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La revuelta de octubre de 2019: seis años después en el escenario electoral actual. Por Juan Carlos Gómez Leyton

Por: Juan Carlos Gómez Leyton

Hace seis años atrás la principal sociedad neoliberal del orden global, la chilena, fue sacudida por un intenso cataclismo social y político que estremeció y agrietó los cimientos como la estructura de la dominación hegemónica del capitalismo neoliberal. Su intensidad, masividad y duración fue de tal magnitud que hizo suponer que todo lo sólidamente estructurado y conformado, en cuatro décadas y media, se derrumbaba. Sin embargo, luego de diversas réplicas sociales, políticas institucionales e intentos fallidos de cambios constitucionales y del ascenso de un gobierno de “izquierda”: la dominación neoliberal, algo agrietada, se mantiene sólidamente en pie.

En los últimos años, especialmente, desde el cierre del proceso constitucional en diciembre de 2023, la reconstrucción del orden social, económico y político neoliberal ha sido la principal tarea tanto del gobierno del Presidente Gabriel Boric Font como de la mayoría de los actores políticos y sociales de la sociedad nacional. Por esa razones, hemos sostenido, el país, la política y su historia dio un giro en 360 grados quedando, en el mismo punto de partida, que se encontraba antes del 18 de octubre de 2019. Se atrapó en su condición neoliberal, es decir, por una temporalidad dominada por el un continuo y eterno presente. Donde el pasado como el futuro son negados.

En los seis años transcurridos desde la Revuelta Popular de octubre de 2019 (RPO19, en adelante) la formación socioeconómica chilena, recuperó la condición neoliberal, fuertemente amenazada por la Revuelta. Actualmente, está a punto de asegurar, reforzar y potenciar dicha condición, dado que en las próximas elecciones presidenciales, independientemente de quien resulte electo, sea este el candidato de la extrema derecha (José Antonio Kast o Johannes Kaiser) o de la derecha tradicional (Evelyn Matthei) o de la derecha populista (Franco Parisi) e incluso la candidata de la centro izquierda (Jeannette Jara),el nuevo gobierno será otro gobierno neoliberal De manera que todo volverá a ser relativamente igual como era antes de 2019. Chile volverá a ser: tal vez, la más estable, gobernable y exitosa sociedad neoliberal del orden regional y global.

En ese contexto el cataclismo social y político que significó la RPO2019 probablemente, será un mal recuerdo, un acontecimiento violento y destructivo, una pesadilla social y política, un peligroso hecho delincuencial, protagonizado por una horda de desalmados, inadaptados y anómicos sujetos sociales venidos o salidos de los espacios marginales y oscuros del sistema e incluso de otras época, cuyos objetivos era destruir todo. El “estallido social” leído como un episodio histórico, social y político traumático deberá ser conjurado, exorcizado, limpiado, borrado de la memoria y de las consciencias históricas de las ciudadanías nacionales, el Estado se encargará -como lo ha estado haciendo- de borrar esa memoria e imponer el olvido.

Por esta razón, este libro es, justamente, un instrumento y artefacto de resistencia y de combate en contra la política estatal que busca imponer el olvido y limpiar al acontecimiento de sus contenidos rebeldes, rupturistas y revolucionarios y transformarlo en un hecho de desquiciada violencia popular de carácter delincuencial

Sin embargo, el reciente suicidio (20 de septiembre de 2025) de David Gómez Valenzuela, joven popular de 29 años, ex preso político por participar activamente en la RPO19, exterioriza de manera dramática, trágica y categórica la imposibilidad política de olvidar lo acontecido entre el 18 de octubre de 2019 (inicio de la Revuelta popular y ciudadana) y el 16 de marzo de 2020 (inicio del encierro preventivo decretado por el gobierno de Sebastián Piñera a objeto de controlar la epidemia de Covid 19). Durante esos cinco meses, la lucha social y política directa y abierta de millones de ciudadanos y ciudadanas en las calles, plazas y espacios públicos de las principales ciudades del país buscó impulsar el cambio histórico político y social de carácter radical destinado a poner fin a la dominación neoliberal en Chile.

En aquellos momentos de efervescencia y rabia social era habitual escuchar que “Chile había despertado”, seis años después, la pregunta que se instala es ¿cuál es el Chile que despertó? Al parecer, de que el grito de protesta popular de octubre 2019 despertó a diversos chiles, que dormían, tal vez, plácidamente en el “Oasis” neoliberal. Actualmente, nadie quiere volver a dormirse. Pues, el “oasis” se ha vuelto peligroso, inseguro, amenazado, lamentablemente, no por la acción de las y los “rebeldes” de octubre de 2019, si no, por el narcotráfico, el crimen organizado, por la migración ilegal, por la corrupción social y política, entre otras “incivilidades”.

Estas amenazas, algunas reales, pero sobredimensionadas por los medios de comunicación de masas, especialmente, por la televisión basura, han logrado invisibilizar, ocultar, los factores sociales, económicos, políticos y culturales que explican la RPO2919. Tras la agenda de seguridad impulsada por el Gobierno de Boric y apoyada por todos los actores políticos, sociales y comunicacionales del orden neoliberal, se oculta una política estatal destinada a contener, controlar y perseguir (criminalización) a todos aquellos sectores ciudadanos que se rebelaron en octubre y quieren destruir, derrumbar, el orden capitalista neoliberal.  Esa lucha continúa.

Uno de los slogan que animaba la lucha social de octubre, era ese deseo masivo y colectivo voceado en las calles y escrito en los muros de las principales ciudades del país expresaba una idea potente y radical: lo que había nacido (impuesto) entre 1973-1975, debía morir en Chile, en otras palabras, la forma de dominación neoliberal debía ser destruida, derrumbada. Esa era la tarea que David, y otros tantos combatientes de las jornadas de octubre de 2019 se habían propuesto.  Muchos dieron su vida, otras y otros entregaron sus ojos, algunos su libertad para que ello fuera posible.  Sin embargo, seis años más tarde, otras y otros luchan por mantener viva la memoria de esa gesta popular y ciudadana y, sobre todo, para impedir que las problemáticas que dieron origen a la Revuelta no se sigan extraviando en los recovecos y laberintos institucionales de la democracia neoliberal y, porque el capitalismo se mantiene aún firme, poderoso y protegido tanto por los partidos políticos del orden como por una ciudadanía que optó por defender y conservar la condición h neoliberal de la sociedad nacional.

A seis años de las jornadas de octubre, lo cierto, lamentablemente, para el movimiento social popular, es que la RPO19, fue derrotada. Ese intenso acontecimiento social y político, está convertido en “hecho histórico”, o sea, en material arqueológico, destinado al análisis de historiadores, antropólogos, psicólogos sociales, politólogos, sociólogos y otros tantos cientistas sociales interesados en escudriñar, examinar, indagar, conocer todo lo que sea pertinente sobre las causas, desarrollo y consecuencias políticas e históricas con el fin de dilucidar qué pasó con la RPO19.

Todo lo ocurrido en esa coyuntura crítica será investigado e interpretado una y otra vez. No obstante, ese esfuerzo analítico, político y teórico no podrá cambiar el hecho categórico: la revuelta fue vencida, derrotada social y políticamente, por las fuerzas políticas y sociales del orden neoliberal. Y, que las fuerzas sociales y políticas populares “octubristas” vencidas y dispersas hacen ingentes esfuerzos por mantener viva la memoria de esas jornadas y abrigan la esperanza de que más temprano que tarde las barricadas humeantes de las primeras líneas vuelvan encenderse por doquier con el objeto de provocar, por fin, el derrumbe de la dominación capitalista y su orden neoliberal.

La derrota de la Revuelta obliga e impone a las y los ciudadanos anticapitalistas y antineoliberales a continuar esa lucha hasta lograr dicho objetivo histórico. La tarea no se vislumbra fácil. En esta presentación vamos a construir una explicación de esa derrota política-electoral y al mismo tiempo exponer tres puntos cuáles sería a nuestro juicio los principales obstáculos que enfrenta el movimiento social popular en su lucha contra el capitalismo neoliberal.

Provocar el derrumbe del orden neoliberal, o sea, hacer la revolución social, tanto en el presente como en el futuro próximo se observa mucho más complejo y difícil de lo que pudo haber sido en la coyuntura crítica de octubre de 2019-2020. A lo menos por las siguientes razones, a saber:

1.- La ciudadanía neoliberal

La existencia de una amplia y masiva ciudadanía de clara y manifiesta orientación ideológica, política y cultural neoliberal y neoconservadora, es el punto clave para entender no solo la derrota de la RPO19, sino porque constituye el principal obstáculo para la realización de la revolución social en Chile.

Esta ciudadanía conformada en las últimas cuatro décadas y media (1980-2025) es la expresión antropológica, sociológica, psicológica, cultural y política de las transformaciones estructurales (económicas y políticas) impulsadas por la contrarrevolución capitalista acontecida en el último medio siglo. En Chile no sólo cambiaron las estructuras sino también los sujetos sociales. Emergió una forma de Estado y Sociedad si no, también, una nueva ciudadanía.

La ciudadanía neoliberal que emerge en la década de los años ochenta del siglo XX. se había expresado y manifestado de diversas formas en el Chile posautoritario (1990-2025). La característica más visible era su estrecha vinculación con el Mercado razón de ello, el sociólogo Tomás Moulian, en 1997 la identificó como las y los ciudadanía credi-card y un año más tarde, en 1998, la identificamos la ciudadanía neoliberal no electoral, por su desvinculación con la política y la democracia.

Estos ciudadanos/nas aceptan al mercado y detestan la política. Aunque puedan participar en procesos electorales como en movilizaciones sociales, lo hacen bajo ciertas circunstancias específica. Cuando votan, ya sea, por la extrema derecha, por la derecha e incluso, por la centroizquierda. La condición que exigen para hacerlo por esos sectores es que ellos sean alguna versión política del neoliberalismo vigente. Mayoritariamente, no adhieren ni apoyan más bien rechazan cualquier propuesta antineoliberal ni mucho menos anticapitalistas. Son adversarios tenaces de cualquier expresión o forma de socialismo.

El nuevo orden social, económico, cultural, político y gubernamental inaugurado y dirigido por la Concertación de Partidos por la Democracia (Concertación, en adelante) en 1990, consolidó y extendió lo establecido por la dictadura cívico-militar desde 1973. Al desplegar a través de distintos dispositivos y mecanismos de poder y de socialización la weltanshauung [Nota de publicación: “Visión de mundo” en alemán] neoliberal, la Concertación, fue forjando tanto en las y los nuevos ciudadanos como en aquellos que habían resistido la dominación neoliberal, una nueva forma de pensar y concebir la realidad social y política. Al cabo de 20 años (1990-2010), las nuevas ciudadanías terminaron asimilando, aceptando y asumiendo la weltanshaung dominante, transformándose, de esa forma en sujetos neoliberales y desarrollando una nueva ciudadanía política y social.

Chile, en esas décadas cambió radicalmente. La Concertación no modificó, las estructuras económicas ni políticas de la dominación neoliberal, pero si transformó las “mentalidades colectivas» de las y los chilenos, en otras palabras, al mantener, consolidar y expandir la forma de acumulación neoliberal hizo posible la constitución social e histórica del “sujeto neoliberal”.

Ese “sujeto” se caracteriza, fundamentalmente, por ser sujetos individualistas, competitivos, consumistas, egoístas, hedonistas, mercantilistas calculadores, conservadores, despolitizados y apolíticos. Poseen una racionalidad que les permite desempeñarse, manejarse y realizarse de manera óptima en el Mercado, pero no para participar de la misma forma en política como en la democracia electoral. A ambas, les tiene fobia, distancia, desconfianza e indiferencia.

Debido a ello, durante los últimos 35 años, la ciudadanía neoliberal ha desarrollado una actitud ambivalente ante la política y la democracia electoral. Por un lado, rechazando masiva y abiertamente la política y, por otro lado, favoreciendo y sosteniendo, a su pesar, a la democracia neoliberal, Es decir, su opción siempre ha sido por la vigencia de un sistema político limitado, excluyente que restringe a través de distintos y variados mecanismos institucionales la participación política ciudadana y la reduce a meros procedimientos electorales.

Esa ambivalencia política se ha manifestado de cuatro maneras de comportarse políticamente, a saber: (a) en un primer momento fue el rechazo a la política y a la democracia electoral-protegida, a través de la no inscripción en los registros electorales. Durante la primera década de la democracia, aproximadamente,  el 20% de la ciudadanía con derecho a sufragio, no se inscribía en los registros electorales;  (b) luego, esta misma ciudadanía demandaba el establecimiento del voto voluntario por considerar que este era un mecanismo autoritario del sistema político; (c) una vez, establecido el “voto voluntario” en el año 2012, la ciudadanía neoliberal optó por la abstención electoral, registrándose abstenciones electorales por sobre el 50% del padrón electoral. Durante una década (2012-2022), el sistema político-electoral se fue vaciando de ciudadanos, conformándose el masivo “partidos de las y los No electores”. El cual estaba conformado por tres segmentos de ciudadanías neoliberales, por un lado, los ciudadanos no electores abstencionistas ocasionales, flexibles, con un comportamiento electoral zigzagueante, las y los ciudadanos “no políticos”, el grupo mayoritario de este particular partido. Un núcleo profundamente apolítico, antipartidos y antidemocrático, neoliberal a ultranza; y, los ciudadanos “subpolíticos”, este último, constituido, mayoritariamente. por ciudadanos críticos del neoliberalismo. Finalmente, por un último, (d) la ciudadanía neoliberal ha favorecido electoralmente a las opciones “neoliberales” ya sea de la centroizquierda (gobiernes concertacionistas, de la Nueva Mayoría y Apruebo Dignidad/Socialismo Democrático) como de la derecha neoliberal (Piñera I y II) que ofrecen programas gubernamentales que no alteran ni modifican la estructura general del neoliberalismo.

Hasta septiembre de 2022, fecha que se repuso el “voto obligatorio” con “inscripción automática” la ciudadanía neoliberal estaba conformada, fundamentalmente, por dos grandes conjuntos o segmentos de ciudadanos/as, por un lado, la “ciudadanía politizada”, participante en la democracia electoral y, por otro, la “ciudadanía despolitizada” aunque no participaba en la democracia electoral, tampoco, la obstaculizaba, le era más bien, indiferente. Ambos grupos, por cierto, han sostenido la democracia protegida y han viabilizado tanto la dominación como la hegemonía neoliberal.

En general, esta ciudadanía no ha apoyado las opciones políticas favorables al cambio antineoliberal ni mucho menos las opciones anticapitalistas. En efecto, de acuerdo con los últimos datos electorales registrados en las elecciones de 2024, con voto obligatorio, la ciudadanía neoliberal de derecha es, aproximadamente, el 54% del padrón electoral y la ciudadanía neoliberal de centro izquierda, el 38%; en otras palabras, el 92% de la ciudadanía electoral activa opta por alternativas políticas neoliberales.

En el actual escenario electoral, las opciones políticas pro neoliberales se han diversificado en relación a las existentes entre 1990 a 2010, cuando era posible distinguir tan solo dos alternativas neoliberales: la de centroderecha y la de centro-izquierda. Quince años más tarde es posible identificar las siguientes opciones neoliberales:  (a) neoliberales conservadores iliberales (Republicanos, Social Cristianos y Nacional Libertarios); (b) los neoliberales liberales (Chile Vamos, Demócratas, Amarillos, entre otros); (c) los neoliberales socialdemócratas (desde el Partido Liberal al Partido Comunista de Chile);  (d) los neoliberales populistas (Partido de la Gente); y, por último, (e) los neoliberales sociales-progresistas (Marco Enríquez Ominami y Acción Humanista). Estas diversas opciones políticas concentran el 98,55% de las preferencias de la ciudadanía electoral que participó activamente en las elecciones de 2024. Cabe señalar, que las alternativas antineoliberales en la misma elección registraron una magra adhesión electoral de solo un 1,45%.

Al utilizar, la tradicional ordenación política de derechas, centro e izquierdas las opciones neoliberales anteriores quedarían configuradas de la siguiente manera: a la derecha: los neoliberales conservadores iliberales, los neoliberales liberales y neoliberales populistas; en el Centro y en la Izquierda: los neoliberales socialdemócratas y social-progresistas.

De estas alternativas, específicamente, las de derecha, se han fortalecido y consolidado luego de los distintos impactos subjetivos y objetivos que produjo entre las ciudadanías neoliberales la RPO19 y, sobre todo, luego de los triunfos electorales del “Rechazo” en el primer proceso constitucional de septiembre de 2022, de los neoliberales conservadores iliberales vinculados al Partido Republicano en la elección de Concejeros para el Consejo Constitucional del año 2023. Aunque la propuesta constitucional elaborada por el Consejo bajo el control de los Republicanos, o sea, de los neoliberales conservadores iliberales, fue rechazada con el 55,75% (por el En Contra, votaron 6.905.482) de la ciudadanía neoliberal socialdemócrata, social-progresista e importantes sectores de la izquierda no institucional como también un porcentaje no pequeño de ciudadanos neoliberales liberales. Con todo, las derechas neoliberales conservadoras, populistas y liberales lograron el 44,23% (por la opción A Favor, votaron 5.472.375 electores).

Las consecuencias políticas directa de los resultados registrados en el segundo Plebiscito constitucional en diciembre de 2023 fueron; (a) la cancelación de la aspiración ciudadana de cambiar la Constitución Política legada por el neoliberalismo autoritario, (b) la conservación del orden social, político, económico y cultural neoliberal, (c) la derrota política de los sectores sociales y políticos antineoliberales, los cuales quedaron reducidos electoralmente, aproximadamente, al 20% del padrón electoral, o sea, a un poco más de 3 millones de ciudadanos que votaron nulo o dejaron el voto en blanco. Al considerar a las y los abstencionistas que registraron un 15% de no participación, en las últimas elecciones del año 2024, podríamos sostener que se ha reconstruido un nuevo “Partido de las y los “no electores”, el cual fácilmente puede llegar al 30% y algo más del padrón electoral, o sea, aproximadamente, a 5 millones de electores.

Con todo, a pesar de la derrota de los neoliberales conservadores iliberales en el Plebiscito de 2023, el resultado logrado por las derechas en las elecciones de 2024 les fue altamente favorable, al obtener el 54% de las preferencias de las y los electores, mientras el neoliberalismo socialdemócratas sólo logró el 38%.

Si bien, el 54% obtenido por las derechas neoliberales resulta ser 8 puntos menos del ya mítico 62% obtenido en el plebiscito de salida de septiembre de 2022, ha tenido la potencia de proyectar a las derechas y, especialmente, a las neoliberales liberales y a las conservadores iliberales como los futuros ganadores en las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2025.

Según la mayoría de las y los analistas políticos institucionales, de las y los académicos de los centros universitarios privados y públicos, para las decenas de empresas encuestadoras y para las y los periodistas de los medios de comunicación nacionales, la sociedad chilena ha iniciado un giro hacia la extrema derecha; siguiendo así, la tendencia que hace algunas décadas se experimenta en el orden neoliberal global. Este movimiento, más que un giro, a mi parecer es un desplazamiento de las ciudadanías neoliberales hacia la derecha, lo que implica abandonar la opción por el neoliberalismo socialdemócrata predominante en la sociedad chilena de las últimas tres décadas y media, favoreciendo, la opción neoliberal autoritaria.

En verdad, ese desplazamiento no es ninguna novedad, pues desde la década de los años setenta del siglo pasado, la ciudadanía nacional mayoritariamente se ha inclinado por alternativas políticas capitalistas autoritarias o democráticas liberales (1970, 63,37%; 1973, 54%). A pesar de la derrota de la continuidad del dictador Pinochet en octubre de 1988, y las sucesivas derrotas presidenciales (1989, 1994, 2000 y 2006) en la posdictadura, la derecha neoliberal mantuvo un apoyo electoral que osciló entre el 35 al 44% de la ciudadanía políticamente activa. Cabe señalar que ninguna de esas derrotas puso en riesgo o cuestionó significativamente el dominio y la hegemonía del capital neoliberal en Chile.  Dado que la alternativa ganadora, la Concertación, era un conglomerado político del neoliberalismo socialdemócrata. O sea, sociológica y políticamente era otra forma de ser “capitalista neoliberal”. En los últimos 35 años la correlación de fuerzas políticas y sociales siempre ha estado a favor del orden capitalista.

Hace 52 años (1973-2025) que, en la sociedad chilena, las fuerzas políticas antineoliberales y, sobre todo, anticapitalistas, no tienen organizaciones políticas que representen o manifiesten sus intereses y posiciones, al interior del sistema político y de la democracia protegida. Su existencia es sólo reconocible en múltiples organizaciones sociales y políticas que actúan en los márgenes del sistema político. La más importante manifestación y acción política protagonizada por los sectores antineoliberales y anticapitalistas ha sido, en los últimos 35 años (1990-2025), la RPO19. Pero ella, fue derrotada por una amplia movilización política y electoral de la ciudadanía neoliberal, utilizando los instrumentos político-electorales establecidos de la democracia protegida.

Una imagen para recrear lo sucedido. El 25 octubre de 2019, en plena RPO19, más de 1.300.000 personas desbordaron y ocuparon las principales calles de la ciudad capital y más de 3 millones lo hicieron a lo largo de Chile; más tarde. el cierre de la campaña de los partidarios del Apruebo para el plebiscito constitucional En la misma ciudad de Santiago, reunió cerca de medio millón de adherentes (500.000). Por su parte, el cierre de la campaña del Rechazo, en la misma ciudad, no superó las 400 personas. Todo indicaba que el Apruebo sería el gran triunfador en el plebiscito de Salida del 4 de septiembre de 2022 y ese triunfo marcaría el fin de la indeseable e ilegítima Constitución Política de 1980 como también la muerte definitiva del pinochetismo. Sin embargo, la realidad fue otra, cuando se abrieron las urnas y se contaron los votos en la Región Metropolitana, los votos por el Apruebo solo fueron 2.213.296 y por el Rechazo 2.734. 718, con el 44.73% y el 55.27%, respectivamente. A nivel nacional los porcentajes fueron aún más contundentes por el Apruebo el 38,11% y el Rechazo, el 62,81%. La perplejidad y el asombro dejó a todas y todos paralizados y muchos se preguntaron ¿qué pasó’, ¿qué explica esa “rebelión” electoral?

El triunfo del Rechazo fue una gran sorpresa que impactó profundamente entre los sectores políticos de la centro izquierda como de la izquierda no institucional, pues revirtió de manera contundentemente los triunfos electorales registrados en el Plebiscito de Entrada de octubre de 2020, cuando el 79% de las y los electores votaron afirmativamente por cambiar la Constitución Política de 1980 y la ciudadanía neoliberal de derecha que se oponía al cambio constitucional quedó reducida  al 21% del electorado. El triunfo de la ciudadanía neoliberal pro-cambio constitucional se vio ratificado en la elección de las y los Convencionales, en mayo de 2021, al obtener con un 80% la mayoría de la Convención Constitucional impidiendo a la derecha neoliberal poseer el control del poder de veto. Sin embargo, tanto el 79% como el 80%, obtenido por los sectores políticos pro-cambio constitucional expresaban a una ciudadanía muy heterogénea y diversa tanto cultural, socioeconómica como política e ideológica que, si bien, tenían en común la impugnación y oposición histórica a la Constitución Política de 1980, carecían de una unidad política e ideológica interna que se expresara en un específico proyecto constitucional. Todo lo contrario, los diversos grupos que integraron la Convención manifestaron tener distintas y contradictorias maneras de concebir la sociedad, el estado y el mercado, pero ninguna de ellas era, digamos, anticapitalista. Incluso, entre los sectores convencionales antineoliberales minoritarios, las diferencias también eran sustantivas y rivales entre sí.

Por esa razón, entre otras tantas, podríamos sostener que el proyecto Constitucional de la Convención 2022, fue una iniciativa propiciada por los sectores políticos que buscaban mantener vigente el proceso de acumulación capitalista neoliberal con algunas modificaciones en la institucionalidad política (Régimen político) como a la institucionalidad económica (Mercado). Pero, de ninguna manera esa propuesta constitucional se enmarcaba en los planteos y demandas expresadas en la RPO19. Dicho proyecto jamás fue “octubrista”. Sin embargo, a pesar de esa condición, el proyecto fue ampliamente rechazado.

El triunfo del Rechazo, estimamos, fue producto de la confluencia y convergencia de las y los ciudadanos neoliberales “politizados” con las y los “no politizados”. Esta convergencia se produjo, fundamentalmente, por la reinstauración del voto obligatorio. La concurrencia masiva del “partido de las y los no electores”, sobre los 5 millones de electores, modifico radicalmente la correlación de fuerzas políticas y del conflicto abierto en octubre de 2019. El conflicto entre los partidarios de cambiar el orden neoliberal y aquellos que lo defendían, ya no se disputo en las calles ni en la acción directa sino en el silencio de la cabina de votación, allí un poco menos de 8 millones de ciudadanos y ciudadanas rechazaron el texto Constitucional. En otras palabras, mantener el neoliberalismo.

La derecha neoliberal politizada recibió, inesperadamente, un gigantesco aluvión de votos proporcionado por la ciudadanía neoliberal “no política” o “despolitizada”. Estos durante la década de los años noventa del siglo XX, no se inscribían en los registros electorales, por ende, no sufragaban y desde 2012, se abstenían de participar en los procesos electorales. Paro, en septiembre de 2022, bajo la obligación de sufragar, más de cinco millones de esos ciudadanos “apolíticos” y “no electores” concurrieron y votaron en contra de un proyecto de nueva Constitución Política, fundamentalmente, porque en su interpretación modificaba o alteraba las bases materiales económicas, sociales y culturales como la institucionalidad jurídica-política que había permitido, en las últimas décadas, su propia existencia. Para esa ciudadanía neoliberal lo deseable era y es el cambio mínimo, la corrección de las fallas de mercado, pero no su intervención ni menos su desaparición, en esa dirección el cambio político debe apuntar a mejorar lo existente, no transformarlo.

Para la derecha neoliberal politizada el recibir tal respaldo electoral la hizo recuperar el aliento y reponerse de las contundentes derrotas experimentadas en los años 2020 y 2021 y, sobre todo, recuperar la confianza política para comenzar a construir una narrativa discursiva destinada a presentar a la RPO19 como la gran responsable de la pésima situación social, política y económica que vive el país, tras las consecuencias económicas de la Pandemia como de la RPO19, todo ello agravado por la errónea y malísima gestión gubernamental del Presidente Gabriel Boric en materia de seguridad ciudadana, corrupción política y migración, entre otras.

La convergencia política electoral entre estas dos facciones de ciudadanos neoliberales a que hemos hecho alusión más arriba, no se había producido en ninguna de las anteriores elecciones presidenciales realizadas con voto voluntario, ni en el 2013 ni en el 2017, cuando resultaron electos Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, respectivamente; todo lo contrario, en aquellas ocasiones lo relevante fueron los altos porcentajes de abstención: un 58,87% en 2013 y de un 51,51% en 2017. Solo en la elección presidencial de 2021 donde resultó electo Gabriel Boric se registró una caída de la abstención. Esto último nos indica que ello fue por la convergencia entre los votantes neoliberales de la centroizquierda con las y los no electores que hemos identificado como las y los ciudadanos “subpolíticos”.

Si bien, esta convergencia ya se había producido en el Plebiscito de Entrada de 2020 y como también, aunque con un menor porcentaje, en la elección de convencionales en mayo de 2021, no tuvo el impacto político que provocó el acontecido el 4 de septiembre 2022. Pues, la confluencia de las y los ciudadanos neoliberales de derechas cambió la correlación de fuerzas sociales y políticas que se había constituido con la RPO19 como en el Plebiscito de Entrada. Con ese cambio se inicia en Chile una regresión política e histórica, si lo interpretamos desde una visión progresista o de izquierda, o la reconstrucción del orden neoliberal que la RPO19 había agrietado entre octubre del 2019 a marzo de 2020 y sus diversas réplicas durante los años siguientes, como lo lee la derecha o los grupos neoliberales de la centro izquierda.

Ese cambio significó pasar desde el cambio político histórico mayor al cambio político histórico mínimo e incluso, al “no” cambio político. Todo se frenó, la historia no se detuvo, pero, inició un giro o desplazamiento político que la puso en el mismo punto de partida en que estaba antes del año 2019.

Podríamos entonces concluir que la RPO19 de poco y nada le sirvió al movimiento social popular. Lo que se había avanzado en la lucha social directa en las calles, en los barrios, en los múltiples territorios populares, en las masivas ocupaciones de los espacios públicos, no tuvo correlato al momento de sufragar. Quedando de manifiesto que el silencio del voto es mucho más poderoso que el grito de las y los rebeldes.

El triunfo electoral de la ciudadanía neoliberal dio lugar a una estructura política de oportunidades para que el neoliberalismo conservador autoritario de carácter iliberal tenga la posibilidad de llegar al gobierno ganando las próximas elecciones presidenciales como lo anuncian “urbi et orbi” los publicistas del régimen neoliberal.

La conformación de una “mayoría” electoral de parte de los sectores vinculados a la derecha organizados políticamente en cuatro fracciones neoliberales comprueban la fuerza social y política de la ciudadanía neoliberal sufragante. Confirmando que la democracia electoral vigente es ampliamente funcional a los intereses del capital y reproductora de la hegemonía neoliberal. Y, contraria a los intereses del movimiento social popular.

2.- La negación del cambio político e histórico

El escenario político que se fue constituyéndose al interior de la sociedad chilena luego de la Revuelta Popular de octubre de 2019, no ha sido de ninguna manera favorable para las fuerzas sociales y políticas que buscan el cambio socio-político-histórico radical y transformador sino, todo lo contrario, mayoritariamente la sociedad chilena pos revuelta y, especialmente, postproceso constitucional (2022 y 2023), e incluso, post pandemia, se ha vuelto ultraconservadora.

Esta orientación ultraconservadora de la ciudadanía actual demanda orden y seguridad, paz social, tranquilidad económica y laboral, aspira al cambio social mínimo, breve y gradual. Si bien, un sector de ella exige cambios, estos deben ser sin alteraciones ni trastornos sociales y políticos violentos. Mayoritariamente la ciudadanía neoliberal aspira a que el mercado, la sociedad de mercado, funcione correctamente, sin fallas ni distorsiones. Por ello, rechaza categóricamente cualquier intento radical de intervención o de extrema regulación o de transformación o su eliminación. Pues, como ha quedado demostrado el mercado es el espacio de la máxima realización de las y los ciudadanos neoliberales, su desaparición implica: la extinción misma de este sujeto social. En otras palabras, la opción por la conservación de lo existente es una forma política de sobrevivencia ante cualquier intento de cambio ya sea político institucional o radical, se niega tanto la reforma como la revolución social y política.

Lo anterior hace casi imposible el cambio radical en la sociedad chilena. Pero, no niega el cambio político institucional mínimo. Dando lugar al “reformismo mínimo”, o sea, aquel conjunto de cambios políticos, sociales, económicos y culturales que corrigen las “fallas de mercado”, obstrucciones políticas institucionales, ampliaciones de derechos culturales, económicos o sociales, etcétera. Estos cambios, por lo general, mejoran, optimizan y viabilizan el funcionamiento tanto del proceso de acumulación capitalista, su reproducción material como la dominación hegemónica del neoliberalismo.

El “reformismo mínimo” fue la respuesta social y política generada e impulsada por las ciudadanías neoliberales que se sintieron y vieron amenazadas y comprometidas sus condiciones materiales de existencia por la acción social y políticas de las ciudadanías antineoliberales de octubre de 2019 como por los preceptos constitucionales de la convención constitucional de 2022. En ambos casos la acción política radical de las ciudadanías antineoliberales tenía el objetivo fundamental de transformar integralmente la sociedad, el mercado y el Estado neoliberal ya sea, por la acción de la violencia política directa o, a través de la modificación de la estructura política-jurídica del Estado y las bases ideológicas y culturales de la Nación por medio de la elaboración de una nueva Constitución Política del Estado.

Una expresión del “reformismo mínimo” ha sido el gobierno de Gabriel Boric. Recordemos que el triunfo presidencial de Gabriel Boric en el boletaje de 2021 que impidió el triunfo de la candidatura de la ultraderecha representada por el candidato Republicano José Antonio Kast, fue producto de la convergencia electoral de cinco factores electorales, a saber: (a) la alianza entre Apruebo Dignidad con el socialismo democrático; (b) el voto de las y los ciudadanos “no electores” que no habían sufragado en la primera vuelta presidencial, especialmente, de los sectores populares y capas medias, que hemos identificado como las y los ciudadanos “subpolíticos”; (c) de los votos de los sectores demócrata cristianos, como también de votantes del Partido de la Gente que habían sufragado por Franco Parisi y, por cierto, de las y los votantes de Marco Enríquez Ominami.

La mayoría electoral construida por esta convergencia de actores políticos del orden neoliberal identificados con los sectores socialdemócratas con las ciudadanías antiliberales no implico la construcción un gobierno que asumiera en su integridad las demandas que fueron planteadas durante las jornadas de octubre de 2019. Y, si las asumió lo hizo de manera restringida y acotada, es decir, lo mínimo. Un ejemplo de ello es la reforma previsional. Se demandaba en la RPO19 el fin de uno de los pilares centrales del neoliberalismo: el sistema de capitalización individual de previsión social, cuyo lema desde 2017 era: “No más AFP”, al final del proceso, la reforma negociada por el gobierno de G. Boric, a través de la ministra del Trabajo Jeannette Jara no sólo las mantuvo sino, más bien, las reforzó y potenció su continuidad, es decir, las reformas mínimas no tocan ni afectan las estructuras del poder del capital neoliberal.

El cambio político breve, mínimo, que corrige fallas o grietas del neoliberalismo, tiene la “virtud” de administrar y proyectar en el tiempo, la condición neoliberal de la sociedad nacional.

 3.- Reforzamiento del Estado como un estado policial

El reforzamiento de los instrumentos de control, represión y vigilancia de la sociedad por parte del Estado neoliberal. En los cuatro años de gobiernos de Gabriel Boric, el Estado ha reforzado su condición de Estado policial, criminalizando la protesta y la movilización social y política popular. La ocupación militar del Wallmapu, el encarcelamiento del líder mapuche Héctor Llaitul, la Ley Naín-Retamal, entre otras, se destinan para proteger el régimen neoliberal y al mismo tiempo criminalizar y perseguir al movimiento social popular.

Consideramos que estos tres puntos hacen casi imposible el cambio radical en la sociedad chilena. He imponen una serie de desafíos a las fuerzas sociales y políticas anticapitalistas neoliberales y revolucionarias como al movimiento social popular. Dichos desafíos están tratados por los diversos ensayos que integran este libro.

Por último, el actual escenario electoral no es de ninguna manera favorable para el movimiento social popular. Tampoco, lo es para la opción presidencial de la centroizquierda socialdemócrata. Esta puede pasar a la Segunda vuelta presidencial, pero, las dificultades para ganar el balotaje son mayores a las que debió enfrentar en la Primera.

El presente libro cuyo título es una pregunta que interroga sobre la “utilidad” de la Revuelta Popular y ciudadana de octubre 2019 para el movimiento social popular, a seis años de acontecida, es, por cierto, un provocación política y teórica.  CIPPSAL, convocó a un conjunto de cientistas sociales críticos como también a diversas colectividades sociales y políticas a responder la pregunta inquisidora. Este libro recoge las respuestas de aquellos que osaron responderla. Destaco la repuesta de un colectivo de trabajadores como también de cientistas sociales jóvenes y en formación que entregaron su visión e interpretación de un acontecimiento complejo y conflictivo.

Hace cuatro años, CIPPSAL, edito el libro “¿Qué pasó con la Revuelta Popular de 2019? De la insurrección al encierro electoral (2021) al cual definimos como un libro para el combate político e ideológico. De la misma manera definimos “¿De qué sirvió la Revuelta de Octubre de 2019 para el movimiento popular? Un análisis seis años después. Pero, quizás con un matiz este quiere discutir la existencia misma del movimiento social popular en el actual presente nacional con el objetivo político que estas reflexiones políticas sean útiles para la recomposición y constitución de una izquierda anticapitalista y antineoliberal que permitan construir un futuro radicalmente distinto al actual.

Agradecemos a las y los autores sus valiosas contribuciones como también a Ediciones Pueblo Unido, en la persona de su Director Carlos Gutiérrez, por acoger y apoyar su publicación. ¡¡A todos ellos gracias totales!!

Juan Carlos Gómez Leyton

Director Académico CIPPSAL

San Joaquín, octubre de 2025.

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