Sergio Ramirez y la traición déja vu. Por Stephen Sefton, sobre uno de los referentes de la oposición en Nicaragua
Sergio Ramirez y la traición déja vu
A medida que se acercan las elecciones presidenciales y legislativas del próximo 7 de noviembre en Nicaragua, se hacen cada vez más intensos los ataques que satanizan al Gobierno sandinista del presidente Daniel Ortega.
Últimamente, los medios de propaganda occidentales se han centrado en las recientes detenciones de varias figuras de la oposición política nicaragüense, afirmando que se trata de detenciones arbitrarias destinadas a impedir cualquier desafío a la candidatura presidencial de Daniel Ortega. Una reciente entrevista del periódico británico The Guardian con el prestigioso novelista Sergio Ramírez, un feroz crítico de larga data del presidente Ortega y de la vicepresidenta Rosario Murillo, sus antiguos camaradas, ofrece una letanía de las falsedades y distorsiones que se despliegan actualmente para desacreditar a su Gobierno.
Ramírez fue vicepresidente de Daniel Ortega de 1985 a 1990. En 1994, tras fracasar en su intento de desplazar a Daniel Ortega de la dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), él y otros exsandinistas formaron un partido socialdemócrata llamado Movimiento de Renovación Sandinista (MRS). Luego, después de un resultado electoral extremadamente pobre en 1996, Ramírez se retiró de la vida política pública. Sin embargo, siguió siendo un virulento crítico político de alto perfil del presidente Ortega y ha sido muy activo e influyente en la movilización de la opinión internacional en América Latina, Norteamérica y Europa contra el Gobierno sandinista de Nicaragua. En efecto, Ramírez aprovecha su influencia internacional para compensar la abismal falta de apoyo dentro de Nicaragua a la oposición política de la cual él es un destacado vocero.
Dentro de Nicaragua, las más recientes encuestas de opinión de la respetada empresa consultora MyR han indicado de manera consistente un nivel de más del 60 por ciento de apoyo electoral al Presidente Ortega y algo más del 20 por ciento de apoyo a los partidos de la oposición nicaragüense. Como muchas otras cosas que contradicen los continuos ataques al Gobierno sandinista de Nicaragua, este hecho se omite sistemáticamente en casi todos los reportes mediáticos sobre el país. De hecho, los cambios revolucionarios positivos que la administración del Presidente Ortega ha llevado a cabo en Nicaragua contradicen por completo la imagen del país que presentan Sergio Ramírez y el resto de la oposición política de Nicaragua.
Todos sus ataques parten de la premisa propagandística habitual de que el presidente Ortega es un dictador corrupto y brutal. Sin embargo, los amplios logros de su administración en beneficio del pueblo nicaragüense son reconocidos por numerosos organismos internacionales relevantes, desde instituciones como el Banco Mundial y el Banco Centroamericano de Integración Económica hasta la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Organización Mundial de la Salud. Bajo el mandato del Presidente Ortega, Nicaragua ha puesto en marcha el sistema de gobierno descentralizado para los pueblos indígenas y afrodescendientes más avanzado del hemisferio, y es el primer país de América en cuanto a representación de la mujer en la vida pública. Nicaragua tiene el sistema de salud pública más amplio y mejor equipado de Centroamérica.
El país es prácticamente autosuficiente en la producción de alimentos gracias a una radical democratización de su producción agrícola, ganadera y pesquera. Tiene el mejor sistema de carreteras de Centroamérica. El innovador sistema educativo nicaragüense, especialmente sus programas dirigidos a las zonas rurales y el uso de medios audiovisuales, goza de gran prestigio en América Latina. Las instituciones financieras internacionales consideran al país como uno de los usuarios más eficientes de sus préstamos para programas de desarrollo. La diversificación de Nicaragua hacia las energías renovables es una de las más avanzadas de la región. Asimismo, el país es el más seguro de Centroamérica.
Aun así, estos tremendos logros rara vez o nunca figuran en la narrativa desplegada por los medios corporativos y alternativos occidentales sencillamente porque contradicen la gran mentira de que Daniel Ortega es un brutal dictador corrupto. La entrevista de The Guardian con Sergio Ramírez promueve esa gran mentira descaradamente con un total desprecio por la verdad. Omitiendo los incuestionables logros del Gobierno sandinista, la entrevista enmarca la realidad del país dentro de una tergiversación distorsionada de la crisis de 2018, durante la cual los aliados políticos de Sergio Ramírez se combinaron con las grandes empresas privadas y la Iglesia Católica para intentar un derrocamiento violento del Gobierno de Nicaragua.
Fracasaron, pero gracias al falso testimonio sistemático de la industria occidental de los derechos humanos, la violencia extrema de la oposición política de Nicaragua en ese intento fallido de cambio de régimen ha quedado enterrada. Los informes honestos que desafían ese falso testimonio están disponibles aquí y aquí y aquí, entre muchas otras fuentes nunca citadas por los medios de propaganda como The Guardian. En cuanto a la entrevista con Ramírez, entre la insípida propaganda de su última novela, él y su entrevistador también difunden el actual conjunto de falsedades de la oposición, a saber:
– el Presidente Ortega es un déspota que persigue arbitrariamente a la oposición política para excluir su participación en las elecciones de noviembre
– el fallido intento del cambio de régimen de 2018 consistió en protestas pacíficas reprimidas brutalmente por las autoridades en que mataron a más de 400 jóvenes
– la vicepresidenta Murillo es una maníaca religiosa desquiciada
– Nicaragua tiene más de 140 presos políticos
– el proceso electoral es una farsa y ocho candidatos presidenciales están encarcelados
El trasfondo fundamental que explica este conjunto de falsedades propagandísticas es que el Gobierno estadounidense ha declarado que Nicaragua constituye una grave amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. Las autoridades estadounidenses han implementado una serie de medidas que atacan la economía de Nicaragua. El año pasado, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid) elaboró un documento llamado Responsive Assistance in Nicaragua, en el cual se discuten explícitamente cómo provocar un cambio de régimen en ese país con el apoyo de organizaciones no gubernamentales locales sin fines de lucro. En respuesta, las autoridades nicaragüenses han actuado basándose en el Código Penal del país y otras leyes nacionales, así como en sus obligaciones en virtud de los tratados internacionales, para investigar la colusión criminal de la oposición en la agresión estadounidense contra el pueblo y el Gobierno del país. Aunque la propaganda de la oposición política afirma lo contrario, todas las personas detenidas lo están por delitos especificados en el Código Penal del país. En Nicaragua no se encarcela a nadie meramente por sus ideas políticas.
El Ministerio Público de Nicaragua es una institución independiente del Gobierno que, en este caso, ha comprobado que varias personas activas en la oposición política extraparlamentaria del país no solo han coludido, invitado y alentado la agresión de Estados Unidos y la Unión Europea contra Nicaragua y sus ciudadanos, sino que han aceptado decenas de millones de dólares del Gobierno estadounidense. Durante muchos años, recibieron ese dinero formalmente a través de sus organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro, pero abusaron de ese estatus al utilizar el dinero de forma corrupta para financiar actividades de la oposición política del país destinadas a facilitar una desestabilización política y económica instigada por el Gobierno estadounidense. La Fiscalía descubrió que la fundación sin ánimo de lucro de Sergio Ramírez estaba entre los receptores de ese dinero, por lo que se solicitó y obtuvo una orden judicial para su detención.
Entre las personas detenidas no figura ningún candidato presidencial. Ninguna de las personas involucradas, por ejemplo Cristiana Chamorro, Félix Maradiaga, Medardo Mairena, Arturo Cruz o Juan Sebastián Chamorro, son siquiera miembros de un partido político en Nicaragua. Solo Sergio Ramírez puede explicar por qué califica de candidatos presidenciales de buena fe a personas que ni siquiera son miembros de un partido político. Tal como están las cosas, seis partidos políticos de oposición (PLC, PLI, APRE, Camino Cristiano, ALN y Yatama) participarán en las elecciones de noviembre junto con el partido gobernante FSLN. Por lo tanto, es absurdo sugerir que el electorado no tiene opción por quién votar. Los pasados 24 y 25 de julio, más del 60 por ciento del electorado nicaragüense acudió a verificar sus datos electorales en sus respectivos centros de votación antes de la votación real de noviembre. Está claro que los votantes de Nicaragua no están de acuerdo con Sergio Ramírez en que las elecciones son una farsa.
Ramírez y sus editores de The Guardian siguen vendiendo la mentira de que las protestas de 2018 fueron pacíficas. De hecho, 400 policías sufrieron heridas de bala y 22 fueron asesinados por los manifestantes supuestamente pacíficos de la oposición, quienes también quemaron escuelas, atacaron centros de salud y estaciones de radio y tomaron numerosos rehenes en los bloqueos de carreteras que instalaron bajo el control de matones armados. Parte de esa violencia está documentada aquí, aquí y aquí. The Guardian habla de “400 jóvenes” asesinados cuando en realidad murieron 10 o 12 estudiantes, la mitad de ellos simpatizantes sandinistas asesinados por activistas de la oposición. La verdadera cifra global de personas que murieron durante la crisis es de unos 260, de los cuales más de 60 eran simpatizantes sandinistas y la gran mayoría transeúntes atrapados en la violencia provocada por la oposición.
Entre las más odiosas de las falsas afirmaciones hechas por Ramírez y The Guardian está el desprestigio de la vicepresidenta Rosario Murillo, que indica a la misoginia profundamente arraigada tanto de Ramírez como de los editores de The Guardian. Ramírez no puede aceptar que una mujer de gran talento haya limpiado el suelo políticamente con él y sus cómplices de la oposición, consignando a él y a su movimiento MRS a la irrelevancia electoral. Ni él ni sus colegas del desaparecido MRS perdonarán jamás a Rosario Murillo por ello. Murillo fue una estratega clave en la reconstrucción del FSLN como partido político durante los años 90 y hasta la exitosa campaña electoral del partido en 2006.
Desde 2007 a la fecha, Daniel Ortega y Rosario Murillo armaron y dirigieron el equipo ministerial y legislativo que diseñó y ejecutó las políticas que, hasta la crisis instigada por Estados Unidos en 2018, dieron a Nicaragua las políticas de desarrollo más exitosas de Centroamérica y entre las más exitosas de toda América Latina y el Caribe. Rosario Murillo es una revolucionaria antiimperialista comparable en el contexto regional a otras destacadas figuras políticas femeninas de la región, desde Delcy Rodríguez a Cristina Fernández o Dilma Rousseff. Ramírez y The Guardian no pueden negar los tremendos logros y el talento de Murillo, por lo que la desprestigian y la difaman como una especie de “loca del desván”, lo cual revela los propios instintos patriarcales de ellos.
La entrevista con Ramírez lleva el título “Un sentimiento de dejá vu”, que no podría ser más apropiado. Una vez más, un miembro de la élite de la derecha nicaragüense se ha aliado con el agresor histórico del país, los Estados Unidos, al colaborar con la agresión estadounidense para atacar no solo al Gobierno legítimo de su propio país, sino también a la ciudadanía nicaragüense. En este caso, la traición de Sergio Ramírez se disfraza como si fuera un valiente desafío por parte de un icono menor de la alta cultura internacional. Sin embargo, la gente de Estados Unidos bien podría comparar esta traición con la de Ezra Pound, una figura cultural mucho más influyente que Ramírez, quien desde Italia usaba su programa de radio contra los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Las autoridades estadounidenses lo metieron en una jaula y solo se libró de una condena a muerte alegando demencia.
A pesar de colaborar de hecho con la agresión del Gobierno de Estados Unidos contra su país, Ramírez atrae la simpatía de los liberales estadounidenses susceptibles y de los socialdemócratas europeos al fingir ser progresista, mientras que en la práctica apoya a la oligarquía tradicional de Nicaragua, a los grandes empresarios y a la jerarquía de la Iglesia Católica local. En Nicaragua, la gente ven un claro contraste entre la vil traición de Ramírez y el ilustre ejemplo de Rubén Darío, también una figura incomparablemente más influyente culturalmente que Ramírez. Darío sirvió fielmente a su país como diplomático y fue convencido de la amenaza del imperialismo estadounidense en su época contra América Latina y el Caribe. Además de traicionar a su país, Ramírez ha traicionado el legado cultural, espiritual y político de los héroes nacionales de Nicaragua, Rubén Darío y Augusto César Sandino. De todas maneras, la mayoría de las y los nicaragüenses son completamente indiferentes a la opinión de figuras políticamente marginales como Ramírez.