Una mentira llamada Bukele: Las verdades poco dichas sobre el Presidente de El Salvador y su gestión de la crisis
Cada cierto tiempo circulan por internet y las redes sociales halagos y hasta endiosamientos de ciertos personajes o sucesos, haciéndolos pasar como referencias a seguir y objeto de un sinnúmero de posteos y comentarios favorables. El desconocimiento de situaciones lejanas, la opacidad de los escenarios de otros países, y la facilidad de viralización de ciertos hechos aislados o «recortados» de su contexto más general, contribuyen a aquello.
El listado de estas situaciones da para un listado enorme, pero sólo citar algunos ejemplos muy notorios de esto: los halagos a la Presidenta de Croacia Kolinda Grabar-Kitarović con el sólo mérito de pagar sus gastos personales en su viaje al Mundial de Alemania 2018 (omitiendo su notorio ultraderechismo y xenofobia); las opiniones favorables a la revuelta ucraniana fundadas en un muy sesgado «documental» difundido vía Netflix (omitiendo completamente el carácter también fascista, ultraderechista y la brutal violencia contra personas contrarias que implicó); o las completamente sesgadas y desinformadas sobre el proceso de juicio político contra la Presidenta de Brasil Dilma Rousseff, amplificadas por la prensa corporativa privada dominante y también por una manipuladora serie también divulgada por Netflix (que omitía un sinnúmero de hechos y circunstancias y presentó casi como héroe a un juez que terminaría siendo Ministro de Justicia de Bolsonaro).
El último de estos casos, muy difundido en medio de la crisis planetaria mundial de la pandemia del Coronavirus COVID 2019, es la del Presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Se difunden sus medidas de control de la pandemia presentándolas como gran cosa y motivo de halago sin más, aislándolas de un contexto más amplio, y de hecho, desconociendo el cómo se han implementado en los hechos, más allá de sus anuncios. Y lo que es peor: Se lo pone como ejemplo de un «buen gobernante», omitiendo toda la evidencia que muestra su carácter autoritario, sus alianzas con los gobiernos de Estados Unidos e Israel, sus oscuras actuaciones cuando fue Alcalde de San Salvador (la capital salvadoreña), y sus totalmente criticables medidas de militarización y muy fundadas sospechas acerca de su plan de seguridad.
Vamos por parte. Nayin Bukele es un ex militante del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), un amplio frente de izquierdas y progresismos del país, surgido en el marco de los «frentes de liberación nacional» centroamericanos opositores a los regímenes autoritarios y dictatoriales que asolaron Centroamérica y América Latina desde los años 60s en adelante, y que intentaban superar el carácter oligárquico, excluyente y dependiente de sus países, que en el caso centroamericano además, tenían y tienen un fuerte y muy cercano control por parte del imperialismo estadounidense.
En el contexto de auge de los gobiernos progresistas y de izquierdas en la década del 2000 en toda nuestra América, el FMLN llegó al Gobierno salvadoreño en el año 2009 con el inédito triunfo de su candidatura presidencial de Mauricio Funes, poniendo fin al histórico dominio de la fuerza derechista «ARENA». Pero desde antes y luego de llegar al Gobierno, el FMLN tuvo también una trayectoria en la que surgieron tendencias y sucesos que relativizaron y aflojaron sus compromisos programáticos de transformadores y de izquierda, incluyendo en ello un alejamiento de sus bases programáticas e incluso casos de corrupción que fueron quitándole respaldo popular.
Dicho eso a modo de contexto general, pasamos a reseñar una serie de hechos que desmienten las visiones tan complacientes y favorables a la persona del actual Presidente de El Salvador y su gestión.
Las irregularidades en su gestión como Alcalde de Nuevo Cuscatlán y de la capital salvadoreña San Salvador
Entre el 2012 y el 2015, Bukele es Alcande de Nuevo Cuscatlán. En mayo 2014, el entonces alcalde de Nuevo Cuscatlán presentó un proyecto con el cual atraería un inversión para el municipio de $1,000,000,000.00 millones de dólares (ver su tuiter). Un nuevo hospital de Diagnóstico, una catedral Cástrense, hoteles y restaurantes exclusivos, fueron parte de las promesas que Bukele aseguró para el municipio. La promesa nunca se hizo efectiva.
Luego, en el año 2015, como Alcalde de San Salvador, donde incurre en varias mentiras entre las que se encuentran anuncios de donaciones finalmente no realizadas, proyectos no concretados, y declaraciones de bienes con ocultamiento de fondos, razón por la cual se le hicieron fundadas denuncias por enriquecimiento ilícito, que finalmente, una vez convertidoo en Presidente, la Corte Suprema ha desestimado de manera altamente oscura por supuesta «falta de pruebas» (ver «Las 10 mentiras más grandes de Nayib Bukele«).
Antes de la presentación de su candidatura presidencial, en 2017, Bukele es expulsado del FMLN, por el Tribunal de Ética del partido político, acusado de violentar los principios y normativa interna del partido, al incurrir en “prácticas que generan división interna” y “fomento de conductas personalistas”; por realizar “actos difamatorios, calumniosos e injuriosos que dañan la imagen y honor una persona miembro o militante»; por irrespetar “los derechos humanos de las mujeres”; y por violar, en general, “la Carta de Principios y Objetivos, los Estatutos, Reglamentos y demás normas que rigen el Partido». Un hecho particular que detonó la expulsión fue la agresión verbal y física contra la entonces síndica municipal Xóchitl Marchelli, quien afirmó que el alcalde, después de una reunión del concejo municipal, la llamó «maldita traidora» y «bruja», arrojándole luego una manzana (ver «FMLN expulsa a Nayib Bukele y este se declara ‘independiente’ en un tuit«).
El brusco giro en los alineamientos internacionales del Gobierno de El Salvador
Durante los gobiernos del FMLN (Mauricio Funes y Salvador Sánchez), El Salvador había participado de una política internacional de integración de América Latina y El Caribe, donde con múltiples programas de unidad continental se había intentado promover planes de desarrollo y diversas políticas sociales impulsadas sobretodo en la región centroamericana y El Caribe, por parte de la intensa política integracionista encabezada por el Gobierno Bolivariano de Venezuela. Pero Bukele, al poco andar de su Gobierno, ejecuta un brusco viraje: Visita a Donald Trump en Washington, donde formula una comentada frase ante congresistas estadounidenses: “estamos alineados, ustedes no tienen que comprarnos para que estemos alineados porque pensamos de manera similar”. Rompe relaciones diplomáticas con el Gobierno Bolivariano de Venezuela, emitiendo un apoyo al autoproclamado «presidente encargado» Juan Guaidó, y cortando con esto el sinnúmero de planes y programas sociales y de cooperación implementados entre Caracas y los gobiernos del FMLN.
Con anterioridad, además, siendo Alcalde de San Salvador, había visitado Israel reuniéndose con sus altas autoridades, en una muy difundida visita. Más elocuente, imposible: Bukele viene implementando un giro e las relaciones internacionales de El Salvador en un sentido pro estadounidense y de no poca beligerancia frente a los gobiernos progresistas de la región, entre ellos, con el vecino Gobierno Sandinista de Nicaragua.
Sus primeras medidas y acciones de Gobierno y en particular el «Plan Control Territorial»
Un asunto central en El Salvador y en los vecinos países de Honduras y Guatemala, es la cuestión de un extendido crimen organizado que ha devastado a dichos países por décadas y los mantiene como países con niveles de inseguridad y homicidios en el Mundo. En particular, la trama delincuencial y criminal que une a las «maras» y las redes del narcotráfico que dirigen principalmente Cocaína, desde Colombia hacia Estados Unidos. Este tema es neurálgico en una región centroamericana desvastada por tal escenario, que con la muy notable excepción de Nicaragua marca la cotidianeidad de las personas con índices de criminalidad altísimos. Frente a esto, el Gobierno de Bukele comenzó a implementar un «Plan de Control Territorial» financiado con préstamos obtenidos por sus nuevos alineamientos internacionales.
Luego, la línea autoritaria de su Gobierno quedó de manifiesto con la grotesca medida de la ocupación militar del Congreso para asegurar la votación a favor del tercer préstamo para financiar dicha política, lo cual suscitó un amplio repudio nacional e internacional. Para más remate, en conjunto con lo anterior, realizó una amenazante arremetida contra el FMLN, ordenando que fuerzas policiales se dirigieran a las afueras de la sede del FLMN que se encontraba en medio de la realización de su Convención Nacional. Bukele intentó justificar su militarista respuesta ante las objeciones a su plan de seguridad con un texto lleno de mentiras y «medias verdades» («Las “medias verdades” y algunas mentiras con las que Bukele defiende militarización de Asamblea«).
Es más, una sospecha ha ido creciendo a medida que han ido pasando los meses de un relativo repliegue de los hechos de violencia (en todo caso, muy cuestionable, ver «Menos homicidios en El Salvador no son producto de plan de seguridad de Bukele«): Dos de los integrantes de sus equipos más inmediatos han sido señalados por un eventual pacto con las principales «maras» del país. Por su parte, tal como ha acusado la oposición, el destino de los fondos solicitados a modo de préstamos permanecen en una impresentable opacidad, lo cual aumenta las sospechas acerca de las formas con las que ha logrado dicha disminución relativa, y que podría producir problemas mayores en un futuro próximo.
Sus políticas frente a la pandemia del Coronavirus COVID-2019
Y llegamos a lo último: Las políticas que ha implementado Bukele para el control de la pandemia mundial del Coronavirus COVID-2019. Acorde a su perfil sensacionalista y el intensivo uso que hace a sus redes sociales, anunció el inicio de una «Tercera Guerra Mundial» y viene presionando fuertemente a la Asamblea Legislativa a aprobar su paquete de medidas llamado como «Plan de Respuesta y Alivio Económico ante la Emergencia Nacional contra el COVID-19», con la que el Gobierno propuso suspender el pago de los recibos de electricidad, agua, teléfono, cable e internet por los próximos tres meses, aplazar por el mismo período el pago de alquileres y de las cuotas de créditos hipotecarios, de consumo, tarjetas o crédito de vehículo para personas o empresas afectadas por la pandemia; la prórroga en los pagos de los alquileres tanto de viviendas como locales comerciales la regulación de los precios para evitar un aumento que afecte a sectores más vulnerables, además de un un bono de US$300 para compensar a quienes consumen menos de 250 kilovatios de energía eléctrica mensualmente.
Este listado de medidas parecen a primeras muy favorables a los intereses y necesidades populares, y no es sorprendente por tanto que hayan suscitado tanta difusión internacional. Pero no está de más señalar la contracara de todo esto.
Como primera cosa, hay que señalar la irresponsable política de albergues que implementó el gobierno. En los 39 recintos habilitados, se denunció desde muy temprano: «la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos ha calificado de “tratos inhumanos” las condiciones de algunos de ellos, pero sobre todo ha denunciado que los albergados no hayan recibido la prueba del COVID-19 y estén siendo expuestos a nuevos contagios. Según el procurador Apolonio Tobar, el ingreso constante de nuevos huéspedes a esos albergues altera los períodos de reclusión para aquellos que ya llevan días aislados. Expertos advierten, además, que los recintos no son aptos para el aislamiento que requiere una cuarentena y pueden por tanto convertirse en potenciales focos de contagio» (Ver “De nada sirve la cuarentena si nos mezclan”).
Además, las ayudas económicas anunciadas se han implementado sin ningún tipo de cuidado, fomentando las aglomeraciones de personas en un país donde obviamente, con los niveles de pobreza y precariedad económica que hay, han suscitado un alto interés de las personas por concurrir de inmediato a los pocos lugares habilitados para su entrega, tal como han documentado numerosos registros y notas de prensa, incluyendo prensa derechista de otros países (ejemplo, del diario de derechas nicaragüense La Prensa: «¡Tenemos hambre!»: gritos, llantos y protesta pidiendo $300 para comer, tras inesperado cierre de CENADE ordenado por Bukele y envío de la UMO«). Es más, dichas aglomeraciones han provocado escenas de represión abierta, con agentes policiales rociando con gas pimienta a las desesperadas personas que intentan acceder a la ayuda.
Para más remate, las medidas anunciadas cuentan con poco respaldo económico, por lo que desde ya numerosas voces han puesto sus dudas sobre la verdadera viabilidad de la totalidad de los anuncios: la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico fundamenta con cifras su desconfianza ante la promesa de un bono de 300 dólares anunciada para 1,5 millones de personas: «Aunque fuera solo a un millón de personas, pensemos que en dos meses, serían US$600 millones, eso supera el presupuesto de todos los ministerios del país, menos el de Educación. Entonces habría que buscar la fuente de ese financiamiento y eso es difícil» (ver «Coronavirus en El Salvador: el ambicioso plan de Bukele para reforzar la economía del país amenazada por el covid-19«).
Una serie de mal informaciones y mentiras que han provocado, con justa razón, una constante denuncia de las falsedades del actual Presidente y Gobierno de El Salvador. No por nada, ya se ha hecho recurrente en las redes sociales tan usadas por el carismático personaje, el hashtag #BukeleMiente.
Colapso y Protestas en El Salvador por negligente entrega de las ayudas prometidas:
Registro de la visita de Bukele a Israel: