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La política es geopolítica. A propósito de los debates en torno al escenario en Venezuela

La disputa política, la disputa de poder, hoy tiene un contexto directamente global. Eso ya hace rato, con un proceso de mundialización que tiene siglos, pero sobretodo en el último siglo y las últimas décadas. En esa tendencia, el ciclo de «guerras mundiales» (primera, segunda, y «fría») fue catalizador e impulso acelerador. Era, además, el propio movimiento del Capital, como visualizó casi como nadie Marx. La revolución productiva en el transporte, en las telecomunicaciones, en una alta tecnología de desarrollos infinitamente acelerados en cuestión de sólo un puñado de décadas, hacen que conceptos como lo «internacional» o lo «exterior» pierdan parte de su sentido: En lo internacional no se juega sólo algo de «relaciones» entre «naciones» o «estados», y lo «exterior» condiciona fuertísimamente lo «interior» de cada territorio.

En ese sentido, hoy toda cuestión política de cierta envergadura, es también «geopolítica». Eso lo saben muy bien los actores dominantes, las clases capitalistas y elites burocráticas – tecnocráticas que gobiernan el mundo y cada espacio regional o estatal. Por lo pronto, tienen una cuantiosa institucionalidad a nivel global, y múltiples redes intra y extra institucionales desde donde tejen su dominio planetario en una red diversificada y constituida por múltiples capas, dimensiones, actores. Pero en las ciudadanías y los pueblos en general, e incluso en el campo de las militancias sociales y políticas de voluntad transformadora, no siempre se tiene la misma toma de conciencia. De hecho, muchas veces esa conciencia, que en algún momento se llamó «internacionalismo», escasea.

Desde esa carencia política y teórica, surgen frecuentemente comentarios y posiciones del tipo: «Para qué hablamos tanto de Venezuela si aquí en XXXXX está pasando XXXXX». O, «de qué sirve posicionarse sobre la situación de XXXXX si eso no cambiará en nada el escenario de XXXXX». Además, en los peores casos, a ese vacío político, intelectual, teórico, se le suma una no menor mezquindad moral y política: «Posicionarnos de XXXXX forma en torno a la situación XXXXX puede traernos costos en nuestro escenario interno, así que mejor ocultamos y/o relativizamos lo que pensamos sobre tal contexto». Como si el hacer eso impidiera que de igual forma sobrevenga, con todo su poder y onmipresencia, el ataque de enemigos y adversarios del cambio histórico que se dice querer impulsar.

Por lo demás, tales formas de pensar la disputa (geo)política es de un nivel extremadamente inferior a cómo la piensan, elaboran y actúan las clases y elites dominantes. Las y los subalternos no podremos modificar el muy adverso cuadro histórico que vivimos, sin hacernos cargo de abordar lo regional, continental y global a la vez que damos nuestras disputas locales o estatales. En tal sentido, el «territorio» de nuestras luchas es, también, el planeta en su conjunto.

Dicho eso, no se trata sólo de un ejercicio de «solidaridades» con el pueblo de Venezuela (o el que sea), lo que lleva a que sea necesario y crucial conocer, reflexionar y debatir sobre lo que pasa allá. Y en particular, además, por numerosos factores en el escenario venezolano se están cruzando prácticamente todas las variables de un Mundo cuya configuración geopolítica y geoeconómica están en una tensión y encrucijada crecientes.

Y en específico, son los intentos de sobrevivencia de la hegemonía mundial de un Imperio fuertemente cuestionado en sus capacidades económicas para mantenerse ahí, dirigiendo su mirada a una intensificación del control, dominio y saqueo de su «patio trasero», lo que se está jugando por estos tiempos en nuestra América. El afán imperialista del poder estadounidense comenzó con la «Doctrina Monroe» de «america para los americanos», y hoy está intentando reforzarla como bastión territorial crucial para la continuidad de su rol hegemónico en la escena global. En Nuestra América en general y Venezuela en particular, por sus enormes cantidades de recursos naturales y bienes comunes de vital importancia para la economía global, y por un historial de luchas populares y nacionales de liberación e independencia, se libra una disputa central en lo que será el desarrollo de la geopolítica de las décadas que vienen.

Quienes crean que tal contexto no tiene implicancias para TODAS las fuerzas y voluntades transformadoras, comete una ingenuidad e irresponsabilidad política gigantesca. Caen, en diversas formas y grados, bajo la égida de ese «poder blando» imperial que construye sentidos comunes, condiciona opiniones, tergiversa y construye «verdades mentirosas», ejerce su enorme poder mediático y comunicacional, y divide, y vence. Y aunque a muchas y muchos se les olvide, incluyendo por cierto, muchas veces y como amenazante telón de fondo o brutal ejercicio con consecuencias extremas, su poder duro. Otros tantos argumentos y pruebas en el mismo sentido pueden encontrarse, por montones, en la historia de nuestro continente y del mundo.

La Historia juzgará.

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