‘Al Qaeda está de nuestro lado’: cómo el equipo Obama/Biden potenció las redes terroristas en Siria. Por Aaron Maté

En el contexto actual de una nueva ola de extrema violencia yihadista en Siria, compartimos este completo artículo publicado en abril de 2022 de autoría del investigador Aaron Maté (The GrayZone) acerca del rol de los gobiernos de Barack Obama y Joe Biden en el fortalecimiento de las organizaciones terroristas islamofascistas en el Asia Occidental o Medio Oriente.
‘Al Qaeda está de nuestro lado’: cómo el equipo Obama/Biden potenció las redes terroristas en Siria
Por Aaron Maté, 23 de abril de 2022. Fuente: RealClear Investigations (en inglés, traducido por La Marejada)
Horas después de la incursión militar estadounidense del 3 de febrero en el norte de Siria en la que murieron el líder del ISIS y varios miembros de su familia, el presidente Biden pronunció un triunfal discurso en la Casa Blanca.
La operación nocturna de las Fuerzas Especiales en la provincia siria de Idlib, proclamó Biden, fue un «testimonio del alcance y la capacidad de Estados Unidos para acabar con las amenazas terroristas sin importar dónde se escondan en todo el mundo».

El presidente, y prácticamente todos los medios de comunicación que informaron del asesinato, no mencionaron el papel fundamental que desempeñaron altos cargos de su administración durante los años de Obama en la creación del escondite controlado por Al Qaeda en el que encontraron su último refugio el jefe del ISIS, Abu Ibrahim al-Qurayshi, así como su predecesor asesinado, Abu Bakr al-Baghdadi.
Al librar una guerra encubierta de miles de millones de dólares en apoyo de la insurgencia contra el presidente sirio Bashar al-Assad, altos funcionarios de Obama que ahora sirven a las órdenes de Biden convirtieron en política estadounidense la capacitación y el armamento de grupos terroristas que atrajeron a combatientes yihadistas de todo el mundo. Esta campaña de cambio de régimen, emprendida una década después de que Al Qaeda actuara en Estados Unidos el 11-S, ayudó a un enemigo jurado de Estados Unidos a establecer el refugio seguro de Idlib que sigue controlando en la actualidad.
Jake Sullivan se lo expresó de forma concisa a su entonces jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton, en un correo electrónico de febrero de 2012:
«AQ [Al Qaeda] está de nuestro lado en Siria.»
Sullivan, actual asesor de seguridad nacional, es uno de los muchos funcionarios que supervisaron la «guerra proxy» en Siria bajo el mandato de Obama y que ahora ocupan un alto cargo bajo Biden. Este grupo incluye al secretario de Estado Antony Blinken, al enviado para el clima John Kerry, a la administradora de USAID Samantha Power, a la vicesecretaria de Estado Wendy Sherman, al coordinador del NSC para Oriente Medio Brett McGurk y al consejero del Departamento de Estado Derek Chollet.

Sus esfuerzos por rehacer Oriente Medio mediante el cambio de régimen, no sólo en Siria sino antes en Libia, provocaron la muerte de estadounidenses -incluidos el embajador Christopher Stevens y otros tres funcionarios estadounidenses en Bengasi en 2012-, la matanza de innumerables civiles, la creación de millones de refugiados y, en última instancia, la entrada de Rusia en el campo de batalla sirio.
Contactados a través de sus actuales agencias gubernamentales estadounidenses, ninguno de los principales Obama-Biden ofreció comentarios sobre su política de apoyo a una insurgencia dominada por Al Qaeda en Siria.
El historial del equipo Obama-Biden en Siria resuena hoy mientras muchos de sus miembros se ocupan de la crisis que se está desarrollando en Ucrania. Como en Siria, Estados Unidos está inundando de armas una zona de guerra caótica en un peligroso conflicto por delegación con Rusia, con ramificaciones a largo plazo imposibles de prever. «Me preocupa profundamente que lo que vaya a ocurrir a continuación sea que Ucrania se convierta en Siria», declaró el senador demócrata Chris Coons a CBS News el 17 de abril [Nota de la edición: de 2022]

Basado en documentos desclasificados, informes de prensa y admisiones dispersas de funcionarios estadounidenses, esta historia pasada por alto de cómo el esfuerzo del equipo Obama-Biden para derrocar al régimen de Assad -en concierto con aliados como Arabia Saudita, Qatar y Turquía- detalla la serie de decisiones discretas que en última instancia llevaron a Estados Unidos a empoderar a las redes terroristas empeñadas en su destrucción.
Aprovechar el impulso -y las municiones- de Libia para perseguir el cambio de régimen en Siria
El camino hacia el control por Al Qaeda de la provincia siria de Idlib comenzó en realidad a cientos de kilómetros al otro lado del Mediterráneo, en Libia.
En marzo de 2011, tras fuertes presiones de altos funcionarios, incluida la secretaria Hillary Clinton, el presidente Obama autorizó una campaña de bombardeos en apoyo de la insurgencia yihadista que luchaba contra el gobierno del líder libio Muamar Gadafi. Respaldados por la potencia de fuego de la OTAN, los rebeldes derrocaron a Gadafi y lo asesinaron atrozmente en octubre.
Animada por su rápido éxito en Libia, la administración Obama puso sus miras en Damasco, por entonces uno de los principales objetivos de Washington para el cambio de régimen. Según el ex comandante de la OTAN Wesley Clark, el régimen de Assad -un aliado clave de los enemigos de Estados Unidos, Irán, Hezbolá y Rusia- estaba marcado para su derrocamiento junto con Irak inmediatamente después del 11-S. Un cable filtrado de 2006 de la embajada estadounidense en Damasco evaluaba que entre las «vulnerabilidades» de Assad figuraba «la amenaza potencial para el régimen de la creciente presencia de extremistas islamistas en tránsito», y detallaba cómo podría Estados Unidos «mejorar la probabilidad de que surjan tales oportunidades».
El estallido de la insurgencia siria en marzo de 2011, unido a la caída de Gadafi, ofreció a Estados Unidos una oportunidad histórica para explotar las vulnerabilidades de Siria. Aunque la Primavera Árabe desencadenó protestas pacíficas en Siria contra el amiguismo y la represión del partido Baaz en el poder, también desencadenó una revuelta mayoritariamente suní y de base rural que tomó un cariz sectario y violento. Estados Unidos y sus aliados, Qatar y Turquía, aprovecharon el enorme arsenal del recién derrocado gobierno libio.
«Durante el período inmediatamente posterior y tras la incertidumbre causada por la caída del régimen [de Gadafi] en octubre de 2011», informó la Agencia de Inteligencia de Defensa al año siguiente, »…armas de los antiguos arsenales militares libios situados en Bengasi (Libia) fueron enviadas desde el puerto de Bengasi (Libia) a los puertos de Banias y el puerto de Borj Islam (Siria).»
El documento redactado de la DIA, obtenido por el grupo Judicial Watch, no especifica si Estados Unidos estuvo directamente implicado en estos envíos. Pero contiene pistas significativas. Con notable especificidad, detallaba el tamaño y el contenido de uno de esos envíos en agosto de 2012: 500 rifles de francotirador, 100 lanzagranadas propulsadas por cohetes con 300 cartuchos y 400 misiles obús.
Lo más revelador es que el documento señalaba que los envíos de armas se detuvieron «a principios de septiembre de 2012». Se trataba de una clara referencia al asesinato por militantes ese mes de cuatro estadounidenses -el embajador Christopher Stevens, otro funcionario del Departamento de Estado y dos contratistas de la CIA- en Bengasi, la ciudad portuaria de donde salían las armas con destino a Siria. El anexo de Bengasi «era en el fondo una operación de la CIA», dijeron funcionarios estadounidenses al Wall Street Journal. Al menos dos docenas de empleados de la CIA trabajaron en Bengasi bajo cobertura diplomática.
Aunque altos funcionarios de inteligencia ocultaron la operación de Bengasi en declaraciones juradas ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, una investigación del Senado acabó confirmando un papel directo de la CIA en el traslado de armas de Libia a Siria. Una versión clasificada de un informe del Senado de 2014, no divulgada públicamente, documentó un acuerdo entre el presidente Obama y Turquía para canalizar armas desde Libia a insurgentes en Siria. La operación, establecida a principios de 2012, estaba dirigida por el entonces director de la CIA, David Petraeus.
«La única misión del consulado [de Bengasi] era dar cobertura al traslado de armas» a Siria, dijo un ex funcionario de inteligencia estadounidense al periodista Seymour Hersh en la London Review of Books. «No tenía ningún papel político real».

La muerte de un embajador estadounidense
Bajo cobertura diplomática, Stevens parece haber sido una figura importante en el programa de la CIA. Más de un año antes de convertirse en embajador, en junio de 2012, Stevens fue nombrado enlace de Estados Unidos con la oposición libia. En este puesto, trabajó con el Grupo Islámico Combatiente Libio, vinculado a Al Qaeda, y con su líder, Abdelhakim Belhadj, un señor de la guerra que luchó junto a Osama bin Laden en Afganistán. Tras el derrocamiento de Gadafi, Belhadj fue nombrado jefe del Consejo Militar de Trípoli, que controlaba la seguridad en la capital del país.
La cartera de Belhadj no se limitaba a la Libia posterior al golpe de Estado. En noviembre de 2011, el aliado de Al Qaeda viajó a Turquía para reunirse con dirigentes del Ejército Sirio Libre, la coalición militar de oposición respaldada por la CIA. El viaje de Belhadj formaba parte de los esfuerzos del nuevo Gobierno libio por proporcionar «dinero y armas a la creciente insurgencia contra Bashar al Assad», según informó entonces el London Telegraph. El 14 de septiembre de 2012 -justo tres días después de que Stevens y sus colegas estadounidenses fueran asesinados-, el London Times reveló que un buque libio «que transportaba el mayor cargamento de armas para Siria desde que comenzó el levantamiento», había atracado recientemente en el puerto turco de Iskenderun. Una vez descargado, «la mayor parte de su cargamento se dirige a los rebeldes en el frente».

Abdel Hakim Belhadj: un señor de la guerra que se inició en la lucha junto a Osama bin Laden, supuestamente trabajó con el embajador Stevens para canalizar dinero y armas a la insurgencia anti-Assad. (Foto: AP)
Los detalles conocidos de las últimas horas de Stevens el 11 de septiembre sugieren que el envío de armas era una de sus prioridades. Aunque estaba destinado en Trípoli y se enfrentaba a violentas amenazas, hizo el peligroso viaje a Bengasi en torno al tenso aniversario del 11-S. Según un informe de 2016 de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, una de las últimas reuniones programadas de Stevens fue con el jefe de la empresa al-Marfa Shipping and Maritime Services Company, una empresa libia implicada en el transporte de armas a Siria. Su última reunión del día fue con el cónsul general Ali Sait Akin, de Turquía, adonde se enviaron las armas. Fox News informó más tarde de que «Stevens estaba en Bengasi para negociar una transferencia de armas».
Con el canal libio cerrado por el asesinato de Stevens, Estados Unidos y sus aliados recurrieron a otras fuentes. Una fue Croacia, donde Arabia Saudí financió una importante compra de armas a finales de 2012 que fue organizada por la CIA. El uso por parte de la CIA de las vastas arcas del reino saudí continuó un acuerdo de anteriores guerras encubiertas por delegación, incluido el armamento de los muyahidines en Afganistán y de los Contras en Nicaragua.
Aunque la administración Obama afirmó que las armas enviadas a Siria estaban destinadas a los «rebeldes moderados», al final acabaron en manos de una insurgencia dominada por los yihadistas. Apenas un mes después del ataque de Bengasi, el New York Times informó de que «yihadistas islámicos de línea dura», incluidos grupos «con vínculos o afiliaciones con Al Qaeda», han recibido «la mayor parte de las armas enviadas a la oposición siria.»
Armar encubiertamente a una insurgencia dominada por Al Qaeda
La administración Obama no necesitó de los medios de comunicación para enterarse de que los yihadistas dominaban la insurgencia siria en el extremo receptor de una cadena de suministro de la CIA.
Michael Flynn el jefe de los servicios de inteligencia dijo que el gobierno de Obama hizo caso omiso de las advertencias de que los yihadistas dominaban la insurgencia siria.

Michael Flynn: El jefe de inteligencia dijo que la administración Obama rechazó las advertencias de que los yihadistas dominaban la insurgencia siria. (Foto: AP)
Un mes antes del atentado de Bengasi, los analistas de inteligencia del Pentágono hicieron una valoración contundente a la Casa Blanca. Un informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa de agosto de 2012, ampliamente difundido entre los funcionarios estadounidenses, señalaba que «Salafi[s], la Hermandad Musulmana y AQI [Al Qaeda en Irak] son las principales fuerzas que impulsan la insurgencia.» Al Qaeda, subrayaba el informe, «apoyó a la oposición siria desde el principio». Su objetivo era crear un «principado salafista en el este de Siria», una advertencia temprana del califato del ISIS que se establecería dos años después.
El general Michael Flynn, que dirigía la DIA en aquel momento, recordó más tarde que su personal «recibió enormes presiones» de la Casa Blanca de Obama. «Sentí que no querían oír la verdad», dijo Flynn. En 2015, un año después de la salida de Flynn, decenas de analistas de inteligencia del Pentágono firmaron una denuncia en la que alegaban que altos funcionarios de inteligencia del Pentágono estaban «maquillando los libros» para pintar un panorama más halagüeño de la presencia yihadista en Siria. (Posteriormente, el Pentágono exculpó a los mandos del CENTCOM de haber cometido irregularidades).
El Ejército Libre Sirio (ELS), la principal fuerza insurgente respaldada por la CIA, también informó a los funcionarios de Obama del dominio yihadista en sus filas. «Por los informes que recibimos de los médicos», dijeron funcionarios del ELS al Departamento de Estado en noviembre de 2012, »la mayoría de los heridos y muertos del ELS son de Jabhat al-Nusra, debido a su valentía y [al hecho de que están] siempre en primera línea.»
Jabhat al-Nusra (Frente Al-Nusra) es la franquicia de Al Qaeda en Siria. Surgió como un grupo escindido de Al Qaeda en Irak tras una ruptura entre el líder de AQI, Abu Bakr al Baghdadi, y su entonces adjunto, Mohammed al Yolani. En 2013, Bagdadi relanzó su organización con el nombre de Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Jolani dirigió su facción de Al Qaeda en Siria bajo la bandera negra de al-Nusra.
«[S]i bien rara vez se reconoce explícitamente en público», escribió en marzo de 2015 Charles Lister, un analista financiado por el Estado del Golfo en estrecho contacto con los grupos insurgentes sirios, »la gran mayoría de la insurgencia siria se ha coordinado estrechamente con Al Qaeda desde mediados de 2012, y con gran efecto en el campo de batalla.» Como dijo un líder del Ejército Sirio Libre al New York Times: «Ninguna facción del FSA en el norte puede operar sin la aprobación de al-Nusra».
Según David McCloskey, ex analista de la CIA que cubrió Siria en los primeros años de la guerra, los funcionarios estadounidenses sabían que «los grupos afiliados a Al Qaeda y los grupos yihadistas salafíes eran el principal motor de la insurgencia.» Esto, dice McCloskey, era «un aspecto tremendamente problemático del conflicto».
En sus memorias, el alto asesor de Obama Ben Rhodes reconoció que al-Nusra «era probablemente la fuerza de combate más fuerte dentro de la oposición». También estaba claro, escribió, que los grupos insurgentes respaldados por Estados Unidos estaban «luchando codo con codo con al-Nusra.» Por esta razón, recordó Rhodes, argumentó en contra de la designación de al-Nusra como organización terrorista extranjera por parte del Departamento de Estado en diciembre de 2012. Esta medida «alienaría a la misma gente a la que queremos ayudar». (Preguntado por querer ayudar a una insurgencia dominada por Al Qaeda, Rhodes no respondió).
De hecho, designar a al-Nusra como organización terrorista permitió a la administración Obama afirmar públicamente que se oponía a la rama siria de Al Qaeda mientras seguía armando encubiertamente a la insurgencia que dominaba. Tres meses después de incluir a al-Nusra en la lista de organizaciones terroristas, Estados Unidos y sus aliados «aumentaron drásticamente el suministro de armas a los rebeldes sirios» para ayudar a «los rebeldes a intentar tomar Damasco», informó Associated Press en marzo de 2013.
«No había un medio moderado»
A pesar de ser conscientes en privado del dominio de Nusra, los funcionarios de la administración Obama siguieron insistiendo públicamente en que Estados Unidos solo apoyaba a la «oposición moderada» de Siria, como la describió en septiembre de 2014 el entonces viceconsejero de Seguridad Nacional Antony Blinken.
Sin embargo, días después, ante un auditorio de Harvard, el entonces vicepresidente Biden reveló la realidad oculta. En la insurgencia siria, «no había un medio moderado», admitió Biden. En su lugar, los «aliados» de Estados Unidos en Siria «vertieron cientos de millones de dólares y miles de toneladas de armas a cualquiera que luchara contra Assad». Esas armas fueron suministradas, dijo Biden, a «al-Nusra, y Al-Qaeda y los elementos extremistas de los yihadistas que vienen de otras partes del mundo.»
Biden se disculpó rápidamente por sus comentarios, que parecían ajustarse a la definición clásica de la metedura de pata de Kinsley: un político que dice la verdad sin darse cuenta. El único error de Biden fue omitir el papel fundamental de su administración a la hora de ayudar a sus aliados a armar a los yihadistas.
En lugar de cerrar un programa de la CIA que estaba ayudando a la insurgencia dominada por Al Qaeda, Obama lo amplió. En abril de 2013, el presidente firmó una orden que modificaba la guerra encubierta de la CIA, cuyo nombre en clave era Timber Sycamore, para permitir el armamento y entrenamiento directos de Estados Unidos. Después de recurrir a Arabia Saudí, Turquía y Qatar para financiar su oleoducto de armas para los insurgentes dentro de Siria, la orden de Obama permitió a la CIA suministrar directamente armas de fabricación estadounidense. Al igual que con la campaña de cambio de régimen en Libia, una arquitecta clave de esta operación fue Hillary Clinton.
La «guerra proxy» mejorada de Obama en Siria resultó ser «uno de los programas de acción encubierta más costosos de la historia de la CIA», informó el New York Times en 2017. Los documentos filtrados por el denunciante de la NSA Edward Snowden revelaron un presupuesto de casi mil millones de dólares al año, o alrededor de 1 dólar de cada 15 dólares en gastos de la CIA. La CIA armó y entrenó a casi 10.000 insurgentes, gastando «aproximadamente 100.000 dólares al año por cada rebelde anti-Assad que ha pasado por el programa», dijeron funcionarios estadounidenses al Washington Post en 2015. Dos años después, un funcionario estadounidense estimó que las milicias financiadas por la CIA «pueden haber matado o herido a 100.000 soldados sirios y sus aliados en los últimos cuatro años.»
Pero estas milicias no solo mataban a las fuerzas pro gubernamentales sirias. Como informó el New York Times en abril de 2017, los insurgentes respaldados por Estados Unidos llevaron a cabo “asesinatos masivos sectarios”.
Uno de esos actos de asesinato masivo ocurrió en agosto de 2013, cuando el Ejército Libre Sirio, respaldado por Estados Unidos, se unió a una ofensiva de Al Nusra e ISIS en áreas alauitas de Latakia. Una investigación de Derechos Humanos concluyó que los insurgentes participaron en “el asesinato sistemático de familias enteras”, asesinando a 190 civiles, incluidos 57 mujeres, 18 niños y 14 hombres mayores. En un video desde el terreno, el ex general del ejército sirio Salim Idriss, jefe del Consejo Militar Supremo (CMS) respaldado por Estados Unidos, se jactó de que “estamos cooperando en gran medida en esta operación”.

Las masacres de Latakia se produjeron cuatro meses después de que el embajador estadounidense en Siria, Robert Ford, elogiara a Idriss y a sus combatientes como “los elementos moderados y responsables de la oposición armada”. El papel de las fuerzas de Idriss en la matanza no canceló el respaldo de la administración. En octubre, el Washington Post reveló que “la CIA está ampliando un esfuerzo clandestino… destinado a apuntalar el poder de combate de las unidades alineadas con el Consejo Militar Supremo, una organización paraguas dirigida por [Idriss] que es el principal receptor del apoyo estadounidense”.
[Después de la publicación de este artículo, RCI recibió la respuesta por correo electrónico de Ford a nuestra solicitud de comentarios. Ford escribió que «no había duda» de que el Ejército Sirio Libre respaldado por Estados Unidos participó en crímenes de guerra, pero señaló: «Lo denunciamos públicamente en su momento y en privado». Ford dijo que la postura oficial de la administración de que los moderados participaban en la lucha era correcta a la luz de los hechos sobre el terreno. «Nuestra definición de moderados en la oposición armada», escribió, “eran personas dispuestas a negociar un final pacífico de la guerra”].
Oficialmente, el programa actualizado de la CIA prohibía el apoyo directo a al-Nusra o a sus aliados en Siria. Pero una vez que las armas estadounidenses llegaron a Siria, la administración Obama reconoció que no tenía forma de controlar su uso, un motivo aparente para llevar a cabo el programa de forma encubierta. «Necesitábamos una negación plausible en caso de que las armas llegaran a manos de al-Nusra», dijo un ex alto funcionario de la administración al New York Times en 2013.
Una zona en la que las armas estadounidenses llegaron a manos de al-Nusra fue la provincia noroccidental siria de Idlib. Los líderes de Al Qaeda acabarían controlando y -aunque el grupo lo niega- proporcionando santuario allí a los líderes del ISIS.
El mayor refugio de Al Qaeda desde el 11-S
En mayo de 2015, un conjunto de grupos insurgentes, conocidos como la coalición Jaish al-Fatah («Ejército de la Conquista»), arrebató la provincia de Idlib al gobierno sirio. La lucha estuvo liderada por al-Nusra, y puso de manifiesto lo que Charles Lister, analista con sede en Washington y contactos con insurgentes en Siria, denominó «un nivel mucho mayor de coordinación» entre militantes rivales, incluido el ELS respaldado por Estados Unidos y múltiples «facciones yihadistas».

Para Lister, la conquista de Idlib también reveló que Estados Unidos y sus aliados «cambiaron de tono en lo que respecta a la coordinación con los islamistas». Citando a múltiples comandantes del campo de batalla, Lister informó de que «la sala de operaciones dirigida por Estados Unidos en el sur de Turquía», que coordinaba el apoyo a los grupos insurgentes respaldados por Estados Unidos, «fue decisiva para facilitar su participación en la operación» dirigida por al-Nusra. Aunque el mando de los insurgentes liderado por Estados Unidos se había opuesto anteriormente a «cualquier coordinación directa» con los grupos yihadistas, la ofensiva de Idlib «demostró algo diferente», concluyó Lister: Para capturar la provincia, los oficiales estadounidenses «alentaron específicamente una cooperación más estrecha con los islamistas al mando de las operaciones en primera línea.»
La cooperación en el campo de batalla de Idlib, aprobada por Estados Unidos, permitió a los combatientes de al-Nusra beneficiarse directamente de las armas estadounidenses. A pesar de los ocasionales enfrentamientos entre ellos, al-Nusra pudo utilizar a los grupos insurgentes apoyados por Estados Unidos «como multiplicadores de fuerza», según observó el Instituto para el Estudio de la Guerra, un destacado think tank de Washington D.C., cuando comenzó la batalla. Los avances militares insurgentes, informó Foreign Policy en abril de 2015, se lograron «gracias en gran parte a los terroristas suicidas y a los misiles antitanque TOW estadounidenses.»

La victoria liderada por los yihadistas en Idlib sometió rápidamente a sus residentes al terror sectario. En junio de 2015, combatientes de al-Nusra masacraron al menos a 20 miembros de la fe drusa. Cientos de aldeanos que se salvaron del ataque fueron obligados a convertirse al islam suní. Enfrentados a las mismas amenazas, casi todos los 1.200 cristianos que quedaban en Idlib huyeron de la provincia, dejando una población cristiana que, según los informes, asciende a solo tres personas en la actualidad.
En una autopsia de 2017 sobre la guerra encubierta de la administración Obama en Siria, el New York Times describió la conquista de Idlib por los insurgentes como uno de los «períodos de éxito» del programa de la CIA.» Este fue sin duda el caso de Al Qaeda.
«La provincia de Idlib», dijo en 2017 Brett McGurk, el enviado contra el ISIS bajo Obama y Trump, y ahora el principal funcionario de Biden en la Casa Blanca para Oriente Medio, »es el mayor refugio de Al Qaeda desde el 11-S.»
Estados Unidos permite la toma del poder del ISIS
Al Qaeda no es el único escuadrón de la muerte sectario que logró establecer un refugio seguro en el caos de la guerra por poder en Siria. A partir de 2013, el ISIS, grupo hermano de al-Nusra convertido en rival, se hizo con un considerable territorio propio. Al igual que Al Qaeda, la conquista de territorio por parte de ISIS en Siria recibió una importante ayuda encubierta de Washington.

Antes de que Al Qaeda capturara Idlib, el primer bastión del ISIS en Siria, Raqqa, surgió de una alianza similar entre «rebeldes moderados» y yihadistas respaldados por Estados Unidos. Después de que esta coalición arrebatara la ciudad al Gobierno sirio en marzo de 2013, el ISIS se hizo con su control total en noviembre.
Cuando el ISIS declaró su califato en partes de Siria e Irak en junio de 2014, Estados Unidos lanzó una campaña aérea contra los bastiones del grupo. Pero la ofensiva de la administración Obama contra el ISIS contenía una importante excepción. En zonas clave donde el avance del ISIS podía amenazar al régimen de Assad, Estados Unidos vio cómo se producía.
En abril de 2015, justo cuando al-Nusra estaba conquistando Idlib, el ISIS se apoderó de partes importantes del campo de refugiados de Yarmouk, en las afueras de Damasco, marcando lo que el New York Times denominó la «mayor incursión hasta la fecha» del grupo en la capital siria.
En la antigua ciudad de Palmira, Estados Unidos permitió que el ISIS se hiciera con el control. «Mientras el Estado Islámico se acercaba a Palmira, la coalición aérea liderada por Estados Unidos, que ha estado golpeando al Estado Islámico en Siria durante los últimos 18 meses, no tomó ninguna medida para impedir el avance de los extremistas hacia la histórica ciudad, que, hasta entonces, había permanecido en manos de las fuerzas de seguridad sirias, muy sobrecargadas», informó Los Angeles Times en marzo de 2016.

En una conversación filtrada con activistas de la oposición siria meses después, el entonces secretario de Estado John Kerry explicó los motivos de Estados Unidos para dejar avanzar al ISIS.
«Daesh [ISIS] amenazaba con la posibilidad de ir a Damasco y demás», explicó Kerry. «Y sabemos que esto estaba creciendo. Estábamos observando. Vimos que Daesh estaba creciendo en fuerza, y pensamos que Assad estaba amenazado. Pensamos, sin embargo, que probablemente podríamos arreglárnoslas, que Assad negociaría entonces» su salida del poder.
En resumen, Estados Unidos estaba aprovechando el crecimiento de ISIS para imponer un cambio de régimen al presidente sirio Bashar al-Assad.
La estrategia estadounidense de «vigilar» el avance del ISIS en Siria, admitió también Kerry, provocó directamente la entrada de Rusia en el conflicto en 2015. La amenaza de una toma del poder del ISIS, dijo Kerry, es «la razón por la que Rusia entró». Porque no querían un gobierno del Daesh».
La intervención militar de Rusia en Siria impidió el gobierno del ISIS en Damasco que Kerry y sus compañeros de la administración Obama habían estado dispuestos a arriesgar. La pulverización de los ataques aéreos rusos también asestó un golpe fatal a la insurgencia dominada por Al Qaeda en cuyo apoyo el equipo de Obama había gastado miles de millones de dólares.
De enemigo de Estados Unidos a «activo» en Siria
Con los combatientes respaldados por Estados Unidos vencidos y una de sus principales defensoras, Hillary Clinton, derrotada en las elecciones de noviembre de 2016, la operación de la CIA en Siria se encontró con lo que el New York Times llamó una «muerte súbita.» Después de criticar la guerra por poderes en Siria en la campaña electoral, el presidente Trump cerró definitivamente el programa Timber Sycamore en julio de 2017.
«Resulta que es a Al Qaeda a quien le estamos dando estas armas», dijo Trump al Wall Street Journal ese mes.

Con la salida del equipo Obama-Biden, Estados Unidos ya no luchaba del lado de Al Qaeda. Pero eso no significaba que Estados Unidos estuviera preparado para enfrentarse al enemigo que había ayudado a instalar en Idlib.
Aunque Trump puso fin a la guerra por delegación de la CIA, sus esfuerzos por sacar aún más a Estados Unidos de Siria mediante la retirada de las tropas se vieron frustrados por altos funcionarios que compartían los objetivos de cambio de régimen de la administración precedente.
«Cuando el presidente Trump dijo ‘quiero a todo el mundo fuera de Siria’, a los altos mandos del Pentágono y del Estado les dio un aneurisma», recuerda Christopher Miller, secretario de Defensa en funciones durante los últimos meses de mandato de Trump.
Jim Jeffrey, enviado de Trump a Siria, admitió haber engañado al presidente para mantener en el lugar “mucho más que” los 200 soldados estadounidenses que Trump había aceptado a regañadientes. “Siempre estábamos jugando juegos de trileros para no dejar en claro a nuestros líderes cuántos soldados teníamos allí”, dijo Jeffrey a Defense One. Esos “juegos de trileros” han puesto en peligro a soldados estadounidenses, incluidos cuatro miembros del servicio que resultaron heridos recientemente en un ataque con cohetes a su base en el noreste de Siria.
Si bien han frustrado una retirada total de tropas estadounidenses, Jeffrey y otros altos funcionarios también han preservado la alianza tácita del gobierno estadounidense con los gobernantes de Al Qaeda en Idlib. Oficialmente, Al Nusra sigue en la lista de terrorismo de Estados Unidos. A pesar de varios cambios de nombre, el Departamento de Estado ha desestimado sus esfuerzos de cambio de nombre como un “vehículo para avanzar su posición en el levantamiento sirio y promover sus propios objetivos como afiliado de Al Qaeda”.

Pero en la práctica, como explicó Jeffrey el año pasado, Estados Unidos ha tratado a Al Nusra como “un activo” para su estrategia en Siria. “Son la opción menos mala de las diversas opciones en Idlib, e Idlib es uno de los lugares más importantes de Siria, que es uno de los lugares más importantes en este momento en Oriente Medio”, dijo. Jeffrey también reveló que se había comunicado con el líder de Al Nusra, Mohammed al Jolani, a través de “canales indirectos”.
Los comentarios de Jeffrey subrayan un cambio profundo en la estrategia del gobierno estadounidense en Oriente Medio como resultado de la guerra indirecta en Siria: la rama siria de Al Qaeda, el grupo terrorista que atacó a Estados Unidos el 11 de septiembre y que luego se convirtió en el objetivo de una guerra global contra el terrorismo destinada a destruirlo, ya no es vista por los funcionarios poderosos de Washington como un enemigo, sino como un “activo”.
Desde que Biden volvió a ocupar el cargo, los veteranos de Obama que atacaron a Siria con una de las guerras encubiertas más costosas de la historia han restado prioridad a esa nación devastada por la guerra. Si bien se comprometieron a mantener sanciones paralizantes y mantener tropas estadounidenses en múltiples bases, además de anunciar ataques aéreos esporádicos, la Casa Blanca ha dicho poco públicamente sobre su política en Siria. La incursión militar estadounidense que acabó con la vida del líder del ISIS al-Qurayshi en febrero motivó el único discurso centrado en Siria de la presidencia de Biden. Si bien Biden pregonó la operación letal, el hecho de que ocurriera en Idlib subraya una contradicción que su administración aún no ha abordado. Al eliminar a un líder del ISIS en el bastión de Al Qaeda en Siria, el presidente y sus altos funcionarios ahora enfrentan amenazas de un refugio terrorista que ellos ayudaron a crear.
Por Aaron Maté, abril de 2022. Fuente: RealClear Investigations (en inglés, traducido por La Marejada)