Augusto César Sandino: El General de Hombres Libres y referente de la lucha por la liberación y soberanía de Nicaragua y Nuestra América

Niquinohomo, un pequeño pueblo de Nicaragua, vio nacer el 18 de mayo de 1895 a quien se convertiría en uno de los símbolos más emblemáticos de la resistencia latinoamericana contra el imperialismo: Augusto Nicolás Calderón Sandino, conocido históricamente como Augusto César Sandino. De origen humilde, hijo de un campesino y una trabajadora doméstica, Sandino pasó sus primeros años entre el campo y los oficios más duros, labrando un carácter rebelde que más tarde definiría su destino. En el día de su Natalicio, celebramos al «General de los Hombres Libres» y con él a la lucha del Pueblo de Nicaragua que sigue en pie hasta el día de hoy.
La vida de Augusto Sandino vida dio un giro radical cuando, en la década de 1920, Nicaragua sufría la ocupación militar de Estados Unidos, que desde 1912 mantenía tropas en el país para proteger sus intereses económicos, especialmente la ruta del potencial canal interoceánico.
Sandino, quien había trabajado como minero en Honduras y México, regresó a su patria en 1926 y se unió a la Guerra Constitucionalista, un conflicto entre liberales y conservadores nicargüenses. Sin embargo, cuando los líderes liberales pactaron con los estadounidenses en el Pacto del Espino Negro (1927), Sandino se negó a rendirse. Con un pequeño grupo de campesinos y patriotas, se internó en las montañas de Las Segovias y fundó el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN), iniciando una guerra de guerrillas que desafiaría al poderío militar más grande del mundo.
Durante casi seis años, Sandino y sus hombres libraron una lucha desigual contra los marines estadounidenses y la recién creada Guardia Nacional de Nicaragua. Con tácticas audaces y un profundo conocimiento del terreno, lograron mantener en jaque a las fuerzas invasoras, ganando el apoyo de campesinos y convirtiéndose en un símbolo de resistencia no solo en Nicaragua, sino en toda América Latina. Su determinación quedó plasmada en frases como: «Yo no me vendo, ni me rindo. Quiero patria libre o morir», que resonaron como un grito de dignidad frente a la intervención extranjera.
En 1933, tras la retirada de las tropas estadounidenses, Sandino creyó en la posibilidad de la paz y firmó un acuerdo con el gobierno de Juan Bautista Sacasa. Sin embargo, la traición lo esperaba. El 21 de febrero de 1934, después de asistir a una cena en la Casa Presidencial, fue capturado y ejecutado por órdenes de Anastasio Somoza García, jefe de la Guardia Nacional. Este crimen marcó el inicio de una de las dictaduras más largas y represivas de América Central: la dinastía somocista, que gobernaría Nicaragua con mano de hierro hasta 1979, año en que culminó el triunfo de la Revolución Nicaragüense encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN.
Así, la muerte de Sandino no acabó con su legado. Su lucha inspiró a generaciones de revolucionarios. En 1961, un grupo de guerrilleros fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que llevaría su nombre y finalmente derrocaría a los Somoza. Hoy, Sandino es reconocido como Héroe Nacional en Nicaragua, y su imagen, con su icónico sombrero de palma, sigue representando la lucha por la soberanía y la justicia social.
Más que un caudillo, Sandino fue un hombre que creyó en la dignidad de los pueblos pequeños frente a los imperios. Su historia es la de un campesino que se convirtió en leyenda, no por ambición de poder, sino por su inquebrantable convicción de que «la soberanía no se discute, se defiende con las armas en la mano». Su nombre sigue vivo, no solo en los libros de historia, sino en el espíritu de quienes creen que otra América Latina y otro Mundo sin dominación imperialista ni entre clases, es posible.