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¿Hitler comunista? ¿Los Nazis de izquierda y socialistas? Desmontando una absurda falsificación de la memoria histórica

Estamos en una época en que se ha hecho parte del paisaje habitual la masiva divulgación de desinformación, las manipulaciones, falsificaciones y mentiras repetidas por innumerables medios, opinadores públicos, usuarios de redes sociales y bots. Como aplicando de manera sistemática los «11 principios de la propaganda» de Josep Goebbels, uno de ellos es, vaya paradoja, la idea muy difundida desde parte de las nuevas y viejas derechas, de que «los Nazis eran de izquierda», «Hitler era socialista» y similares.

Hace algo más de un mes, nuevamente el tema estuvo muy presente en medios y redes sociales a partir de las declaraciones de Alice Weidel, líder del partido «Alternativa para Alemania» (AfD) quien en una entrevista con Elon Musk afirmó: «El mayor éxito tras esta terrible época de nuestra historia fue calificar a Adolf Hitler de derechista y conservador. Él era exactamente lo contrario… Él era socialista y comunista». Como detallaremos en este texto, estas ideas no son sólo completamente falsas, si no que algo totalmente opuesto a la realidad histórica y a las propias pretensiones y acciones de los Nazis y el Tercer Reich nacional fascista.

Aquí se desmontará tal idea mostrando su contradicción con los propios textos, discursos y acciones del «Partido Nacionalsocialista» alemán, primero en el tristemente afamado «Mi Lucha» de Adolf Hitler, luego en la trayectoria de surgimiento y avance del nazifascismo, el conjunto de pasos de su «Golpe de Estado» continuado contra la República de Weimar, su enfrentamiento con los comunistas y la URSS. Terminaremos con un las razones de por qué esta distorsionada idea ha sido también sostenida y está relacionada con sectores «liberales» y centristas en el propio occidente «democrático» y «antifascista», omitiendo que fue precisamente el campo liberal y centrista el que simpatizó con el Nazismo y le dio y ha dado continuidad y vigencia hasta el día de hoy.


Socialismo y Marxismo en «Mi Lucha» de Adolf Hitler

El tristemente afamado libro de Adolf Htler publicado en 1925 otorga una serie de datos que es pertinente señalar en cuanto a las opiniones de éste sobre el marxismo y el comunismo, y el cómo se desplegaron la ideología y las fuerzas fascistas poniendo como principales enemigos de su causa al marxismo socialista.

Las palabras «marxismo» y «marxistas» aparecen tanto o más que las de «judíos» o «judaísmo». Esto se puede corroborar fácilmente en las varias versiones digitales disponibles. Y obviamente, con iguales o peores connotaciones negativas. Marxistas y comunistas son señalados de manera continua como enemigos principales del ideario hitleriano.

Aquí una serie de citas textuales de «Mi Lucha» en las que queda expuesto lo que muchas veces se omite y oculta: el fascismo «nacionalsocialista» alemán puso como principal enemigo a la izquierda marxista, tanto o incluso más que a «los judíos»:

  • «En aquella época debí también abrir los ojos frente a dos peligros que antes apenas si los conocía de nombre, y que nunca pude pensar que llegasen a tener tan espeluznante trascendencia para la vida del pueblo alemán: el marxismo y el judaísmo«.
  • «Meditando infinidad de veces sobre todos estos problemas que se me revelaron, a través de mi modo de pensar, con respecto a la política aliancista alemana y a la política económica del Reich durante los años 1912 a 1914, pude darme cuenta, cada vez más claramente, de que la clave de todo estaba en aquel poder que ya antes conociera en Viena, pero desde puntos de partida muy diferentes al actual: la doctrina y la ideología marxistas, así como la influencia de su acción organizada«.
  • «Con qué frecuencia me esforcé en aquellos tiempos tratando de convencer, por lo menos a los llamados círculos nacionalistas, acerca de la trascendencia del momento y de que con los mismos errores de 1914 y de los años que siguieron, forzosamente se llegaría a un resultado igual del de 1918. Insistí siempre en que se ayudase al Movimiento Nacionalsocialista, dándole la oportunidad de liquidar cuentas con el marxismo; pero prediqué en el desierto.»
  • «El marxismo representa el eficaz instrumento de la aspiración judía con su tendencia de anular la significación preponderante de la personalidad, para substituirla por el número de la masa. Políticamente también corresponde a esa orientación la forma parlamentaria de Gobierno que se revela funesta, desde las más ínfimas células de la administración comunal, hasta las más elevadas esferas gubernamentales del Reich; económicamente, encarna la aspiración de un movimiento sindicalista que no sirve a los verdaderos intereses del obrero, sino exclusivamente a los propósitos disociadores del judaísmo internacional.»
  • «Con la actitud que adoptó la burguesía y la consideración de que gozaba el marxismo, era una utopía la idea de toda resistencia activa en 1923. Querer enfrentarse con Francia, teniendo al enemigo mortal en las propias filas, constituía una locura. Lo que se hizo entonces podía, a lo máximo, ser una comedia llevada a cabo para contentar a los elementos nacionalistas en Alemania y calmar «el alma del pueblo en efervescencia». Sólo con la intención de engañar. Si ellos creyesen seriamente en lo que hacían tendrían que reconocer que la fuerza de un pueblo, en primer lugar, no reside en sus armas, sino en su voluntad y que, antes de vencer a enemigos externos, tiene que ser destruido el enemigo interior; de lo contrario, ¡pobre de esa Nación si la victoria no recompensa la lucha en el primer día! La menor sombra de derrota de un pueblo que no está libre del enemigo interior destruirá su resistencia y el enemigo se alzará con la victoria. Eso podía ser previsto ya en 1923. ¡Si el resultado de la acción alemana frente a la invasión francesa en el Ruhr hubiese sido únicamente la destrucción del marxismo en el interior, solamente con eso la victoria ya sería nuestra. Una Alemania liberada de ese fatal enemigo de su existencia y de su futuro habría sido capaz de energías que nadie en el mundo hubiera podido vencer. El día en que el marxismo haya sido anulado en Alemania, sus cadenas quedarán rotas para siempre. Jamás -a través de nuestra Historia- fuimos vencidos por nuestros adversarios, sino siempre por nuestros propios vicios y por enemigos ocultos entre nosotros mismos.»

Otro asunto llamativo es la completa reivindicación que hace Hitler del fascismo italiano y Benito Mussolini, que ya habían tomado el control del país en 1922. El fascismo italiano había hecho una operación similar: competencia y derrota de las fuerzas de izquierda, utilizando algunas de sus referencias e ideas, pero volcándolas a un programa conservador, monarquista, y ultranacionalista.

En este párrafo, además explica el uso de palabras como «camarada» y del color rojo, cuestión que habla del minucioso trabajo de los símbolos que caracterizó fuertemente al nazismo alemán:

  • «Bastaba ya el color rojo de nuestros emblemas para atraerlos al local de nuestras asambleas. La burguesía corriente se mostraba indignada al pensar que también nosotros nos hubiéramos apropiado del rojo de los bolcheviques, y creía ver en esto algo de doble sentido. Los llamados nacionalistas de Alemania se cuchicheaban los unos a los otros la misma sospecha de que, en el fondo, no éramos sino una especie de marxistas, tal vez marxistas enmascarados, socialistas. La diferencia entre marxismo y socialismo hasta hoy todavía no entró en esas cabezas. Especialmente cuando se descubrió que, en nuestros discursos, teníamos por principio no usar los términos «señoras y señores», sino «camaradas». El fantasma marxista surgió claramente ante muchos de nuestros adversarios. ¡Cuántas buenas bromas hicimos a costa de esos burgueses y su intento de descifrar el enigma de nuestro origen, nuestras intenciones y nuestra finalidad!
    Habíamos elegido el color rojo después de minuciosa y honda reflexión, buscando con ello provocar a los de izquierda e inducirlos a concurrir a nuestras asambleas, aunque sólo fuese con la intención de atacarnos. De este modo nos daban, por lo menos, la ocasión de hacerles escuchar nuestra palabra». 

Nazis sostienen lienzo con lema «Tod dem Marxismus» (Muerte al Marxismo).

La República de Weimar, derrota de la revolución socialista, y la avanzada Nazi fascista

Al contrario de lo que las mencionadas narrativas indican, desde el surgimiento y crecimiento de las fuerzas fascistas, estas tuvieron como principal enemigo a las organizaciones comunistas y marxistas. El principal objetivo de los fascistas era detener y hacer retroceder el avance de las ideas comunistas y socialistas y las posibles revoluciones socialistas que pudiesen seguir el ejemplo de la Revolución Rusa triunfante en 1917 y una de las principales sucesos causados durante la Primera Guerra Mundial, y la instauración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, en el enorme territorio donde anteriormente existía el Imperio Ruso.

En Alemania, a fines de la Primera Guerra Mundial se detona una asonada militar y popular conocida como la «Revolución de Noviembre» a partir de octubre de 1918, que pone fin a la Monarquía constitucional e instaura la república parlamentaria y democrática, la República de Weimar.

La República de Weimar con una Constitución progresista para la época y símbolo de los modelos socialdemócratas que se pusieron como alternativa moderada y gradualista frente al socialismo soviético rupturista y revolucionario.

En ese entonces el término «socialdemocracia» tenía otro contenido al que iría tomando con posterioridad, pues en los partidos «socialdemócratas» militaban sectores significativos de la izquierda revolucionaria, como sucedió con referencias de la importancia de Vladimir Lenin o Rosa Luxemburgo. Fue la coyuntura de la Primera Guerra Mundial la que rompe esa relación de manera abrupta en unos pocos años.

Las fuerzas y partidos que se siguieron identificando como «socialdemócratas» fueron los que apoyaron a los respectivos gobiernos de sus países en los esfuerzos bélicos de la «Primera Guerra Mundial», mientras que las fuerzas comunistas y socialistas revolucionarias defendieron la idea de no participar ni colaborar en la guerra y denunciar el carácter imperialista de los gobiernos europeos de entonces.

En el contexto de Alemania, el Partido Socialdemócrata estaba integrado por dos corrientes: el USPD y el MSPD. El USPD sería el más radical, liderado por Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, cuyo grupo se llamaría «Los Espartacos», y que formarán el Partido Comunista (KPD) surgido en 1918-1919 como una escisión del ala izquierda del SPD, quienes divergían de quienes permanecieron en el Partido Socialdemócrata (SPD) por su apoyo a la Primera Guerra Mundial y su moderación en la lucha por el socialismo.

El SPD, por su parte, se alineó con el gobierno y reprimió violentamente el levantamiento espartaquista de 1919, lo que llevó al asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Lo mismo puede decirse de Levantamiento del Ruhr entre marzo y abril de 1920. Ambas represiones fueron ordenada por el gobierno alemán y su Canciller Friedrich Ebert, referente histórico del Partido Socialdemócrata, y se utilizó a los «Freikorps», un cuerpo paramilitar formado por veteranos de guerra, nacionalistas y anticomunistas. Fue de allí que surgen las «S.A.» («Sturmabteilung», también conocidas como «camisas pardas») continuadas y amplificadas luego más tarde por las «S.S.» («Schutzstaffel»).

De este modo, la coyuntura de la revuelta social y Levantamiento Espartaquista de enero 1919 y su represión y aplastamiento marcó a fuego el inicio de una profunda enemistad entre ambos partidos, que desde entonces siguen líneas políticas divergentes y de continua oposición mutua. Situación similar ocurrirá después con el Levantamiento de Ruhr de marzo y abril de 1920, una asonada popular en respuesta al Golpe de Kapp de los grupos ultranacionalistas. En estas coyunturas, el Gobierno conducido por el socialdemócrata Friedrich Ebert respaldó la represión contra los sindicatos y fuerzas socialistas y comunistas.

Más tarde, para el momento de la trayectoria de ascenso de los Nazis y su Golpe de Estado continuado, además de estas fuerzas, existía una serie de fuerzas de centro entre las que la principal era el «Partido de Centro» o «Zentrum», directo antecesor de la Democracia Cristiana alemana, y actor decisivo que contribuyó, como se verá más adelante, en el ascenso y Golpe de Estado del nacionalsocialismo contra la República de Weimar.

Por su parte, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) fundado y liderardo por Hitler, fue absorviendo a todas las fuerzas de derechas más reaccionarias y anticomunistas, incluyendo a los mencionados Freikorps. Además, se adhirió a los apoyos al fascismo italiano liderado por Benito Mussolini, que ya en 1922 había tomado el cargo de Jefe de Gobierno del país tras su «Marcha sobre Roma» entre el 27 y 29 de octubre de ese año, y que había servido de inspiración al «Putsch de Munich» o «Putsch de las Cervecerías» de los nazis una semana después, el 8 y 9 de noviembre. Fue por estos sucesos que Hitler pasó unos 8 meses en prisión entre abril y noviembre de 1924, y fue desde allí que escribió su referencial «Mein Kampf». Una serie de fuerzas fascistas habían surgido en prácticamente todos los países de Europa, y en especial en las regiones más cercanas a la Unión Soviética, y precisamente la inspiración de los fascistas de toda Europa provino del victorioso ascenso de Mussolini en Italia.

Esta irrupción fascista fue también apoyada por el occidente «liberal», y connotados referentes del liberalismo «de centro» de las potencias europeas apoyaron al fascismo, o al menos lo miraron con simpatía, como una forma de detener el avance socialista y comunista.

Es el caso muy referencial de Winston Churchill, ícono de la política británica de entonces. Churchill expresó en su momento su admiración por Benito Mussolini y el régimen fascista italiano. Durante la década de 1920 y principios de la década de 1930, antes de que el fascismo mostrara su lado más brutal y expansionista, varios líderes y pensadores occidentales vieron en Mussolini a un líder fuerte que había restaurado el orden en Italia tras años de inestabilidad política y económica. Ya en 1927, Churchill visitó Italia y se reunió con Mussolini. En ese momento, elogió al líder fascista por su lucha contra el comunismo y por haber «salvado a Italia del bolchevismo». En una declaración pública, Churchill dijo: «Si yo fuera italiano, estoy seguro de que habría estado totalmente de su lado desde el principio en su lucha triunfante contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo.»

Tal toma de posición se repetirá luego en el contexto de la Guerra Civil Española (1936-1939), donde las potencias occidentales miraron desde la distancia y con cierta complicidad el Golpe de Estado fascista que puso fin a la Segunda República e inició la guerra española, enfrentamiento en el que tanto Alemania como Italia apoyaron abiertamente al bando de Francisco Franco y el fascismo español.

El «Golpe de Estado continuado» de los Nazis: incendio del Reichstag, proscripción del Partido Comunista y la Ley Habilitante a Hitler

El 5 de marzo de 1933 estaban convocadas las Elecciones parlamentarias en Alemania. La Constitución de la «República de Weimar» establecía un sistema político conducido por dos cabezas: el Presidente electo de manera directa por voto popular y que cumplía funciones de Jefe de Estado, y el Canciller que era electo por el Parlamento que era el Jefe de Gobierno. La mayor parte de las funciones de Gobierno estaban radicadas en el Canciller, aunque el Presidente tenía importantes atribuciones en materia de política exterior y orden interno. Esto será relevante para el escenario que se desplegará con la irrupción Nazi, y el Golpe de Estado que fue dando en sucesivos pasos entre 1932 y 1933.

En marzo de 1932, había sido electo en las que serían las últimas elecciones presidenciales de la Alemania de la Constitución de Weimar, Paul von Hindenburg, un ex militar sin militancia partidaria y de perfil conservador y monarquista, que había sido presentado por las derechas alemanas en segunda vuelta, derrotando a la candidatura del Zentrum, y a la del Partido Comunista. El Partido Socialdemócrata también apoyó a Paul von Hindenburg.

En ese contexto es que el 27 de febrero de 1933 se incendia el Reichstag, la sede del Parlamento alemán. Paul von Hindenburg decreta un Estado de Excepción con el que se instauran duras condiciones a sólo días de las elecciones de la semana siguiente. En estas votaciones, las últimas medianamente competitivas, el partido Nazi continúa avanzando en votos y escaños electos, pero sigue sin conseguir una mayoría absoluta. El dato que marcará la escena posterior es que el Partido Comunista obtiene 80 escaños, pero todos esos parlamentarios electos fueron desposeídos de sus cargos, lo que dejaba al Partido Nacionalsocialista mucho más cerca de obtener los 2/3 necesarios para consolidar su posición dominante y ejecutar su quebrantamiento de la propia Constitución de Weimar.

El incendio del Reichstag. Escena del documental «El incendio del Reichstag. Cuando arde la democracia«.

Pero el «Zentrum» y otros partidos menores del arco de sectores libertales y conservadores finalmente dieron sus votos, y el 23 de marzo de 1933 aprobaron la Ley Habilitante que le otorgaba poderes exorbitantes al Canciller Adolf Hitler. Meses más tarde, en noviembre, se celebraron las últimas elecciones, pero ya con todos los partidos políticos proscritos excepto el Partido Nacionasocialista (NSDAP).

Entretanto Hitler y los Nazis controlaban todo el poder y realizaban reformas y tomaban medidas que afianzaban el camino al proyecto belicista y genocida nacionalfascista, el Presidente Paul von Hindenburg fue progresivamente desplazado de todas sus funciones, y falleció a los 86 años en agosto de 1934. Nunca se realizaron las elecciones para su reemplazo, consumándose ya totalmente el quebrantamiento de la Constitución de Weimar, que se había iniciado anteriormente con la propia complicidad de von Hindenburg con la irrupción Nazi y esta especie de Golpe de Estado continuado o «por fases» que fueron dando.

«¿Quién hubiera imaginado que un día usaría este sombrero?» – Ilustración turca (5 de octubre de 1939) que muestra a Hitler probándose una budenovka comunista. Para todo observador de la escena de entreguerras, era natural ver a Hitler como un enemigo acérrimo del comunismo y todo lo relacionado con la URSS.

La Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patria: la Unión Soviética en la derrota de los Nazis

Tras la derrota de los Nazis, la narrativa y la propaganda en los países occidentales fueron tendencialmente omitiendo el rol de la URSS y poniendo como principal fuerza triunfante a los Estados Unidos y las potencias de la Europa occidental. De hecho, diversas encuestas y estudios han mostrado cómo con el correr de los años esta idea ha ido asentándose en las sociedades de Europa y de Estados Unidos.

Sin embargo, la verdad es que el Frente Oriental fue el principal escenario de la guerra para Alemania, donde se concentraron la mayoría de sus recursos, divisiones y bajas. Es decir, la URSS soportó el peso principal de la guerra contra la Alemania nazi. El Frente Occidental, aunque relevante para el desenlace final de la guerra, fue secundario en términos de proporción de divisiones y bajas alemanas en comparación con el Este. La proporción de divisiones alemanas derrotadas y caídas fue abrumadoramente mayor en el Frente Oriental (80-85%) que en el Frente Occidental (15-20%). Esto refleja la intensidad y escala del conflicto en el Este, donde se decidió en gran medida el destino de la Segunda Guerra Mundial, o como se le llama en Rusia, la Gran Guerra Patria.

Es necesario recalcar el punto que todas las investigaciones históricas y militares coinciden en constatar que por lejos el principal esfuerzo bélico de la guerra y derrota contra el Tercer Reich recayó sobre la URSS. Estre otros elementos que así lo muestran, es un dato indubitable el que el país con mayor cantidad de víctimas fatales es la Unión Soviética tanto en civiles y militares. Es significativo también apuntar que el segundo país con mayor cantidad de muertos fue la República de China bajo la agresión y ocupación del Imperio de Japón, el cual provenía de años anteriores y que se desató con la Segunda Guerra Sino-Japonesa en 1936, la cual luego se continuará bajo el teatro de operaciones de la «Segunda Guerra Mundial» en el continente asiático.

Víctimas de la Segunda Guerra Mundial por países, según las cifras estimadas más aceptadas. Fuente del gráfico: Wiipedia.

En esta narrativa que omite el crucial rol de la URSS en la derrota de los Nazis, también se presenta de manera usual como argumento el que 23 de agosto de 1939 se firmó en Moscú el recordado «Pacto Ribbentrop-Mólotov» entre la URSS y el Tercer Reich.

Sin embargo, lo que no se suele mencionar es que tal pacto fue más bien un acuerdo en el que la URSS «ganaba tiempo» frente a la amenaza bélica Nazi. Casi un año antes, el gobierno del Recer Reich ya había acordado con las potencias occidentales el Pacto de Munich el 30 de septiembre de 1938, con presencia de Adolf Hitler, Benito Mussolini, el Primer Ministro del Reino Unido Arthur Neville Chamberlain, y el Primer Ministro de Francia Édouard Daladier. Es decir, casi un año antes que el pacto con la URSS, el Tercer Reich alemán ya había negociado y pactado con las potencias occidentales una entrega de los territorios sudetas, por entonces de Checoslovaquia, sin la participación del gobierno de este país. Esta fue la segunda anexión de territorios de otros países por parte de la Alemania bajo el régimen nazifascista, tras la anexión de Austria en marzo de 1938. También, un poco antes, el régimen Nazi había ejecutado la reocupación militar de Renania en marzo de 1936, territorio que seǵun el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial, debía estar sin presencia militar alemana.

En color marrón o café oscuro, los territorios entregados en el «Pacto de Munich» para su anexión por parte de la Alemania Nazi.

Las omisiones en la memoria histórica liberal y occidental y sus complicidades con el Nazismo y el fascismo

Como se mostró antes, el centrismo liberal y occidental ha ocultado sus simpatías con el fascismo y el nazismo previo a la Segunda Guerra Mundial. También se ha ocultado la recepción de destacados agentes del Tercer Reich y su «reciclaje» en los aparatos político-militares de Estados Unidos y occidente.

Es lo que pasa con un sinnúmero de militares nazis que fueron absorbidos en el andamaje de la OTAN o NATO. En incluso la apuesta por colocar a un ex Nazi al mando de las Naciones Unidas. También numerosos científicos y burócratas alemanes desempeñaron altas funciones en distintos países occidentales. Es más, Kurt Waldheim, un ex militar Nazi que tras la Segunda Guerra Mundial pasó al servicio exterior de Austria, terminó con el apoyo de las potencias occidentales como Secretario General de las Naciones Unidas, cargo que detentó entre 1962 y 1981.

Para mencionar a algunos de estos casos:

  • Adolf Heusinger, jefe del Estado Mayor del dictador nazi Adolf Hitler se convirtió en presidente del Comité Militar de la OTAN, 1961-1964.
  • Hans Speidel, jefe de personal del mariscal de campo nazi Erwin Rommel, la mano derecha de Hitler, se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa Central, 1957-1963.
  • Johannes Steinhoff, famoso piloto de combate nazi de la Luftwaffe alemana se convirtió en presidente del Comité Militar de la OTAN, 1971-1974.
  • Johann von Kielmansegg, oficial del Estado Mayor del Alto Mando de la Wehrmacht nazi se convirtió en comandante de la OTAN de las Fuerzas Aliadas en Europa Central, 1966-1968.
  • Ernst Ferber, teniente coronel del Estado Mayor de la Wehrmacht nazi se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa Central, 1973-1975.
  • Karl Schnell, primer oficial del Estado Mayor de las Fuerzas Panzer se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa Central, 1975-1977.
  • Franz-Joseph Schulze, teniente mayor de la Luftwaffe nazi se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa Central, 1977-1979.
  • Ferdinand von Senger und Etterlin, ayudante del Alto Mando de la Wehrmacht nazi se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa Central, 1979-1983.

En y desde la Alemania occidental, numerosos ex agentes del Nazismo fueron desplegados en el aparato de seguridad e inteligencia, como se constatan los casos vinculados a las dictaduras y regimenes con terrorismo de Estado en nuestra América. En la propia República Federal de Alemania, el BND (Servicio Federal de Inteligencia, Bundesnachrichtendienst), hizo parte del respaldo de los procesos de injerencia externa y anticomunismo en América Latina, partícipes de diversos modos con enclaves como la «Colonia Dignidad» en Chile y la «Operación Cóndor» en Sudamérica.

Lo mismo puede decirse de escenarios tan lejanos a los anteriores, como el del apoyo de estos agentes de la Alemania occidental al régimen anticomunista y el masivo Genocidio en Indonesia. En 1965, el General Suharto encabezó un golpe de Estado contra el presidente izquierdista Sukarno, bajo un proyecto para acabar con la izquierda del país, especialmente su poderoso Partido Comunista que entonces era el tercero más grande del mundo con medio millón de militantes. Se estima que entre dos y tres millones de personas fueron ejecutadas en un abierto genocidio contra los comunistas y la disidencia política, y los documentos muestran que Alemania Occidental estuvo a la vanguardia del suministro de armas y equipos logísticos al régimen de Suharto. Todos los embajadores de Alemania Occidental en Indonesia entre 1952 y 1970 formaron sus sus carreras en la era nazi bajo Joachim von Ribbentrop, el Ministro de Relaciones Exteriores de la Alemania Nazi, como Werner Otto von Henting y Hilmar Basler.

Otro caso muy ilustrativo es el respaldo a referencias fascistas en la Europa del Este. Un caso referencial es el de el apalancamiento de los fascistas croatas encabezados por los herederos de los Ustachas y de Ante Pavelić para conseguir la desintegración de Yugoslavia. Franjo Tuđman, el primer presidente de la Croacia independiente, es continuador de Pavelić y manifestaba su admiración por Francisco Franco y la Falange española. Obtuvo el total acompañamiento y colaboración de parte de las potencias occidentales, con el punto cúlmine del bombardeo de Sarajevo e intervención de la OTAN entre marzo y junio de 1999.

En este recuento, no puedo obviarse la enorme complicidad e impulso que las potencias occidentales han dado a vertientes de la extrema derecha europea, y en particular, sus operaciones destinadas a instalar en Ucrania un régimen que incluyó y reforzó a los sectores proto Nazis fervientemente ultranacionalistas y antirusos que sirviese de palanca para el plan de desestabilizar, estresar y dividir a la Federación Rusa. El «banderismo» en honor a Stepan Bandera se convirtió en parte integral del nuevo régimen, y los grupos abiertamente banderistas y nazis crecieron a velocidad acelerada. En este último caso, es ilustrativo el que si bien entre el Golpe de Estado de 2014 y el inicio de la «operación militar especial» o «invasión» rusa en 2022, muchos medios y reportajes aparecieron en los países del Occidente colectivo señalando las connotaciones fascistas de una parte importante del sustento del nuevo régimen en Kiev. Sin embargo, desde el 2022, la narrativa se volcó a un completo silenciamiento y hasta censura de estas informaciones que daban cuenta de una completa alianza y apoyo a los ultranacionalistas ucranianos, herederos de Stepan Bandera y el fascismo pro Nazi en Ucrania.


VER TAMBIÉN:

Documental «El incendio del Reichstag. Cuando arde la democracia» Dirigido por: Mickaël Gamrasni.

Programa de Pablo Borda: ¿Los Nazis eran socialistas? La dictadura Nazi – Hitler, las Leyes de Nuremberg y el Ledensraum

Programa de Pablo Borda: El ascenso de Hitler – La República de Weimar, las SA, las SS y el ascenso del Nazismo:

Documental «El genocidio de Indonesia en 1965: la guerra desconocida de Alemania contra el comunismo» (se pueden activar subtítulos en español)

Hilos en X relacionados con el tema:


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