La masacre de Deir Yassin del 9 de abril de 1948 en los inicios de la ocupación colonialista y sionista en territorio de Palestina

Un 9 de abril de 1948, fuerzas de la ocupación sionista ejecutaban una masacre en la aldea palestina de Deir Yassin. En específico, terroristas sionistas de las organizaciones «Irgun» y «Lehi» asaltaron el poblado ubicado a 5 kilómetros al oeste de Al Quds o Jerusalén, y de 600 civiles palestinos, asesinaron a 350. La masacre fue uno de los más referenciales sucesos en la «Nakba» que asoló territorio palestino desde un comienzo de la instalación del ente sionista, mostrando la barbarie y horror que estaban dispuestos a ejecutar los grupos paramilitares nazifascistas como Irgún y el «Leji». En el documental «1948: Creación y Catástrofe», los propios colonos sionistas de aquella época recuerdan cómo asesinaron a los palestinos de todo tipo de formas horribles, como por ejemplo lanzar granadas de fragmentación dentro de casas de familias palestinas y luego entrar dentro de ellas a ametrallar a los sobrevivientes heridos, o atar a personas palestinas en árboles y quemarlas vivas.
«Bombardeamos con granadas casa por casa palestina, la gente volaba por los aires. Después de las explosiones, entrábamos y disparábamos a todos dentro. Tiramos explosivos dentro de casas de familias con niños». Esto dicen los testimonios de los propios colonos israelíes en el documental «1948: Creaciónn y Catástrofe», en el que se detalla el inicio de la ocupación sionista sobre territorio palestino, y los masivos y gravísimos crímenes que perpetraron desde un inicio.
Más 800.000 personas fueron entonces víctimas de todo tipo de violaciones a sus derechos humanos, desplazamientos forzosos y genocidio para poder robarles sus tierras, cuando las fuerzas sionistas desplegaban lo que llamaron como «guerra de independencia de Israel», que en rigor fue una guerra de ocupación colonial contra el pueblo de Palestina, que la recuerda como «Nakba» (tragedia, catástrofe).
El Irgún y Lehi (o «Leji», Lohamei Herut Israel) negaron en ese momento haber cometido una masacre deliberada. Su versión de los hechos sostenía que se trató de un enfrentamiento armado con bajas civiles colaterales, aunque múltiples informes, incluyendo los de la Haganá (otra organización sionista), la Cruz Roja y testigos internacionales, contradicen esta versión, destacando ejecuciones y actos de brutalidad.
Declaración oficial del Irgún tras la masacre
Después del ataque, el Irgún emitió un comunicado en el que justificaba la acción como una operación militar necesaria en el marco del conflicto en Palestina antes de la retirada británica y la proclamación del Estado de Israel. Afirmaban que Deir Yassin era un punto estratégico desde el que se disparaba contra vehículos judíos, y que su ocupación era parte de una campaña más amplia para asegurar el camino a Jerusalén.
«Deir Yassin fue capturada después de intensos combates. Nuestros combatientes fueron atacados desde casi todas las casas con rifles y ametralladoras. El gran número de bajas que sufrimos, varias docenas, da testimonio de ello, al igual que la cantidad de armas que cayeron en nuestras manos y el número de muertos sirios e iraquíes, que formaban parte de la fuerza militar regular allí. Nuestros soldados actuaron como ninguna otra fuerza militar lo habría hecho: renunciaron al elemento sorpresa. Antes de que comenzara la batalla, advirtieron a los aldeanos por altavoz y pidieron a mujeres y niños que se marcharan de inmediato y buscaran refugio en la ladera de la colina…»


A su vez, decían lamentarse por las «bajas civiles inocentes» de la operación: «Queremos expresar nuestro profundo pesar por el hecho de que hubiera mujeres y niños entre las víctimas, pero esto no es culpa de nuestros combatientes. Cumplieron con su deber humanitario y aún más…». Justificaciones de ese tipo siguen sosteniéndose por parte de medios y organizaciones sionistas.
Video documental completo de 1948: Creación y Catástrofe», disponible acá (en inglés. Se pueden activar los subtítulos en español):
Documental con los subtítulos incrustados (en dos videos, en cuenta @DaniMayakovski en red social X):
Los crímenes de 1948: Los combatientes judíos hablan
Por: Thomas Vescovi, Middle Este Eye (en inglés), publicado en 2018.
Más de 60 años después de estos acontecimientos, los combatientes expresan pocos remordimientos: había que liberar el territorio para fundar el Estado judío y no había lugar para los árabes
Para los israelíes, 1948 representa el punto culminante del proyecto sionista, un capítulo importante de la narrativa nacional israelí en el que los judíos se convirtieron en dueños de su propio destino y, sobre todo, lograron hacer realidad la utopía formulada 50 años antes por Theodor Herzl: la construcción, en Palestina, de un Estado de refugio para el «pueblo judío».
Para los palestinos, 1948 simboliza el advenimiento del proceso colonial que les desposeyó de su tierra y de su derecho a la soberanía, conocido como la «Nakba» (catástrofe, en árabe).
En teoría, israelíes y palestinos discrepan sobre los acontecimientos de 1948 que llevaron a 805.000 árabes al exilio forzoso. Sin embargo, en la práctica, los combatientes judíos atestiguaron desde el principio los crímenes de los que quizá fueron cómplices, o incluso autores.
Voces disonantes
A través de diversos canales, varios israelíes darían testimonio de los acontecimientos de la época, ya en 1948. En la época del conflicto, varios dirigentes sionistas cuestionaron a las autoridades del movimiento por el trato dispensado a las poblaciones árabes de Palestina, que consideraban indigno de los valores que los combatientes judíos decían defender. Otros tomaron notas con la esperanza de testificar una vez que la violencia hubiera cesado.
Yosef Nahmani, un alto oficial de la Haganá, la fuerza armada de la Agencia Judía que se convertiría en el Ejército de Defensa de Israel, escribió en su diario el 6 de noviembre de 1948: «En Safsaf, después de que los habitantes izaran la bandera blanca, [los soldados] reunieron a los hombres y mujeres en grupos separados, ataron las manos de 50 ó 60 aldeanos, los fusilaron y luego los enterraron a todos en la misma fosa. También violaron a varias mujeres del pueblo. ¿Dónde aprendieron semejante comportamiento, tan cruel como el de los nazis? […] Un oficial me dijo que los más feroces eran los que habían escapado de los campos».
Lo cierto es que, una vez terminada la guerra, sólo se escuchó el relato de los vencedores, y la sociedad civil israelí se enfrentó a una serie de retos mucho más urgentes que el de la difícil situación de los refugiados palestinos. Quienes querían relatar los acontecimientos de la época tuvieron que recurrir a la ficción y la literatura.
En 1949, el escritor y político israelí Yizhar Smilansky publicó la novela Khirbet Khizeh, en la que describía la expulsión de un pueblo árabe del mismo nombre. Pero según el autor, no había necesidad de sentir remordimientos por ese capítulo concreto de la historia. El «trabajo sucio» fue una parte necesaria de la construcción del Estado judío. Su testimonio refleja, en cambio, una especie de expiación por los pecados del pasado. Al reconocer los errores y desvelarlos, se es capaz de liberarse del peso de la culpa.
La novela se convirtió en un éxito de ventas y fue llevada al cine en 1977. Su estreno provocó un acalorado debate, ya que ponía en tela de juicio la narrativa israelí que afirmaba que las poblaciones palestinas habían abandonado sus tierras voluntariamente para evitar convivir con los judíos.
Se publicaron otras obras, pero pocas tan realistas como la trilogía de Netiva Ben-Yehuda, The Palmach Trilogy, publicada en 1984, que relata los acontecimientos de un periodo de tres meses en 1948. Comandante del Palmach, la fuerza de combate de élite de la Haganá, evoca los abusos y actos de violencia perpetrados contra los habitantes árabes y ofrece detalles de la masacre de Ein al Zeitun, ocurrida hacia el 1 de mayo de 1948.
La masacre de Deir Yassin
El 4 de abril de 1972, el coronel Meir Pilavski, antiguo combatiente del Palmach, fue entrevistado por Yediot Aharonot, uno de los tres diarios más importantes de Israel, sobre la masacre de Deir Yassin del 9 de abril de 1948, en la que perdieron la vida cerca de 120 civiles. Según él, sus tropas se encontraban en las inmediaciones en el momento de los ataques, pero se les aconsejó que se retiraran cuando quedó claro que las operaciones estaban dirigidas por las fuerzas paramilitares extremistas Irgun y Stern, que se habían escindido de la Haganá.
A partir de entonces, el debate se centraría en los sucesos de Deir Yassin, hasta el punto de olvidar las otras casi 70 masacres de civiles árabes que tuvieron lugar. Era mucho lo que estaba en juego para la izquierda sionista: la responsabilidad de las masacres se atribuiría a grupos de ultras.
En 1987, cuando aparecieron los primeros trabajos de un grupo de historiadores conocidos como los «nuevos historiadores» israelíes, entre ellos los de Ilan Pappé, una parte considerable de los batallones judíos de 1948 quedaron en entredicho. Para quienes habían permanecido en silencio en las últimas décadas, había llegado el momento de hablar.
Parte de la sociedad israelí también parecía dispuesta a escuchar. En el contexto de la Primera Intifada palestina y de las negociaciones previas a Oslo, los círculos pacifistas estaban dispuestos a cuestionar a la sociedad israelí su relato nacional y su relación con las comunidades no judías.
Estos intentos de diálogo terminaron repentinamente con el estallido de la Segunda Intifada, más militarizada y que tuvo lugar tras el fracaso de las conversaciones de Camp David y la ruptura de las negociaciones israelo-palestinas. La controversia Katz encarnaría perfectamente la nueva dinámica.
La controversia Katz
En 1985, un kibbutznik de 60 años, Teddy Katz, decidió reanudar sus estudios y se matriculó en un programa de investigación histórica bajo la dirección de Ilan Pappé en la Universidad de Haifa. Quería arrojar luz sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en cinco pueblos palestinos, desiertos en 1948.
Realizó 135 entrevistas a combatientes judíos, 64 de las cuales se centraron en la atrocidad que supuestamente tuvo lugar en el pueblo de Tantura, despojado de 1.200 habitantes el 23 de mayo de 1948 por las fuerzas del Palmach.
Tras dos años de investigación, Katz afirma en su obra que entre 85 y 110 hombres fueron asesinados a tiros sin piedad en la playa de Tantura, después de cavar sus propias tumbas. La masacre continuaba después en el pueblo, casa por casa, y en las calles se jugaba a la caza del hombre. La matanza sólo se detuvo cuando intervinieron los habitantes judíos del pueblo vecino de Zijron Yaakov. Más de 230 personas fueron asesinadas.
En enero de 2000, un periodista del diario Maariv decidió hablar con algunos de los testigos mencionados por Katz. El principal testigo, Bentzion Fridan, comandante de las fuerzas del Palmach presentes en Tantura, negó a bocajarro toda la historia, y a continuación presentó una denuncia, junto con otros oficiales superiores, contra Katz, que se vio obligado a enfrentarse a una docena de abogados decididos a defender el honor de los «héroes» de la nación.
Bajo la presión de los medios de comunicación -que le llamaban «colaborador» y sólo cubrían la versión de los hechos de sus acusadores- y de los tribunales, aceptó firmar un documento en el que reconocía que había falsificado sus declaraciones. Aunque retiró su reconocimiento unas horas más tarde y contaba con el respaldo de una comisión universitaria, el proceso judicial había terminado.
Con el fracaso de los Acuerdos de Oslo, la vuelta al poder del Likud, el fracaso de los Acuerdos de Camp David y de la Cumbre de Taba, la Segunda Intifada y los atentados kamikazes, los pacifistas israelíes dejaron de interesarse por la versión palestina de 1948. De hecho, la mayoría estaban demasiado ocupados cayendo en desgracia para escapar a las repercusiones del orden social cada vez más conservador del país.
Testificar para la posteridad
En 2005, el cineasta Eyal Sivan y la ONG israelí Zochrot desarrollaron el proyecto Hacia un archivo común con el objetivo de reunir testimonios de los soldados judíos de 1948. Más de 30 aceptaron testificar sobre los acontecimientos de aquellos días que habían sido objeto de relatos tan contradictorios.
¿Por qué los combatientes habían accedido ahora a testificar, apenas unos años después? Según Pappé, director científico del proyecto, por tres razones.
En primer lugar, la mayoría se acercaban al final de sus vidas y ya no tenían miedo de hablar. En segundo lugar, los antiguos combatientes habían luchado por un ideal que se había deteriorado con el auge en Israel de los círculos religiosos y la extrema derecha, así como con el electroshock neoliberal impuesto por Netanyahu durante sus sucesivos mandatos.
En tercer lugar, estaban convencidos de que tarde o temprano las generaciones más jóvenes descubrirían la verdad sobre los refugiados palestinos, y creían que era su deber transmitir el conocimiento de los inquietantes acontecimientos.
Los testimonios no son idénticos en todos los casos. Algunos combatientes entraron en detalles, mientras que otros no quisieron abordar ciertos temas. No obstante, todos coinciden en la necesidad, en 1948, de obligar a las poblaciones árabes a exiliarse para construir el Estado de Israel, aunque sus opiniones difieren a veces sobre la utilidad de disparar contra civiles.
No obstante, todos afirman haber recibido órdenes concretas de arrasar pueblos árabes para impedir el regreso de las poblaciones exiliadas.
Los pueblos fueron «limpiados» metódicamente. A medida que se acercaban al lugar, los soldados disparaban o lanzaban granadas para asustar a las poblaciones locales. En la mayoría de los casos, estas acciones bastaban para ahuyentar a los habitantes. A veces, había que volar una o dos casas a la entrada de un pueblo para obligar a huir a los pocos habitantes recalcitrantes.
En cuanto a las masacres, para algunos, los actos no eran más que parte de las operaciones de «limpieza», ya que los dirigentes del movimiento sionista les habían autorizado a «cruzar esta línea», en determinados casos. La «línea» se cruzaba sistemáticamente cuando los habitantes se negaban a marcharse, oponían resistencia o incluso se defendían.
Sin remordimientos
En Lod, más de 100 personas se refugiaron en la mezquita, creyendo los rumores de que los combatientes judíos no atacarían los lugares de culto. Un lanzacohetes destruyó su refugio, que se derrumbó sobre ellos. Sus cuerpos fueron quemados.
Los dirigentes Yigal Allon, del Palmach, y David Ben Gurion, de la Agencia Judía, se opusieron a disparar contra los civiles, ordenando a las fuerzas que primero les dejaran marchar y luego destruyeran las viviendas.
Thomas Vescovi es profesor e investigador en historia contemporánea. Es autor de Bienvenue en Palestine (Kairos, 2014) y La Mémoire de la Nakba en Israël (L’Harmattan, 2015).
Los combatientes también dan testimonio de una respuesta palestina contrastada. En la mayoría de los casos, parecían «asustados» y abrumados por los acontecimientos, apresurándose a unirse al flujo de refugiados. Algunos árabes rogaron a los soldados que «no les hicieran lo que hicieron en Deir Yassin».
Otros habitantes parecían convencidos de que podrían regresar a sus hogares al final de los combates. Un testigo habló de residentes de la aldea de Bayt Naqquba que dejaron la llave de sus casas a vecinos judíos del kibutz de Kiryat-Avanim, con los que mantenían buenas relaciones, para que éstos se aseguraran de que nada fuera saqueado.
Las buenas relaciones entre judíos y árabes surgen con regularidad, y pocos testigos hablan de estar en malos términos con sus vecinos antes del comienzo de la guerra.
Durante un desalojo en los alrededores de Beersheba, los campesinos palestinos acudieron a pedir ayuda a los habitantes del kibbutz vecino, que no dudaron en intervenir y denunciar las acciones de los soldados sionistas.
Más de 60 años después de estos hechos, los combatientes expresaron poco o ningún remordimiento. Según ellos, era necesario liberar el territorio prometido por la ONU para fundar el Estado judío, y eso significaba que no había lugar para los árabes en el paisaje nacional.
Recordando la masacre de Deir Yassin 73 años después (año 2021)
Por: Mustafa Fetouri, Midle East Mirror.
Deir Yassin es un pueblo palestino situado en lo alto de una colina, a poca distancia del oeste de Jerusalén. Si hoy intenta encontrarlo en un mapa, se llevará una decepción, ya que el pueblo ha sido completamente arrasado.
En su lugar, en 1951, el recién creado Estado de Israel construyó un centro de salud psiquiátrica, aprovechando algunos de los edificios del pueblo que permanecían intactos. Pero Deir Yasin es más que un pueblo; su historia abarca toda la tragedia palestina.
Deir Yassin era un pueblo pacífico cuyos menos de 1.000 habitantes llevaban una vida bastante relajada, con cierto grado de prosperidad económica. El pueblo era famoso por su negocio de corte de piedra caliza. Sin embargo, todo eso cambió el 9 de abril de 1948, cuando un par de centenares de milicianos sionistas armados entraron en el pueblo y cometieron una de las primeras masacres que se convirtieron en práctica habitual del recién fundado monstruo de Oriente Próximo: Israel.
Ese viernes, hace 73 años, entre 100 y 250 mujeres, niños y jóvenes desarmados fueron asesinados en pocas horas, sin otra razón que ser palestinos. Los que sobrevivieron, temerosos y aterrorizados, abandonaron sus hogares y propiedades para buscar refugio en otros lugares. Se convirtieron en una cifra más en el desarraigo de palestinos de sus hogares que aún continúa.
Nadie ha rendido nunca cuentas por la masacre de Deir Yassin.
Menachem Begin fue uno de los fanáticos sionistas que dirigió una banda armada, conocida como Irgun, con miembros de otra milicia llamada Lehi, para masacrar a civiles palestinos desarmados. Ambos grupos eran sólo dos de las docenas de otros grupos armados sionistas que operaban en la Palestina del Mandato. Antes, durante y después de la Nakba, sus principales tareas consistían en preparar el terreno para la creación del actual Israel matando y desplazando al mayor número posible de palestinos, una política de tierra quemada que ha estado en práctica desde los primeros días de Israel.
Irónicamente, Begin se reinventó a sí mismo, como hicieron la mayoría de los primeros dirigentes israelíes, para convertirse en político e incluso llegar a ser Primer Ministro de 1977 a 1983. Su carrera alcanzó la cima al firmar la paz con Egipto, el primer país árabe que normalizó sus lazos con Israel. Nacido en la actual Bielorrusia, Begin se convirtió en uno de los conocidos líderes de la banda del Mandato Británico de Palestina, capaz de cualquier cosa con tal de que fuera útil a Israel.
La propaganda sionista incluso trató de rebatir el hecho de que la masacre de Deir Yassin tuviera lugar alguna vez. Sin embargo, ese hecho doloroso y vergonzoso está ahora fuera de toda duda histórica, al igual que otras infames masacres mundiales, como la masacre de My Lai cometida por el ejército estadounidense en Vietnam del Sur en 1968.
Un periodista judío de Jerusalén, que presenció el desarrollo de la masacre, escribió que todos los informes sobre la masacre eran «directos, frescos y convincentes». Sin embargo, muchos sionistas extremistas «siguen negándose a creerlo».

Natan Friedman-Yellin, él mismo un criminal, consideró «inhumana» la masacre de Deir Yassin. Fue comandante conjunto de la banda judía Stern en 1948 y, sin embargo, no podía tragarse las acciones de sus colegas.
Un miembro de la delegación del Reino Unido ante las Naciones Unidas (ONU), en una carta fechada el 20 de abril de 1948, confirmó el ataque a Deir Yassin en el que «250 hombres, mujeres y niños árabes» fueron asesinados en «circunstancias de gran salvajismo». Palestina, en aquel momento, era un territorio del Mandato del Reino Unido pendiente de la determinación del estatus final por parte de la ONU.
El asesinato de civiles y la destrucción de pueblos y ciudades enteros se integraron en el código de conducta militar israelí y aún hoy se practican ampliamente, pero con un poder más letal. Como resultado, hemos visto docenas de masacres cometidas por el ejército israelí a plena luz del día y retransmitidas en directo por la televisión mundial. Ni un solo militar israelí ha rendido cuentas hasta ahora.
Sin embargo, los últimos acontecimientos ofrecen un atisbo de esperanza. La Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya ha abierto su primera investigación sobre los crímenes de Israel en Cisjordania y Gaza. El 3 de marzo, la fiscal de la CPI Fatou Bensouda anunció que su oficina pondría en marcha la investigación para abarcar todos los presuntos crímenes desde 2014.
Israel rechaza cualquier investigación sobre sus crímenes de guerra en Palestina, y Benjamin Netanyahu ha rechazado reiteradamente la investigación de la CPI. Como de costumbre, Israel cuenta con el pleno respaldo de Estados Unidos para rechazar cualquier investigación de la CPI, a pesar de las crecientes pruebas de que el ejército israelí sí cometió crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra en sus repetidas operaciones en Gaza y Cisjordania. Tanto Israel como Estados Unidos no son miembros de la CPI y no reconocen su jurisdicción.
No se espera mucho de la investigación de la CPI, pero aun así, tiene una especie de efecto disuasorio para el futuro. Al iniciar su investigación, la CPI envía un mensaje claro a los políticos y oficiales del ejército israelíes de que se les vigila de cerca. También dice que Israel puede tener el potencial para otro Deir Yassin e incluso peores masacres, pero no es tan inmune como lo fue hace décadas.