propio Guaidó, además de conocidos altos dirigentes de la oposición venezolana residente en Colombia, como Juan José Rendón, la ex Fiscal Nacional Luisa Ortega Díaz, y el dirigente del partido «Primero Justicia», Julio Borges, entre otros. Menciona incluso un contrato firmado con el propio Guaidó y los representantes estadounidenses, donde constarían los términos del trato de sus servicios al mando de la conformación del grupo armado paramilitar.
A las pocas horas después, la vocería del Gobierno de Venezuela da una nueva conferencia de prensa. Pone más antencedentes, concordantes con la confesión de Clíver Alcalá y que dan continuidad a lo informado en las presentaciones públicas de los días anteriores. La trama descubierta involucra a agentes de la DEA. Detallan, además, los lugares donde se estaba preparando este nuevo grupo armado con pretensiones de realizar una acción «en el día más oscuro de marzo», como habían detectado en comunicaciones internas del grupo e incluso en redes sociales venezolanas de oposición.
Y presenta conjeturas más que plausibles: ¿De qué se tratada el arsenal de armas hallado en el operativo de la policía de tránsito colombiana? Del último intento del grupo de Clíver Alcalá por realizar lo que con anterioridad ha sido detectado y desbaratado en ya varias veces: una operación armada de alto impacto contra el alto mando político venezolano y/o objetivos de diverso tipo destinados a producir desestabilización y asedio a la economía y el funcionamiento de la vida en Venezuela. ¿Por qué el Gobierno de Trump puso a Clíver Alcalá en el listado de perseguidos? Probablemente, como el cumplimiento de un ultimátum que le habían dado en el sentido de que ejecutase alguna acción efectiva en el sentido antes expuesto, y una forma de reaccionar ante el hallazgo de la policía colombiana.
Concluyendo: La necesidad y necedad de asumir al enemigo imperial estadounidense
Los elementos presentados una y otra vez en los últimos años son lo suficientemente sólidos como pruebas para desmentir toda pretensión de presentar las sucesivas acusaciones del Gobierno de Venezuela contra el injerencismo estadonidense y golpismo opositor como exageradas o «conspiranoicas». Al contrario, lo que hay es un sistemático injerencismo e intervencionismo estadounidense unido a sectores extremistas de la oposición venezolana, junto a la participación central de actores colombianos incluyendo al propio Gobierno de Iván Duque, para ejecutar acciones armadas y de generación de terror y asedio que apunten al derrocamientodel Gobierno Bolivariano.
Esta vez, además, se da en un contexto altamente delicado a nivel mundial, lo cual agrava la inhumanidad de la intentona: precisamente en medio de las medidas de control y contención de la pandemia del Coronavirus COVID 2019 que despliega el Gobierno y el Pueblo de Venezuela con, hasta este momento, bastante éxito, a pesar de la difícil situación económica y los múltiples asedios y bloqueos desplegados por el Gobierno de Estados Unidos junto a sus gobiernos aliados. No es menor que esta nueva intentona se da en tal contexto crítico a nivel global, que incluso a ameritado declaraciones de la propia Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y de gobiernos de países de la Unión Europea, en el sentido de suspender las medidas coercitivas unilaterales que ha impulsado el Gobierno de Estados Unidos contra Venezuela.
Además, no deja de llamar la atención el tenor de las acusaciones, sin pruebas y con una patente hipocresía: Estados Unidos, principal país importador y consumir de Cocaína, acusa a altas autoridades del Gobierno de Venezuela de narcotráfico, en circunstancias que el principal productor y exportador de Cocaína en el Mundo es Colombia, donde gobiernan fuerzas aliadas al Gobierno de Estados Unidos, y donde éste tiene localizadas 9 bases militares y una abundante presencia militar en su territorio.
El asunto tiene aristas que hacen a la acusación más impresentable aún: La participación de representantes de la agencia de drogas estadounidense, la DEA, en las reuniones que confiesa el desertor y confeso ex militar venezolano Cliver Alcalá, además de los comprobados y estrechos lazos de varias dirigencias opositoras venezolanas con jefes y grupos del narcotráfico colombiano, dan muestras de una desfachatez total en las acusaciones dirigidas hacia el Gobierno venezolano.
Para finalizar, no está de más reiterar algunas cosas sobre las que hemos insistido una y otra vez, en especii contingencias. En particular, mostrar la constante agresión planificada y ejecutada de manera protagónica por el aparato político-militar del Imperio estadounidense contra el Gobierno y el Pueblo de Venezuela, y la necesidad y deber, para todas las vocaciones de genuina humanidad y vocación democrática y de paz de nuestra América y del Mundo, de rechazarla y denunciarla.
Además, tal como queda claro en el caso del asedio a la experiencia venezolana, dichos asedios e injerencismos cuentan con la participación activa de otros actores como el Poder Judicial estadounidense, los gobiernos aliados a Estados Unidos (hoy en día, la casi totalidad de los gobiernos de Europa y un número significativo de gobiernos de derechas en América Latina), y de los medios de comunicación corporativos privados, que funcionan como «caja de resonancia» de la construcción de relatos emergidos por el Gobierno imperial, que sirven para la justificación de acciones injerencistas y belicistas del tipo que aquí hemos reseñado, entre la opinión pública estadounidense y en otros países.
Debido a esto último, la disputa por la construcción de informaciones, de relato, la batalla comunicacional y política en el resto de los países, son de una importancia crucial. E insistir: No se trata sólo de «defender Venezuela», si no que de la propia defensa de nuestros países, de nuestros pueblos, de nuestra América, y de las posibilidades de un Mundo distinto.
Video de la página web del medio privado colombiano «El Tiempo» sobre el hallazgo del arsenal de armas por la policía de tránsito colombiana: