Las distorsiones y falsedades del «Libro negro del comunismo» y la demonización de las fuerzas comunistas y su rol en la historia

«Un fantasma recorre el Mundo» se lee en el famoso Manifiesto Comunista publicado por Karl Marx y Friedrich Engels en 1948, y a juzgar por la actualidad mundial y los debates políticos e ideológicos del presente, es indudable su vigencia y permanencia y que el fantasma sigue recorriendo el planeta. Es más, las derechas tienen en el «comunismo» una referencia usual en los ataques que lanzan a sus opositores, se identifiquen o no con la idea comunista, aumentando así su presencia, en muchas ocasiones relacionando al comunismo con ideas o sucesos que poco tienen que ver con las ideas efectivamente impulsadas por personas y organizaciones comunistas. Entre los distintos ataques o críticas que se formulan, es usual hacer referencia a notorias distorsiones o derechamente falsedades históricas, como las que suelen abundar en los argumentarios de derechas en relación a abultadas cifras de supuestas «víctimas del comunismo».
En particular, estas narrativas se basan en escasas pruebas y fundamentos historiográficos, en lo cual el texto «Libro negro del comunismo» dirigido por el francés Stéphane Courtois ha servido de referencia frecuentemente citada, desde donde surge la falsaria y distorsionada acusación de la impactante cifra de «más de 94 millones de víctimas» que tendría la historia del ideario y las fuerzas comunistas en su historia. Para redondear cifras, se repite una y otra vez la cifra de «100 millones de víctimas del comunismo». En esta nota hacemos una reseña del débil sustento de este libro y sus abiertas manipulaciones, falta de rigor y extremista sesgo anticomunista.
Reseña crítica del Libro negro del comunismo: Distorsiones y manipulaciones históricas
El Libro negro del comunismo (1997), coordinado por Stéphane Courtois, y con la contribución de otros autores como Nicolas Werth, Andrzej Paczkowski, Nicolas Werth y Jean-Louis Margolin, es un texto que, aunque pretende ofrecer un recuento histórico de los crímenes de los regímenes comunistas, ha sido amplia y documentadamente cuestionado por su metodología sesgada, sus manipulaciones estadísticas y su falta de contextualización. A pesar de su impacto mediático, numerosos historiadores han denunciado sus falencias, que lo convierten más en un panfleto ideológico que en un trabajo riguroso de investigación, aunque ciertos públicos de derechas lo utilizan como supuesta «fuente» y repiten, sabiéndolo o no, afirmaciones sin sustento histórico como la frecuente alusión a los «100 millones de víctimas del comunismo» que proviene de este libro, o más bien, que encuentra en este libro una fuente que citar de una afirmación notoriamente distorsionada y abiertamente falsa.
La falacia de igualación entre comunismo y nazismo
Por otra parte, uno de los principales puntos del libro es su intento por equiparar el comunismo con el nazismo, sugiriendo incluso que las fuerzas comunistas habrían sido más mortíferas que las del nazi fascismo. Esta comparación no solo es simplista, sino que ignora diferencias fundamentales. Mientras el nazismo se basó en un proyecto supremacista, de exterminio sistemático y guerras de conquista, muchas de las muertes atribuidas a las fuerzas comunistas fueron el resultado no buscado de hambrunas, represiones internas y políticas económicas fallidas. Es decir, no de un plan genocida premeditado, como sí ocurrió con el nazismo y el fascismo en general.
En relación a esta idea, uno de los autores del libro, Nicolas Werth (autor del capítulo sobre la URSS), se distanció públicamente de esta equiparación explícita entre comunismo y nazi fascismo. Werth señaló
Historiadores como Eric Hobsbawm y Arno J. Mayer han señalado que esta comparación responde más a una campaña de demonización del comunismo en la posguerra fría que a un análisis histórico serio. Sin embargo, es usual entre los argumentarios de derecha el intentar igualar al nazismo con el comunismo bajo la fórmula de señalarlos como formas de «totalitarismo», usando muchas veces a la autora alemana – judía Hannah Arendt, y su libro «Los orígenes del totalitarismo», que desarrolla ideas en un sentido similar igualando a la Unión Soviética y el Tercer Reich alemán como dos formas asimilables de «totalitarismo», omitiendo u ocultando entre otras cosas las simpatías que tuvo el nazismo entre el «occidente liberal» como forma de detener y atacar a las fuerzas socialistas y comunistas.
Como se constata con abundante documentación sobre la época, el principal enemigo de la causa de los regímenes fascistas fue la izquierda comunista o socialista, y los sectores liberales o conservadores de occidente tendieron a alianzas y apoyo al crecimiento fascista como mal menor y/o forma de contener la irrupción de las izquierdas y la revolución socialista también en sus respectivos países (Ver «¿Hitler comunista? ¿Los Nazis de izquierda y socialistas? Desmontando una absurda falsificación de la memoria histórica»).

¿100 millones de víctimas de muerte por el comunismo?
Otro aspecto polémico es la cifra de más de «94 millones» o «100 millones» de muertos que el libro atribuye al comunismo. Esta estimación ha sido fuertemente criticada por su falta de rigor metodológico. Incluye, por ejemplo, víctimas de hambrunas como las de la URSS en los años 30 o China en los 60, sin considerar factores climáticos, errores gubernamentales no intencionales, o el legado de un enorme subdesarrollo previo en sociedades que por lo general provenían de un bajo desarrollo capitalista e industrial y se encontraban en distintos modos de sujeción y subordinación colonial.
De hecho, hambrunas similares o peores se vivieron en los períodos previos a aquellas que este libro acusa como «víctimas del comnunismo», en sociedades fuertemente atrasadas en innumerables aspectos y cuyo atraso y pobreza fueron precisamente parte central de las causas de las revoluciones que les generaron, como la Revolución Rusa o China, casos de enormes hambrunas en los primeros años de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y de la República Popular China, respectivamente. Lo mismo puede decirse de situaciones de pobreza en otros países que vivieron revoluciones sociales conducidas o con participación protagónica o incidente de fuerzas comunistas en un significativo número de países del llamado «Tercer Mundo».
El libro aludido también suma muertes en guerras civiles y conflictos armados como la «Guerra Civil Rusa», donde las atrocidades fueron cometidas por todas las partes. Además, en rigor, esta «Guerra Civil Rusa» fue más que un conflicto solamente interno, una confrontación multinacional donde intevinieron fuertemente todas las potencias occidentales, que atacaron a la Revolución Rusa y la Unión Soviética como una amenaza para la propia existencia de sus respectivos regímenes capitalistas liberales.
La descontextualización histórica del «Libro negro del comunismo»
Además, el libro adolece de una grave descontextualización. Omite factores clave como el impacto de las guerras mundiales, las intervenciones extranjeras de potencias capitalistas occidentales (como el apoyo occidental a los ejércitos contrarrevolucionarios en Rusia) o las agresiones y el bloqueo económico que sufrieron muchos países socialistas. En términos ideológicos, además, no contiene una explicación acerca de la diferencia entre socialismo y comunismo alimentando una confusión entre ambos conceptos, una conceptualización que es de alta relevancia en el cuerpo teórico e ideológico que ha inspirado e inspira a las fuerzas declaradas como comunistas o socialistas de inspiración marxista.
Tampoco reconoce los significativos avances sociales, económicos y culturales logrados bajo estos gobiernos socialistas o comunistas, desde la industrialización acelerada hasta la expansión de derechos laborales y educativos, que explican por qué en su momento estos gobiernos y sistemas tuvieron un alto y en muchas ocasiones altísimo apoyo popular, como ocurrió en varias décadas de la Unión Soviética o como ocurre hace bastantes décadas en la República Popular China, o en Vietnam. Asimismo, trata al comunismo como un bloque monolítico, ignorando las profundas diferencias entre, por ejemplo, el estalinismo, la Yugoslavia de Tito, o, para ir a un caso extremo donde efectivamente el movimiento comunista se vio envuelto en confrontaciones y gobiernos de alta represión y violencia injustificada, los Jemeres Rojos liderados por Pol Pot en Camboya.
Otro sesgo evidente es la selectividad al condenar solo los crímenes del comunismo, sin aplicar el mismo rigor a las masacres del colonialismo, el capitalismo o las dictaduras respaldadas por Occidente. Es más, atribuye como «víctimas del comnunismo» a muertes en conflictos en los que el bando comunista y socialista aportó con significativas cantidades de muertes, es decir, agrega como «víctimas del comunismo» a todas las víctimas de conflictos en los que buena parte de las víctimas eran precisamente comunistas o socialistas o adherentes de izquierdas muertos a manos de la acción de las fuerzas anticomunistas (!).
Entre las omisiones a la hora de realizar una evaluación equilibrada de los sucesos históricos contemporáneos, caben señalar, sólo a modo de reseña rápida de algunos hechos del siglo XX, las hambrunas en la India británica, los múltiples regímenes coloniales en África, nuestra América, Asia y Oceanía, las guerras de Estados Unidos en Vietnam, Laos, Irak y un largo etcétera, o las dictaduras fascistas patrocinadas por occidente en distintos lugares como Indonesia o España, o las que asolaron nuestra América entre las décadas de 1960s a 1980s. Tal historial cuenta con millones de muertes y niveles incuantificables de sufrimiento humano y violaciones de derechos humanos, pero esta sesgada perspectiva no las considera parte de un «libro negro del capitalismo», o como una parte de la explicación de las enormes cantidades de muertes violentas a las que hace referencia el libro simplificándolo todo como causa «del comunismo». Esta asimetría revela que su objetivo no es la justicia histórica, sino la propaganda anticomunista.
En definitiva, el Libro negro del comunismo es un texto que, aunque sirva como popularizada referencia crítica a ciertos aspectos de los regímenes socialistas o de inspiración comunista, carece de equilibrio, profundidad, y sustento histórico. Su enfoque sensacionalista y su manipulación de cifras lo convierten en un instrumento más de la guerra ideológica posterior a la Guerra Fría que en un estudio histórico fiable.
Para un análisis más serio y matizado, si se quiere consultar obras críticas frente a los errores y horrores que por cierto han habido en la historia de las fuerzas, partidos y experiencias socialistas y comunistas, hay textos como «Historia del siglo XX» de Eric Hobsbawm, «El siglo soviético» de Moshe Lewin o «¿Hubo una alternativa al estalinismo?» de Vadim Rogovin, que ofrecen perspectivas críticas sin caer en el reduccionismo y la caricatura anticomunista.
Como contrapartida, sí se pueden citar análisis y estudios de los crímenes del colonialismo o el capitalismo que no caen en las distorsiones y caricaturas señaladas. Ejemplo de ello son, por ejemplo, «El libro negro del colonialismo», editado por Marc Ferro, el «Libro negro del capitalismo» de Robert Kurz, o «El método Yakarta. La cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo», de Vincent Bevins.
Fuentes y otras notas para consultar:
El libro negro del comunismo es una pésima obra histórica, Stefan Gužvica, en Jacobin.
Tres kilos de puro Anticomunismo: Leímos El libro negro del comunismo y sobrevivimos para contarlo, Leonardo Frieiro.
Comunismo y estalinismo. Una respuesta al Libro negro del comunismo, Daniel Bensaid.